El Gobierno de la ciudad ha iniciado un programa para darles a algunas personas tanques o concentradores, que son máquinas que extraen oxígeno del aire y no necesitan ser recargadas. Pero no hay suficientes para todos y comprar una de las máquinas en el mercado privado es demasiado caro para la mayoría de las familias.
Por Diego Delgado
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Algunos residentes de la capital de México pasaron la víspera de Año Nuevo en filas que serpenteaban por una calle y doblaban una esquina, esperando llenar tanques de oxígeno para familiares enfermos de COVID-19.
La ciudad de nueve millones de personas ha experimentado un aumento en las infecciones por coronavirus y los hospitales de la ciudad están ocupados en un 87 por ciento, lo que agota el suministro de oxígeno.
Eso ha dado lugar a largas filas y aumentos de precios que hacen que sea difícil o imposible para algunos rellenar tanques que, en algunos casos, duran solo unas pocas horas.
Blanca Nina Méndez Rojas esperaba en la fila el jueves para recargar el tanque de su hermano, quien recientemente fue dado de alta de un hospital público luego de contraer COVID-19.
“Ahorita lo dejamos desconectado (del oxígeno), entonces él tiene que estar totalmente recostado para que no se agite y no tenga ningún problema en lo que llegamos con el tanque”, dijo Méndez Rojas, señalando que hace dos semanas “una recarga costaba 70 pesos (3,50 dólares), y ahorita son 150 pesos (7,50)”.
En una ciudad donde la gente tiene miedo de ir a los hospitales y los que van tienen problemas para encontrar una cama, se convierte en una cuestión de vida o muerte.
Juan José Ledesma, un jubilado de la Ciudad de México, se enfermó junto con su esposa e hijo. Cuando su prueba dio positivo el 16 de diciembre, tuvo que quedarse en casa y consultar a un médico privado porque el hospital local no tenía espacio.
“He tomado medicamentos bajo la situación privada, porque acudimos a un centro de salud y no había capacidad” porque había demasiada gente llegando a recibir tratamiento, agregó Ledesma.
Desde entonces, su hijo —que ya se recuperó— ha tenido que salir tres o cuatro veces al día para intentar rellenar el tanque de oxígeno de su padre.
“Pues sí el costo ha subido, pero de dos a tres veces”, dijo Ledesma. Reflexionando sobre el problema, llora levemente. “Pienso en las zonas rurales, que sea un poco más difícil, pero más difícil, y por ende tienen que esperar un poco más si realmente no pueden” solventar este gasto.
Iván, un empleado de una tienda de recargas de oxígeno que solo dio su primer nombre porque sus jefes no le autorizaron a hablar con los reporteros, reconoció que a veces hay tanta gente esperando, desesperada por el oxígeno, que no pueden llenar todos los tanques completamente.
“Hay veces que el oxígeno no nos alcanza para poder llenar los tanques completamente para toda la gente. Hay veces que tenemos que reducir el llenado para que toda la gente que viene atrás pueda también llevarse algo de oxígeno para su familiar o sus pacientes”.
Para colmo de problemas, los funcionarios de la ciudad han hecho poco para combatir los aumentos de precios que duplicaron o triplicaron el precio de una recarga, pero cerraron un mercado negro en el que los productores de oxígeno de grado industrial vendían tanques para uso médico. El oxígeno industrial, que se utiliza para operar sopletes de acetileno, no es tan puro como el gas de grado médico.
El Gobierno de la ciudad ha iniciado un programa para darles a algunas personas tanques o concentradores, que son máquinas que extraen oxígeno del aire y no necesitan ser recargadas. Pero no hay suficientes para todos y comprar una de las máquinas en el mercado privado es demasiado caro para la mayoría de las familias.
Antes de la pandemia, las máquinas básicas costaban unos 900 dólares, pero desde entonces los precios han subido a 1.500 o más.
“Los concentradores se han ido por las nubes, se está lucrando demasiado con los concentradores”, dijo Méndez Rojas.