Alejandro Páez Varela
01/07/2019 - 12:08 am
Golden Tomahawk
El sábado, me dijeron, Angélica Rivera y sus hijas cenaron con un acompañante en el Nusr-Et Steakhouse de Miami, un restaurante que no tiene más estrellas porque ya no hay. Su especialidad es la carne. Una ensalada sale en 500 pesos; una entrada sencilla, unos 800 pesos. Un corte para cuatro personas en ese lugar vale entre 5 mil y 9 mil pesos; los hay también de 18 mil: el llamado Golden Tomahawk. “Wagyu tomahawk, recubierto de oro de 24 quilates altamente veteado”, como dice la carta. El Wagyu es una raza bovina de Kōbe, Japón. De allí salen cortes que acostumbran (imagínense) los archimillonarios.
A muchos nos pareció ridículo-rayando-en-lo-patético el uso de la letra del Himno Nacional en aquél tuit, de un activista de la 4T, donde se elogiaba a la embajadora Martha Bárcena y a Marcelo Ebrard por el acuerdo que evitó (por ahora) la aplicación del arancel del 5 por ciento sobre las exportaciones mexicanas. A muchos también nos pareció ramplón-rayando-en-lo-irresponsable aquél llamado de Felipe Calderón a una guerra comercial con Estados Unidos. Pero los dos, Antonio Attolini y el ex Presidente, estaban en lo suyo. Uno, ciego de amor; el otro cegado por la ira. Ambos mostraron, en la superficie, lo que hay en el fondo: dos visiones extremas de un mismo mundo.
Hay una gran diferencia, sin embargo, entre el fanatismo de uno y del otro. El primero, el ex YoSoy132, es apenas una versión infantiloide y hasta caricaturizada de algunos de los seguidores más acérrimos de Andrés Manuel López Obrador; un malentendido, si se quiere, de la política (todos los fanatismos son un malentendido). El otro, Calderón, es muchísimas cosas más. Los arranques de ira de este individuo cuando fue Presidente, documentados y denunciados hasta por algunos panistas, trajeron malas decisiones y destinos trágicos: así lanzó la guerra contra las drogas, por ejemplo, con cientos de miles de muertos como consecuencia; así tomó control del PAN y lo gobernó a través de su esposa, Margarita Zavala, con un costo altísimo para ese partido y para su vida interna: se cumplen 10 años (desde 2009) de derrota tras derrota, salvo algunos logros en ciertas entidades y por cuestiones locales.
La polarización es apenas uno de los rasgos del ambiente que reina en México. Ayer domingo vimos en las calles una de esas expresiones y hoy lunes veremos otra, en el llamado AMLO fest. Pero esto tiene y no tiene que ver con el primer aniversario del triunfo electoral del Jefe del Ejecutivo, y me explico: de eso hay en el momento, pero es algo que se arrastra desde hace años. Son dos versiones distintas de qué se quiere para el país; dos versiones confrontadas que utilizan cualquier incentivo para manifestarse, aunque hay una verdadera asimetría entre un extremo y otro, aunque Twitter pareciera decir otra cosa: el apoyo a Calderón es una broma y su partido quizás ni siquiera nazca (como el fracaso de Zavala en 2018), mientras que el apoyo a López Obrador mantiene un apoyo incuestionable.
Lo que es posible advertir, cumplido el año, es que ambas visiones tienen a López Obrador en el centro. Dependen de él. La manifestación de ayer se justifica en lo que él haga o deje de hacer, y de alguna manera, los esfuerzos de Calderón para incendiar y/o para armar un partido (ambos ligados) están supeditados, quiera o no, al desempeño que tenga el Presidente en los siguientes años.
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El sábado, me contaron, Angélica Rivera y sus hijas cenaron con un acompañante en el Nusr-Et Steakhouse de Miami, un restaurante que no tiene más estrellas porque ya no hay. Su especialidad es la carne. Una ensalada sale en 500 pesos; una entrada sencilla, unos 800 pesos. Pero un corte para cuatro personas en ese lugar vale entre 5 mil y 9 mil pesos; los hay también de 18 mil: el llamado Golden Tomahawk. “Wagyu tomahawk, recubierto en oro de 24 quilates, altamente veteado”, como dice la carta. El Wagyu es una raza bovina de Kōbe, Japón. De allí salen cortes que acostumbran los archimillonarios.
Mientras, los reportes indican que Enrique Peña Nieto se da vida de pachá otomano, con novia nueva en los mejores restaurantes; con viajes constantes a Europa (hasta donde se sabe) y visitas a los lugares más exclusivos de México. ¿De dónde sale tanto dinero? Sí, de dónde se financian esas vidas, por Dios.
Cuento esto porque creo que si hacemos un balance aparecerán tres temas primordiales en la agenda pendiente de López Obrador, a un año del triunfo electoral: uno es la seguridad y es la gran deuda; otro es la economía, que no despega. Y un tercero es la corrupción. Ciertamente está aplicado en las tres materias pero en ésta última, en la corrupción, sí hay un reclamo claro: no basta con secar el chiquero a los puercos: hay que ir por ellos, exhibirlos, presentarlos, castigarlos. Nadie le pide que vaya por Carlos Salinas (aunque no estaría nada mal) pero quizás sí debe repensar la idea del “punto final” cuando se trata de Peña y sus compadres. Hay alguna esperanza en que la causa de Emilio Lozoya alcance para más, pero no basta. Yo creo que nos debe peces gordos y no batallará mucho en ir por ellos: no se esconden, no les da vergüenza: se pasean sin correa y eso, la verdad, enciende en un país con tan altos niveles de impunidad.
En siete meses, AMLO ha logrado mantener su popularidad (apenas lo han despeinado) a pesar de los errores de arranque y a la mucha improvisación. Pero los niveles de aceptación se pierden si no se tiene cuidado. Si todo lo que ha dicho es cierto, entonces tiene la posibilidad de convertirse en un Presidente calidad Wagyu en el siguiente tramo. Tres claves: la economía, la seguridad y, para darse un marmoleado especial, ir por los corruptos y no sólo cortar la sangría. Sobre las primeras dos claves está complicado, aunque se supone que ya tiene todo montado. Sobre lo último, no hay manera de atajar camino: es armar una buena investigación, sólida, e ir por uno. Aunque sea uno.
Ciertamente el país está polarizado pero, aunque Twitter a veces muestra una cosa distinta, la oposición contra AMLO sigue sin poder crecer a un año del tsunami. A Vicente Fox lo corren hasta de las marchas que organiza, a Calderón no le cuajan sus iniciativas y el resto... no se ve, no se siente. Pero el Presidente debe darse prisa y no por la popularidad; eso vale gorro. Es por los mexicanos. Merecemos un país seguro, creciendo y sin impunidad. La violencia y la economía son tareas ya impostergable y, en teoría, ya hizo lo que tenía que hacer en el arranque y ahora toca, se supone, cumplir. Sobre la impunidad: ¿qué tal si nos pone en la mesa un Golden Tomahawk, Wagyu, recubierto en oro de 24 quilates y altamente veteado?
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