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Miguel, enfermero de Puebla, no creía en la COVID-19 hasta que se contagió. "Me voy a morir", pensó

01/06/2020 - 4:51 pm

Miguel ya puede sostenerse y caminar, pero esto le ha costado trabajo. Todavía no puede hablar mucho, de repente tose, debe subir las escaleras de su casa una por una o siente que le falta la respiración.

Por Magarely Hernández

Puebla, Puebla 1 de junio (Periódico Central).- Miguel Portal pensó que era inmune a la COVID-19 porque, en sus más de 20 años laborando como enfermero del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) seguramente ya había adquirido de todo, pero no fue así. Se contagió y a pesar de ser fiel creyente de que la vida se vive un día a la vez, sin pensarlo, de un momento a otro, estuvo al borde de la muerte y ni siquiera hubiera tenido oportunidad de despedirse de sus seres queridos.

Luego de estar 20 días hospitalizado, de los cuales 15 estuvo intubado en el área de Terapia Intensiva, su perspectiva de la vida es otra y sí, también es un guerrero y un sobreviviente a esta pandemia que ha dejado miles de muertes en México y todo el mundo.

Miguel tiene 51 años y antes de infectarse trabajaba arduamente en el Hospital de Traumatología y Ortopedia del IMSS. Aunque es del turno vespertino, casi no salía del hospital y se quedaba haciendo horas extras por la noche, porque cuando el coronavirus llegó a Puebla los trabajadores vulnerables fueron enviados a sus casas y el personal que se quedó no se daba abasto.

Aunque el Hospital de Traumatología y Ortopedia no atiende a pacientes COVID-19, Miguel estaba consciente de que en cualquier momento les podía llegar un derechohabiente infectado sin que lo supiera, u otro que ya presentara los síntomas, pero que no lo iba a decir. En entrevista con Periódico Central reconoció que estaba incrédulo ante esta situación, y no porque el virus no existiera sino porque él, al igual que muchas otras personas, pensó que no le iba a pasar nada.

A principios de mayo comenzó a sentirse mal, pero como buen mexicano —y además enfermero—, se automedicó. Dice que solo sentía un dolor del cuerpo al que atribuyó el exceso de trabajo. Después llegó la tos seca, y hasta entonces se preocupó. Pero nunca se hizo la prueba.

Recuerda que fue un viernes cuando el mismo hospital pidió que le realizaran una placa de tórax para checar sus pulmones y, aparentemente, todo salió bien. Para el domingo siguiente, es decir, dos días después, su estado de salud empeoró y comenzó la insuficiencia respiratoria. Miguel pensó en hablar por teléfono para que le hicieran la prueba de COVID-19 en su casa, pero uno de sus sobrinos lo convenció de ir a La Margarita.

Al llegar, inmediatamente le tomaron una tomografía del tórax y ahí se dieron cuenta que sus pulmones ya estaban colapsando. Ni siquiera fue necesario, en ese momento, hacerle la prueba. De inmediato se ordenó su traslado a San José y en cuanto llegó, lo enviaron a Terapia Intensiva.

Lo último que recuerda es que lloró cuando le dijeron que lo iban a intubar porque, como trabajador del área de la salud, sabe que es un procedimiento riesgoso que puede dejar secuelas. Les rogó a los médicos por otras alternativas, pero, para salvarlo, esa era la única. Uno de los doctores le recomendó que orara y después Miguel se quedó en un profundo sueño que lo tuvo al borde de la muerte.

COMIENZA EL MARTIRIO PARA LA FAMILIA 

¿Miguel sufrió los 15 días que estuvo intubado y en Terapia Intensiva? No, el sufrimiento es para la familia. Portal nos contó lo que le contaron, porque en realidad él nunca supo que estuvo a punto de morir, y que afuera su familia y amigos sufrían día con día, cuando los médicos siempre les decían: “sigue grave”.

