Ciudad de México, 1 de agosto (SinEmbargo).– Hace 20 años a Andrés le pertenecía una vida próspera y lo que parecía una luz al final de un camino lleno de trabajo. En aquella armonía había un negocio familiar exitoso y dinero suficiente para emprender sueños, como seguir fincando la casa que le prometió a su esposa cuando se casaron o darle a sus niños unas vacaciones en las playas de Oaxaca. No entiende en qué momento todo se torció, cuándo perdió aquella tranquilidad. Sucedió sin más, al paso de los años.
¿Quién puede soportar tenerlo todo y luego casi nada? Además de Andrés García –quien no se apachurra por su situación– millones de mexicanos que imaginaron un futuro mejor y hoy viven en la angustia y en el desamparo.
En el Estado de México, de ahí donde es Andrés, 8 millones 269 mil 900 de sus habitantes viven en condición de pobreza, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Muy a pesar del mal tiempo para ser artesano, Andrés sigue firme por amor a lo que hace: “si no me gustara mi trabajo ya me hubiera desesperado desde cuando, ya hasta me hubiera ido”.
Hoy está fuera de envidias y rencores, pero hace unos cinco años que su negocio comenzó a caer peor que nunca, y como las desgracias no vienen solas tuvo que vender el terreno donde tiene su taller para saldar cuentas. Ahora le paga renta al municipio, aquel que le cobraba el uso de suelo comercial por metro cuadrado, cuando, no obstante, se sumaban las cuotas que le tenía que dar a Antorcha Campesina y al crimen organizado para que lo dejaran laborar en paz.
“La verdad ya no sale, pero no me apuro porque me ayudan mis hijos cuando no me alcanza para material o para pagar la renta. Ellos me apoyan, pero ora sí que yo tengo que hacer un saqueo de su casa para que el negocio se mantenga”, narró el hombre de 60 años.
El matrimonio de los García no comen carne diario, no siempre alcanza con los 100 o máximo 150 pesos que el hombre lleva cada día a casa. “La canasta básica sube y sube y no hay ventas”, dijo Andrés, al posar sus ojos claros en las lápidas de granito que esculpe a mano.
En cuanto a los mexiquenses con un ingreso inferior a la línea de bienestar se encuentra el 58.9 por ciento de la población, es decir 9 millones 823 mil 900 personas que no pueden comprar adquirir una canasta básica ni cuentan con los elementos suficientes para llevar una vida digna. Entre ellos está Andrés.
UN ESTADO EN POBREZA
El hombre lleva toda su vida viviendo en municipio de San Vicente Chicoloapan, Estado de México. Aquella entidad federativa con problemas de violencia y rezagos educativos que arrojó a 7 millones 63 mil personas a la pobreza moderada en dos años, de 2012 a 2014. Actualmente un millón 206 mil 900 viven en pobreza extrema.
El negocio de los García se encuentra sobre la carretera federal México-Texcoco, que atraviesa Chicoloapan. En aquella vía se construyeron tiendas grandes de todo tipo, hoteles que en sus entradas hay sexoservidoras, restaurantes medianamente caros y kilómetros y kilómetros de todo aquello que pudiese dar un tufo de progreso y desarrollo económico. Pero si una mirada curiosa se adentrara con sigilo a las calles de las colonias se percataría de un escenario contrario donde existe carencia de alumbrado, electrificación oficial, servicio de drenaje y pavimentado.
En aquel contraste habitan mexiquenses que salen de sus casas con un calzado que se cambian antes de llegar a sus lugares de estudio o trabajo, porque quien quiera que haya pasado por ahí sabrá que no es fácil caminar sobre el lodo o el polvo que baja de los cerros.
Muchos chicoloapenses son los hijos que México parió sin acceso a los servicios de salud, seguridad social, espacios en la vivienda, servicios básicos en la vivienda y a la alimentación.
Y si se camina más arriba, allá por donde pasan ductos de agua para la industria o por donde hay tiraderos de basura, se podrá ver que las casas, algunas a flor de tierra, se sostienen de padecería de madera y lámina. Y si se toma el pulso de la gente se escucharán pláticas que llevarán en su haber oraciones que esté relacionadas con postes de luz, terrenos, desalojo, granaderos y antorchistas.
