Jorge Alberto Gudiño Hernández
01/04/2023 - 12:05 am
¿En qué piensan?
Hay alguien que, antes de dormir, pese a todo su cinismo, cuando cierra los ojos, no puede sino pensar que estaba en sus manos evitar algo de ese dolor, de ese sufrimiento, de esas injusticias y esas muertes.
Más allá del dolor y la indignación ante la muerte de casi cuarenta migrantes, de la discusión en torno a la responsabilidad y de la vergüenza ajena que genera el que nadie se haga cargo de lo sucedido, una imagen se ha quedado grabada en mi mente. La de ese video de unos cuantos segundos que circuló en las redes. Se ve a los migrantes encerrados cuando ya ha comenzado el fuego; también, a un par de policías que ni siquiera se dignan a voltear hacia la celda; y el intento desesperado de quien golpea la reja para ver si puede abrirla.
Me quedo con esos dos policías. ¿En qué estaban pensando? Son tantas las posibilidades que no puedo sino considerar unas cuantas hipótesis. Desde las que los exculpan, pues ellos estaban convencidos de que el incendio no pasaría a mayores, hasta las que los condenan, pues consideraron que la vida de esas personas no valía la pena el mínimo riesgo que significaba abrir la celda.
¿Y luego? ¿En qué pensaron cuando supieron que por su desidia, desinterés o por seguir alguna orden absurda murieron quemadas treinta y tantas personas? ¿En qué pensaron al llegar a su casa, cuando se encontraron con sus familias? ¿En qué pensaron cuando vieron a la cara a sus hijos (si es que los tienen), a sus esposas, a sus madres?
¿Y más tarde? ¿En qué pensó quien ordenó no abrir las celdas? ¿Cómo le hizo para dormir esa noche o las siguientes sabedor de que, unas cuantas palabras suyas habrían bastado para salvar la vida de decenas de personas? ¿O fue al contrario, en lugar de pensar en eso su mente comenzó a fraguar excusas y justificaciones para convencerse de que no había sido culpable?
Me temo que, tristemente, eso es justo lo que ha sucedido. Con él y con el jefe del jefe y su jefe y el que manda sobre todos ellos. Encuentran las palabras para decirlo en público. Echan culpas, se desmarcan, esquivan las acusaciones, mienten e intentan modificar la percepción de los otros.
Sin embargo, en su fuero interno, saben bien cuál es, ha sido y será su responsabilidad. Hay alguien que, antes de dormir, pese a todo su cinismo, cuando cierra los ojos, no puede sino pensar que estaba en sus manos evitar algo de ese dolor, de ese sufrimiento, de esas injusticias y esas muertes.
Al menos, es lo que quiero creer. Porque me niego a suponer que esa serie de personas, desde quien cerró la reja hasta quien otorgó contratos, desde quien dio una orden hasta quien repartió culpas, desde quien huyó al día siguiente hasta quien se rio de lo sucedido, fueron incapaces de sentir alivio al ver que nadie iría por ellos.
No creo en fantasmas, pero ojalá los de esos 39 migrantes se les aparezcan todas las noches para recordarles que ahí están, que no pueden sino pensar en ellos.
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