Llega a Netflix la segunda parte de la nueva serie de Shinichiro Watanabe, creador de la mítica Cowboy Bebop, que pronto tendrá una adaptación en acción real también de la mano del gigante del streaming.
Por Francesc Miró
Madrid, 1 de febrero (ElDiario.es).– Netflix parece haber pisado el acelerador lo que anime se refiere: hace ya un tiempo que apuesta por convertirse en la plataforma generalista con el más amplio catálogo de animación japonesa, contentando a un nicho de mercado fiel y en auge.
De hecho, abren el año con unos cuantos estrenos importantes: Ni no Kuni, adaptación en forma de largometraje del universo creativo de los videojuegos homónimos. Una saga de culto por tratarse de videojuegos de rol desarrollados conjuntamente por Level-5 y Studio Ghibli, responsable de películas como El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke. Y además, también en enero llegarán nuevos episodios del remake de Saint Seiya: Los Caballeros del Zodiaco.
Suman así un catálogo que ahora cuenta con algunos de los títulos contemporáneos más importantes del género: Naruto, Jojo’s Bizarre Adventure, Psycho-Pass, Ataque a los titanes, Death Note, Full Metal Alchemist, Neon Genesis Evangelion…
Entre sus últimos fichajes del 2019 destacaba Carole y Tuesday. Hablamos de la nueva serie de Shinichiro Watanabe, creador de Cowboy Bebop, cuya segunda y concluyente temporada llega ahora a la plataforma. Se trata de uno de los animes esenciales de la temporada: absolutamente brillante en lo formal, pero también consecuente con un discurso político que le va como anillo al dedo a los tiempos que vivimos.
CANCIONES PARA CONECTAR UN MUNDO DESCONECTADO
La última obra de Watanabe se ambienta en un futuro no muy lejano en el que la Tierra se ha convertido en un erial sin recursos naturales. La mayoría de sus habitantes intentan llegar a Marte, que es por entonces un planeta colonizado y modernizado.
En este escenario, una música callejera llamada Carole pasa las tardes tocando el piano a cambio de la voluntad, una pasión que combina con trabajos precarios para poder subsistir. Un día conoce a Tuesday, una joven de familia rica que se ha escapado de su casa con la firme voluntad de dedicarse a lo que más ama: tocar la guitarra. Juntas empiezan a componer canciones y colgarlas en redes. Pronto llaman la atención de una industria musical tan sometida a cambios y modas como la que conocemos en el mundo real.
No es la primera vez que Watanabe utiliza la música como elemento vertebrador de una trama, se diría que es un elemento inseparable de su concepción artística. En su serie más célebre, Cowboy Bebop, la compositora Yoko Kanno y el grupo que lideraba, The Seatbelts, grabaron hasta siete discos en torno a una banda sonora que se metía hasta las entrañas del desarrollo narrativo de sus protagonistas. Y algo muy parecido pasaba con Samurai Champloo, otra obra destacada: allá donde la primera había utilizado el jazz, esta utilizaba el rap como elemento para ambientar un jidaigeki -drama de época y espadazos nipón- modernizado.
En ese sentido, Carole y Tuesday se constituye en sintonía con estos grandes trabajos, pero más cerca de obras menos conocidas de Watanabe como Kids on the Slope: una serie que narraba la creación de una banda amateur de jazz, y cómo esta ayudaba a tres jóvenes a abrirse y superar sus problemas afectivos y relacionales.
En ese sentido, esta nueva serie anime de Netflix se puede leer como la aproximación más emotiva de Watanabe hasta la fecha al mundo de la música. Carole y Tuesday se presenta como un canto por la sororidad y la empatía en un mundo desconectado, en el que los problemas sociales se viven a través de una pantalla, y afectan siempre “a los demás”.
Convertidas en “los demás”, las dos protagonistas aprenden a combatir la precariedad y el presentismo que impone un futuro incierto, con lo único que tienen: su amistad y talento. Solo apoyándose la una en la otra son capaces de afrontar los retos que supone ser músico -y por tanto querer vivir de un oficio creativo-, en un mundo dominado por gigantes empresariales que generan melodías mediante algoritmos.
En esta ocasión, además, Watanabe pilota el barco a cuatro manos con Motonobu Hori, prestigioso animador que ha trabajado con directores como Rintaro o Katsuhiro Ôtomo. La combinación de ambos talentos da como resultado una propuesta que se mantiene fiel a la comprensión “musical” de la narrativa del primero, con una obsesión por lo visual del segundo. Ambos convierten esta obra en un verdadero regalo para los ojos y los amantes de la animación de cualquier condición.
MÚSICA CONTRA EL ODIO
Es menester, con todo, añadir que la serie evoluciona en sus supuestos narrativos hasta términos que, no por menos simples, resultan menos sorpresivos. Carole y Tuesday defiende un discurso muy claro, despojado de artificios pero eficaz. A medida que sus tramas van ganando en complejidad crece en ella un subtexto contra el racismo y las políticas del odio de lo más pertinente en los tiempos que corren.
Marte es aquí un planeta que recibe refugiados de la Tierra. Estos, sin embargo, no tienen las mismas oportunidades que los nacidos en el planeta rojo. De hecho, el auge de una política de ultraderecha -madre de Tuesday para más inri- que se presenta a unas elecciones presidenciales vociferando contra la migración y llevando a cabo políticas de deportación y presidio, establece no pocas semejanzas con el la era Trump en Estados Unidos.
No contento con mojarse en esto, este anime también se preocupa por construir el retrato de una industria musical voraz con el individuo y el talento. Un relato inclusivo que da voz a personajes de género no binario, abiertamente LGTBI o racializados, y por tanto objetivo de diferentes opresiones. E incluso por sostener discursos sin medias tintas sobre las relaciones virtuales y el peligroso empoderamiento del fan tóxico en la cultura pop.
Todo contribuye a dotar a Carole y Tuesday de un aire en apariencia menos profundo que otras creaciones de Watanabe, pero también más en sintonía con un tono abiertamente esperanzador que aboga por la honestidad de intenciones. Una obra íntimamente conectada a un sentir de los tiempos que bien necesita series de animación así de comprometidas.