Cuando Miguel llegó a La Margarita y luego a San José ya era un poco tarde, por eso los médicos no tuvieron otra opción. Además de estar con el tubo y el ventilador, al igual que él, todos los pacientes COVID-19 se tienen en posición de prona, la cual consiste en estar prácticamente colgados hacia abajo para lograr una ventilación adecuada.

También le colocaron un catéter central en el cuello para pasarle medicamentos. Los médicos detectaron que en dos días no hizo del baño porque sus riñones comenzaban a fallar, por ello fue necesario utilizar una máquina llamada prisma.

Miguel se enteró de todo esto hasta que reaccionó, y durante todos estos días el agotamiento físico, mental y emocional fue para su esposa, hermanos, hijos, sobrinos, y toda su familia además de amigos, compañeros de trabajo y cientos de personas que lo conocen y estuvieron preocupados por su salud.

Su familia le contó que comían porque tenían que hacerlo, pero en realidad no tenían ni ganas ni ánimos de alimentarse. Aunque no podían verlo, todos estaban al pendiente de él, afuera del hospital y día con día preguntaban a los médicos si ya presentaba alguna mejoría.

Después de estar 15 días en este contexto, Miguel, milagrosamente, reaccionó. Lo extubaron, pero sentía que se ahogaba y fue necesario volverlo a intubar hasta que pudiera respirar sin ayuda.

Miguel recuerda que durante todo el tiempo que estuvo sedado tuvo varios sueños, muchos de ellos malos, pero el último y el que le dio fuerzas para regresar fue ver a su madre llorando: “yo me acuerdo que le dije, tranquila, yo estoy bien. Esa fue la luz que me despertó”.

Cuando Miguel volvió, la sedación seguía haciendo de las suyas. Pensó que estaba en la Ciudad de México, veía cuadros… en fin. Recordaba que la última vez estuvo en Terapia Intensiva, pero no sabía que ya había pasado 15 días ahí.

Los otros 5 días que permaneció en esa área fueron tormentosas. Como ya estaba consciente, creía que nadie lo iba a ver; las noches eran eternas y anhelaba regresar a su casa. Al verlo triste y enojado porque, según él, nadie lo visitaba, una doctora le pidió que alzara la cabeza: en la cabecera tenía decenas de cartas enviadas que después fue leyendo una por una.

El personal le explicó que no es que nadie lo quería ir a ver, al contrario, todos afuera estuvieron al pendiente de él y diario preguntaban sobre su salud pero no podían pasar.

Cuando los médicos se aseguraron que ya no existía riesgo de trombosis u alguna otra complicación, Miguel salió entre aplausos de Terapia Intensiva. Fue enviado a piso… con los demás pacientes covid-19.

“ME VOY A MORIR”, PENSÓ Y ROGÓ PARA QUE LO DIERAN DE ALTA 

“La foto donde salen todos los pacientes amontonados en San José es real”, sostiene Miguel. Cuando salió de Terapia Intensiva pareciera que era el fin de la enfermedad, pero no fue así. Estuvo otros 5 días en piso, con los demás pacientes infectados que no estaban tan graves como cuando él llegó al hospital.

Ahí tampoco pueden recibir visitas, ya llevaba más de 15 días sin ver a su familia. No podía ir al baño, y para bañarse tenía que ser trasladado en una silla de ruedas, cubierto completamente con una sábana, como si fuera un fantasma.

Esos días Miguel tampoco durmió. Vio como el paciente que estaba enfrente de él murió; al otro día, fue testigo de todo el proceso de muerte de una persona que estaba a un lado. En ese momento pensó: “me voy a morir”.

Así que prácticamente les rogó a los médicos para que lo dejarán ir: “denme mi alta voluntaria, yo me cuidó en mi casa”, les dijo.

Los médicos le explicaban que eso no era posible porque él estuvo 15 días intubado, su estado de salud seguía siendo un poco delicado. Portal, necio como él mismo se describe, se tranquilizó hasta que un doctor le explicó detalladamente su situación.