A mediodía las amas de casa bajan por el mandado, muchos niños que están de vacaciones juegan por las calles acompañados por un número que parece infinito de perros callejeros, mientras que camionetas de transporte público con tarifa mínima de ocho pesos entran y salen de la terracería dejando a su paso un camino de polvo que se disipa y va a dar a las fosas nasales y luego adentro del organismo, lo que provoca la irritación de los senos paranasales o la inflamación de los bronquios.
El Estado de México, actualmente gobernado por el priista Eruviel Ávila Villegas, tiene niveles bajos en seis de las ocho carencias medibles por el Coneval, siendo el acceso a la seguridad social el que rebasa el acceso en más de la mitad de la población al registrar 60.6 por ciento.
LAS CIFRAS QUE SE VIVEN
Organizaciones que conforman la Acción Ciudadana Frente a la Pobreza detallaron que uno de cada cinco mexicanos (20.7 por ciento) no tiene un ingreso suficiente para adquirir la canasta básica de alimentos. Ésta es la población con ingreso inferior a la Línea de Bienestar Mínimo; es decir los que están en situación de pobreza extrema por ingresos y equivalen a 24.6 millones de personas.
Un 20.1 por ciento de la población mexiquense se encuentra en este rubro; es decir 3 millones 346 mil 800 personas no cuentan con el recurso necesario para cubrir las necesidades básicas. Lo que se traduce en un 13.6 por ciento de mexicanos a nivel nacional.
Para medir la pobreza, el Coneval divide a la población en personas en situación de pobreza, de pobreza moderada y extrema. Además los separa en población vulnerable por carencias sociales e ingresos; además de población no pobre y no vulnerable.
El más reciente informe señala que sólo el 17.4 de la población no es pobre ni vulnerable. Todos los demás tienen alguna dificultad que los coloque en una situación de bienestar social.
Entre la población vulnerable por ingresos está el 9.3 por ciento de la población, mientras que un 23.7 por ciento es vulnerable por carencias sociales.
Todos esos datos no los sabe Andrés, quien hoy se siente traicionado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el cual ha votado todas las veces porque “todos son iguales”. En verdad no sabe si quiera de la existencia del Coneval o que hay un nuevo informe sobre pobreza, pero lo que sí conoce es que nadie compra ya monumentos para los difuntos.
“Ya no, es una costumbre que está muriendo. Antes todos les compraban monumentos a sus muertitos, ahora sólo le piden a los albañiles que le pongan cemento o a lo mucho azulejo y ya. Ya nadie invierte en uno como éste [señala un monumento hecho a base de piedra de mármol]”, comentó.
Desde pequeño su papá le enseñó que la piedra de mármol triturada mezclada a la perfección y en su medida exacta con otros materiales le daría como resultado una pasta para hacer esculturas. Cunado creció Andrés García se concentró en los monumentos fúnebres que se colocan en las tumbas. Sigue siendo un gran artesano, pero en aquel entonces los pedidos no paraban, incluso venían personas de fuera solicitando sus creaciones.
–¿Cuánto cuesta un monumento?
–Éste mediano vale 8 mil 500.
–¿Y cuántos vende al mes?
–En lo que va del año sólo he vendido uno, a pagos.
–¿Y cómo le hace para salir con los gastos?
–Hago cosas más chicas, como cruces o lavaderos. Por ejemplo, hoy vine a hacer un lavadero.
–¿Cuánto tiempo se tarda en hacer un lavadero y venderlo?
–Éste que estoy haciendo me lo encargaron, y me tardo una semana en hacerlo y pulirlo.
–¿Y en cuánto lo vende?
–En 400 pesos, pero el 50 por ciento se va en material.
Durante la entrevista el señor García pide: “Ojalá y esto salga en la televisión y que escuchen esos burros que nada más están llenándose los bolsillos mientras el país se está hundiendo”.
Al ser cuestionado sobre si piensa que las cosas mejoren, Andrés mira a la calle y ve el monumento al ex Presidente Benito Juárez García, y responde diciendo que no dispone de mucho tiempo, pero si Dios se lo permite, morirá haciendo las obras que ya nadie compra y quizá deje algunas sin vender.