Este estudio halló una relación de base psicológica entre los conductores temerarios, la comida chatarra y el consumo excesivo de bebidas energéticas.
Madrid, 1 de enero (Europa Press).- Un nuevo estudio psicológico a largo plazo sobre conductores ha descubierto una asociación entre las condenas por conducir, los accidentes y los comportamientos cotidianos, como comer comida basura o consumir alcohol. Los investigadores también han descubierto pruebas de que esta relación está asociada a una variación genética en el metabolismo de la serotonina, el mismo neurotransmisor al que se dirigen muchos antidepresivos. Esto sugiere que el comportamiento de riesgo en la conducción y en la vida puede tener una base psicológica común.
En un estudio innovador, presentado en la 34ª conferencia anual del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP) –la principal organización europea de neurociencia aplicada–, los investigadores del equipo del profesor Jaanus Harro, de la Universidad de Tartu (Estonia), combinaron datos psicológicos, genéticos y bioquímicos del exclusivo Estudio Psicobiológico Estoniano sobre el Comportamiento en el Tráfico con registros policiales y de seguros.
Un total de 817 conductores (49.2 por ciento hombres, 50.8 por ciento mujeres) participaron en el estudio. A lo largo de un periodo de tiempo completaron cuestionarios para medir factores como la impulsividad y la agresividad: además, se sometieron a una serie de análisis de sangre y genéticos.
Al relacionar estos resultados con las bases de datos de la policía y los seguros, los investigadores empezaron a descubrir algunos de los vínculos asociados a la conducción de riesgo.
Who drink at least one energy drink/week is twice as likely to break speed limit https://t.co/pc3BuNk4hB
— Giulio Magnifico (@giuliomagnifico) October 2, 2021
En su presentación, los investigadores han informado que 137 conductores que habían sido amonestados por exceder los límites de velocidad tendían a tener tiempos de reacción más rápidos, pero que también puntuaban más alto en agresividad física y verbal, realizaban una actividad física más extenuante y tenían un mayor consumo de comida basura (incluidas las bebidas energéticas).
El investigador principal, Tõnis Tokko, destaca que pudieron detectar muchas asociaciones entre la asunción de riesgos cotidianos y la conducción arriesgada. “Por ejemplo, descubrimos que los sujetos que tomaban bebidas energéticas al menos una vez a la semana tenían el doble de probabilidades de conducir con exceso de velocidad que los que no las tomaban con tanta frecuencia”, apunta.
“Creemos que el consumo de bebidas energéticas puede estar relacionado con una necesidad de excitación, en lugar de que las propias bebidas sean una causa directa de las infracciones de tráfico; la estructura psicológica subyacente de los conductores puede llevarles tanto a acelerar como a querer consumir más bebidas energéticas o comida basura –explica–. Del mismo modo, nuestras pruebas psicológicas demostraron que los que tenían una capacidad de decisión rápida eran un 11 por ciento más propensos a conducir con exceso de velocidad, y los que buscaban más la excitación eran un 13 por ciento más propensos a conducir con exceso de velocidad”.
Según este experto, “el historial de conducción es una plataforma excelente para estudiar la regulación del comportamiento; la mayoría de la gente conduce, y las condenas o los accidentes de tráfico son registros objetivos, que permanecen en las bases de datos. Descubrimos que existen asociaciones significativas entre el comportamiento de riesgo en el tráfico y una serie de comportamientos de estilo de vida, como la realización de ejercicio extenuante, el consumo de alcohol o el consumo de comida basura y bebidas energéticas”, añade.
Los investigadores también analizaron los rasgos genéticos de los conductores voluntarios y descubrieron que ciertas variantes de un gen que controla el transporte de serotonina (el polimorfismo 5-HTTLPR) estaban asociadas a la conducción de riesgo. La serotonina es el neurotransmisor que se cree que está implicado en la depresión y que también está regulado por muchos fármacos antidepresivos.
“Descubrimos que ciertas variantes genéticas se asocian a comportamientos de riesgo tanto en la conducción como en otros ámbitos de la vida; pero se trata de un hallazgo inicial y aún debe confirmarse”, resalta Tõnis Tokko.
El Estudio Psicobiológico Estoniano del Comportamiento en el Tráfico es un estudio a largo plazo que empezó a recoger datos en 2001; se cree que es el único estudio a largo plazo del mundo que sigue a los conductores teniendo en cuenta la psicología y la biología relacionada. En un principio, su objetivo era identificar los patrones de comportamiento de los conductores ebrios y con exceso de velocidad para tratar de prevenir estos comportamientos, pero desde entonces se ha ampliado para considerar otros factores.
“Podemos seguir varios factores relacionados con la conducción a lo largo de los años, como el comportamiento psicológico, los análisis de sangre para comprender los cambios biológicos y la genética –explica Tokko–. También tenemos una idea firme de cuáles de estos conductores han cometido infracciones de tráfico o han tenido accidentes”.
De hecho, consideran que se trata de un sistema único. “Este estudio demuestra que las personas que son imprudentes en el tráfico también tienden a arriesgarse en otros ámbitos de la vida, y nuestra investigación demuestra que puede haber una tendencia biológica a este comportamiento”, destaca.