SALÍO DEL HOSPITAL SIN FUERZAS Y CON 15 KILOS MENOS

Luego de estar 25 días en el Hospital de San José, Miguel fue dado de alta. El médico le dijo que debía cumplir 15 días más de aislamiento en su casa.

Portal regresó a su casa con 15 kilos menos, sin fuerza en sus piernas, manos, además que no sentir 2 dedos de la mano izquierda. Como si todo esto no fuera suficiente, cuando ya estaba despierto en Terapia Intensiva, quiso levantarse; se cayó y se golpeó en la cabeza. Ahora siente adormecida una parte de la cabeza, pero ya es atendido por el neurólogo que le explicó que, en parte, es por el golpe y otra parte porque estuvo mucho tiempo acostado.

Miguel ya puede sostenerse y caminar, pero esto le ha costado trabajo. Todavía no puede hablar mucho, de repente tose, debe subir las escaleras de su casa una por una o siente que le falta la respiración.

Aunque no le prohibieron ningún alimento, siente una piedra en la garganta y come solo cosas líquidas. Dice que muere por una coca cola bien fría, tacos árabes o cemitas, pero todavía no puede comer nada de eso.

Lo último que recuerda es que lloró cuando le dijeron que lo iban a intubar porque, como trabajador del área de la salud, sabe que es un procedimiento riesgoso que puede dejar secuelas. Foto: Periódico Central

“VOY A REORDENAR MI VIDA”

Desgraciadamente nos tiene que pasar algo para que entendamos. La lección de Miguel fue muy dura, estuvo sobre un hilo entre la vida y la muerte, pero le sirvió para querer poner su vida en orden.

Siempre pensaba que se vive un día a la vez y así lo sigue creyendo, aunque ahora sabe que se tiene que preocupar por el futuro. “¿Si yo me hubiera muerto, qué hacía mi familia? No me despedí de ellos, no les pude decir qué tenía, dónde o qué debía”. En cuanto se recupere, hará su testamento.

Miguel sabe que las personas no escarmientan en cabeza ajena, y aunque espera que su testimonio sirva para hacer conciencia y que los incrédulos dejen de pensar que el virus no existe, sabe que hay quienes no van a creer hasta que le toque a un familiar o un ser querido.

La esposa, hija y yerno de Miguel también dieron positivo a COVID-19, pero se aislaron de inmediato. Afortunadamente la situación no pasó a mayores.

Miguel sabe que hay más compañeros del Hospital de Traumatología y Ortopedia que dieron positivo y que, lamentablemente, un camillero perdió la vida.

Por ello, hizo un llamado a los directivos y autoridades a no esconder los casos: que nos hablen con la verdad”.

DONARÁ SU PLASMA

Miguel Portal donará su plasma para que sea investigado. Se siente agradecido y afortunado por esta segunda oportunidad de vida y quiere aportar con algo para que otras personas también la tengan.

Tiene mes y medio de incapacidad, pero seguramente necesitará más tiempo, porque va a ir a rehabilitación para recuperar la fuerza y movilidad de sus extremidades. De momento, en su casa hace ejercicio con globos para ayudar a sus pulmones.

Está listo para regresar y hacer su trabajo con más corazón y humanidad que nunca, porque él mejor que nadie sabe que no es lo mismo estar en un hospital como enfermero que como paciente.

También se ha preparado psicológicamente para ser rechazado, sabe que no faltará quien “le haga el feo”. Afortunadamente, cuando acudió a su cita al Hospital de San José, después de ser dado de alta, los compañeros que lo conocen lo saludaron “de lejitos” y le mostraron su aprecio: “nos da gusto tenerte de vuelta, me gustaría abrazarte”, le dijeron.

A Miguel le faltan tres años para jubilarse. Esto que le pasó, lo dejará marcado de por vida y no se lo desea a nadie: “es desgaste familiar es muy grande”.

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