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Francisco Ortiz Pinchetti

01/05/2020 - 12:04 am

La risa, remedio infalible

Igualmente me parece, sin embargo, que recurrir al humor cuando se está enclaustrado y solo, no es cosa fácil.

Me parece, sin embargo, que recurrir al humor cuando se está enclaustrado y solo, no es cosa fácil. Foto:John Minchillo, AP.

En el viejo Selecciones del Reader’s Digest  había –o hay— una sección fija que yo me devoraba apenas llegaba mi padre a la casa con la revista y que así se llamaba: La risa, remedio infalible. Lo recordé al leer las recomendaciones de la eminente sicoanalista Marie-France Patti, autora de un libro sobre el humor que es referencia mundial (El humor, un reto a la incertidumbre). En estos tiempos de coronavirus y encierro, ella compara la risa con un salvavidas.

Entrevistada por Anne Marie Mergier para el semanario Proceso de esta semana, la especialista explica que recurrir al humor sin moderación, dejarle las riendas sueltas, es un acto de sobrevivencia salvador.

Dice que lo que experimentamos actualmente es una situación extrema que genera una angustia máxima. “Vivimos confinados en nuestras casas, aislados los unos de los otros, bajo la amenaza permanente de un enemigo invisible. La muerte está ahí, se perfila, merodea, está al acecho…”

Y da el remedio:

“Prender radio y televisión, leer la prensa impresa o digital nos expone a un flujo continuo de informaciones trágicas que agudiza aún más esa ansiedad. Nos sofocamos agobiados por la letanía diaria del número de muertos, contaminados, hospitales saturados, mascarillas y guantes de protección faltantes… Frente a semejante tsunami de noticias catastróficas, difícilmente soportable, el humor es una bocanada de aire fresco, un escape capital, un salvavidas…”

Le creo a pie juntillas, como se decía antes. Y estoy totalmente de acuerdo. Pienso que la pandemia maldita que nos tiene en cuarentena –y en ascuas— debe tomarse absolutamente en serio. No es juego. Cualquier exageración en las precauciones que tomemos es poca. Igualmente me parece, sin embargo, que recurrir al humor cuando se está enclaustrado y solo, no es cosa fácil.

Así que me puse a buscarle.

Las columnas diarias de Catón en el Reforma nos suministran una inyección cotidiana de humor picante a través de sus chistes, por ejemplo. No me explico de dónde saca tantos cuentos este admirable periodista y escritor coahuilense, cuya cantera de ocurrencias chistosas parece inagotable. De lo que estoy cierto es que es un buen abrevadero de agua fresca.

Recurso obvio es hurgar entre los libros en busca de alguna literatura de humor, que por supuesto la hay. Referencia ya clásica son los textos inigualables de Jorge Ibargüengoitia, como sus novelas Estas ruinas que ves (Ed. Novaro, 1975), o Los pasos de López (Ed. Océano, 1981), por citar sólo dos. La verdad es que cualquiera otra es igualmente divertida, incluida Las muertas (Joaquín Mortiz, 1977)pese a narrar una historia tan terrible como la de las famosas Poquianchis, las cuatro hermanas lenonas de San Francisco del Rincón, Guanajuato.

Y ya que hablamos de humor del bueno, acabo de releer La Gota de agua (Plaza & Janes, 1984) novela breve de Vicente Leñero, una de cuyas grandes virtudes fue no tomarse nunca demasiado en serio. En este texto, el dramaturgo, narrador y periodista, que además era ingeniero civil, cuenta sus peripecias a raíz de que la falta de agua potable en San Pedro de los Pinos, donde vivió siempre, lo llevó a la idea de instalar un tinaco en el patio de su casa que sirviera de cisterna. Los obstáculos y sinsabores que se sucedieron en tan noble y simple empeño lo hacen a uno desternillarse de risa, como también se decía antes.

A falta del célebre Ja Já, un pasquín semanal de puros cuentos colorados que durante décadas editó la casa Excélsior hasta que Julio Scherer García le dio cuello al llegar a la dirección general del periódico, podríamos recurrir ahora a publicaciones similares a través del Internet. Siempre hay manera de encontrar algo. Y entre más bobos, mejor.

Por mientras les regalo estos cinco chistes tontos, que encontré por ahí, para que se rían un rato (o me la mienten, lo que también sirve de desahogo):

1.

—¿Por qué las focas del circo miran siempre hacia arriba?

— Porque es donde están los focos.

2.

— ¡Camarero! Este filete tiene muchos nervios.

— Normal, es la primera vez que se lo comen.

3.

—¿Por qué los diabéticos no pueden vengarse?

—Porque la venganza es dulce…

 

4.

Le dice una mujer a su hijo:

—Me ha dicho un pajarito que te drogas.

—¡La que se droga eres tú, mamá, que hablas con los pajaritos!

5

—¿Cuál es el servidor público que más se ríe?

—El barrendero, porque siempre va riendo.

La otra es morirse de risa al mirarse uno mismo asomado por la ventana para ver si ya se fue la pandemia.  Válgame.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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