La chatarra y la alteración de la conducta

01/05/2012 - 12:01 am

La nutrición es considerada como elemento esencial de la salud física, pero la nutrición también deber ser considerada parte fundamental de la salud mental. Existe suficiente evidencia científica para demostrarlo.

En un entorno internacional y, especialmente en el nacional, donde los hábitos alimentarios se han visto deteriorados por falta de acceso a alimentos saludables y su sustitución por alimentos y bebidas altamente procesados, con altos contenidos de aditivos sintéticos, azúcar, grasas y sal, los daños a la salud física van acompañados de daños a la salud mental.

Enfrentar estos daños de manera preventiva, requiere de estructuras democráticas donde el saber aplicado a la protección de la salud pública, tanto física como mental, se imponga sobre los intereses  económicos y de poder de las grandes corporaciones de los alimentos y las bebidas.

Un ejemplo de este proceso democrático se ha dado en el Reino Unido. El parlamento ha establecido un Forum por la Alimentación y la Salud en el que participan parlamentarios, instituciones de investigación y enseñanza, especialistas independientes, empresas y organizaciones no gubernamentales. En 2008, después de un largo proceso de reuniones con especialistas y revisión de la literatura científica, este organismo publicó su reporte “El vínculo de la alimentación con el comportamiento: la influencia de la alimentación en la salud mental”.

Entre las recomendaciones presentadas al gobierno destacamos la siguiente:

– Recomendamos que deben introducirse regulaciones para prohibir todos los colorantes artificiales y conservadores no esenciales en los alimentos y bebidas.

Esto llevó a que el gobierno inglés recomendara a los fabricantes establecer una autopohibición en el uso de los colorantes amarillo 6 (ocaso), amarillo 5 (tartrazina), rojo 40 (allura), 4R Ponceau y carmoisín. Los fabricantes que no retiraran estos colorantes de sus productos tendrían que poner en las etiquetas, por regulación, una leyenda que adviertiera a los consumidores que contienen un colorante que puede provocar hiperactividad o déficit de atención. Si la medida hubiera quedado en la solicitud de la autoprohibición, parte importante de las empresas no lo hubiera hecho, fue la obligación de usar en el etiquetado la advertencia lo que llevó a la remoción de los colorantes en la mayor parte de los productos. En una visita más o menos reciente a Inglaterra sólo encontramos un producto que contenía uno de estos colorantes, se trataba de una bebida energizante de color anaranjado brillante de nombre comercial: :“Glucolade”. Como nos lo pudo confirmar Sue Davis, encargada de alimentación de la organización de consumidores “Which”, la más importante del Reino Unido, sólo ese producto estaba utilizando uno de los colorantes identificados con provocar cambios en la conducta; habían desaparecido del resto.

Diversos estudios han demostrado que el consumo de productos con la presencia de estos colorantes provoca hiperactividad y déficit de atención. Estas alteraciones de la conducta impiden la atención, la concentración y el trabajo en equipo. Una de sus consecuencias inmediatas es que no sólo impactan en la persona que los consume sino también en el ambiente en el que se desarrolla. De especial interés es el caso del impacto que estos colorantes pueden generar entre los estudiantes y el ambiente escolar y las dificultades que esto puede generar para el aprendizaje y las labores de docencia.

En julio de 2011, en El Poder del Consumidor, dimos a conocer un estudio que realizamos con una muestra de alimentos procesado y bebidas que habíamos adquirido al interior de los planteles escolares en México. El 58% de los productos contenían uno, dos o hasta tres de estos colorantes. Hay que señalar que los alimentos y las bebidas se adquirieron en las escuelas durante la primera etapa de la aplicación de los lineamientos que regulan la venta de alimentos y bebidas al interior de los plateles educativos. La primera versión de los lineamientos contenía una lista de categorías de alimentos y bebidas que no podrían venderse en las escuelas, la aplicación de estos listados hubiera sacado de las escuelas gran parte de estos productos y hubiera contribuido a volver realidad el Acuerdo Nacional por la Salud Alimentaria que se propuso que las escuelas promovieran buenos hábitos alimentarios. Actualmente, la presencia de alimentos altamente procesados va en sentido contrario de ese propósito, aunque los productos tengan menos azúcar, grasas y sal, los escolares no se están educando a hidratarse con agua y a comer más frutas, verduras y cereales integrales. La alteración de la versión original de los lineamientos se debió a la intervención de un sector del gobierno federal a favor de los intereses de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas.

Fuimos más allá de los alimentos y bebidas que se vendían en las escuelas y analizamos papillas proporcionadas por diferentes programas de asistencia alimentaria del gobierno y encontramos que utilizan estos colorantes sintéticos como parte de los ingredientes. Algunos ejemplos son Nutrisano, complemento alimenticio para niños y niñas, Complemento alimenticio para bebés de 6 a 24 meses o Sure Nutrition, suplemento alimenticio infantil para niños de 1 a 10 años.

En julio de 2012 demandamos a la SEP la salida de las escuelas de estos productos y a la Secretaría de Salud el etiquetado de todos los productos que contengan estos colorantes. A la Secretaría de Salud ya le habíamos solicitado analizar el impacto de estos colorantes, nos respondió que lo haría. Salud no ha dado respuesta y la SEP mantiene estos productos al interior de los planteles.

Los productos que se comercializan para niños y niñas contienen mayor cantidad de colorantes, al tiempo que presentan mayores cantidades de azúcar, grasas y sal. Todo ello significa un deterioro de los hábitos alimentarios, una menor ingesta de alimentos saludables y, por lo tanto, daños a la salud física y mental. Como veremos en próximas entregas, el consumo regular y alto de comida chatarra también contribuye a una mayor violencia.

Con la colaboración de Xaviera Cabada, nutrióloga, coordinadora de Salud Alimentaria de El Poder del Consumidor.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas