Planeo despertar, pronto, con ganas de despertar, sintiendo las mantas como un abrazo que detiene las posibilidades de correr cuando la gente no ha salido aún con sus perros y hay una neblina perezosa que mis piernas disipan. El frío matutino sonrojará mis mejillas y los dedos entumidos por no haber escrito hace semanas comenzarán a estirarse y me pedirán que les corte las uñas estorbosas para poder empezar algo, que puede ser una afrenta contra la página en blanco o una cobija. Me gusta coser y hago cobijas, quizá por que ha sido un invierno muy largo y aunque el sol se asoma, me he vuelto precavida y temblorosa, y les guardo a las vacas flacas el heno en el granero por si, de nuevo, la cosecha se inunda de agua salada y finales inesperados.
Voy a cantar sin pensar en aterrizar en la nota correcta, eligiendo la canción que mejor le quede a la caída del agua en la regadera, y por una vez no pensaré en el orden obsesivo que tengo para todo, y quizá me comeré el postre antes que la ensalada y pensaré que esos son los premios de la adultez. Me vestiré como una adolescente y me negaré a cubrirme las heridas, hablaré con uno o dos extraños y seré una persona diferente para cada uno, aunque siempre, en el fondo igual. “Todos queremos conectar”, les diré alegremente, y alegremente me tomaré una copa de vino espumoso que no será añejado ni complejo ni nada de nada, sólo burbujas dulces para escalofriarme con más facilidad, para dejarme rozar y mirar y sonrojarme como una niña que aprende a coquetear y cuyo encanto reside en su ignorancia.
Quiero salir de este cuarto al mundo que me espera, mirarme en cada espejo sin juzgar mi atroz vanidad y aspirar los aromas del mercado de especias. Voy a comprar juguetes y armar de nuevo edificios sin planear quién los habitará y, si una noche camino dormida y los destrozo, no me lo reprocharé. Voy a escribir poemas que no rimen, usar calcetines que no combinen, planearme diez futuros improbables, ver la película más estúpida de la cartelera. Voy a usar un nuevo apodo y un paraguas con agujeros, voy a tocarme como a un piano y a bailarme como a un tango, voy a perdonarlos a todos, soltar el papalote y suspirar sin saber por qué.
Planeo irme a dormir, pronto, agotada, guiñándome el ojo por algún dulce secreto, con la misma ropa de ayer pero con el sueño de mañana.