Cuatro años y medio después de que los británicos votasen en un referéndum a favor del Brexit, el Reino Unido ha iniciado una nueva era al estar sujeto a sus propias leyes, bajo jurisdicción de sus tribunales, con control de sus aguas y la libertad de negociar acuerdos comerciales con países fuera del bloque comunitario.
Ciudad de México, 1 de enero (EFE).- La Unión Europea (UE) y el Reino Unido han materializado este viernes, con la entrada del 2021, su completa separación después de casi medio siglo juntos y ahora tendrán que aprender a vivir el uno sin el otro.
El Reino Unido ha quedado fuera del mercado único y la unión aduanera al terminar el periodo de transición iniciado el 31 de enero de 2020, cuando el país abandonó oficialmente la UE.
Así, cuatro años y medio después de que los británicos votasen en un referéndum a favor del Brexit, el Reino Unido ha iniciado una nueva era al estar sujeto a sus propias leyes, bajo jurisdicción de sus tribunales, con control de sus aguas y la libertad de negociar acuerdos comerciales con países fuera del bloque comunitario.
LA CUESTIÓN ESCOCESA
La separación ha sido recibida con pesar en Escocia, donde su ministra principal, Nicola Sturgeon, instó a la UE, en un tuit, a “mantener una luz encendida” porque Escocia “volverá pronto”.
La líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP) ha reiterado su voluntad de luchar por lograr que una Escocia independiente vuelva, eventualmente, a adherirse al bloque comunitario.
Superado el proceso de la desconexión, al Gobierno de Boris Johnson le tocará lidiar con las exigencias de los nacionalistas del SNP de celebrar otro referéndum de independencia, promesa que Sturgeon espera hacer a los escoceses de cara a las elecciones al Parlamento de Edimburgo que se celebrarán en mayo de este año.
El divorcio de la UE no es una sorpresa. El Reino Unido se mostró siempre reticente a una mayor integración europea, sobre todo política y monetaria, hasta el punto de que consiguió mantener su libra esterlina y quedar fuera de la divisa comunitaria.
COMIENZO DE LA NUEVA ERA
La tranquilidad reinaba este viernes en el puerto de Dover y en la entrada del Eurotunnel, cruces desde Inglaterra a Francia, en el comienzo de una nueva era tras consumarse el divorcio.
Un camión a cargo del transportista Slavi Ivanov Shumeykov fue el primero en iniciar esta etapa al superar en la localidad de Folkestone, en el sureste de Inglaterra, los controles del Eurotunnel, el túnel por debajo del canal de la Mancha, a las 23.00 GMT del jueves, el momento en que se materializó la ruptura.
Los primeros transportistas procedentes de la localidad francesa de Calais entraron en Folkestone después de las 00.20 GMT de este viernes, según los medios locales.
EU SIN UNA MOCHILA A SU ESPALDA
Por su parte, Bruselas amanece este 1 de enero sin una pesada mochila a su espalda por primera vez en casi medio siglo. Y es que la mochila del Reino Unido llevaba agua y víveres -importantes contribuciones al presupuesto comunitario y toda la fuerza de la diplomacia británica- pero a ratos parecía almacenar también piedras y suponía una pesada carga para el avance e integración europeos.
La UE abre un año en el que el Brexit no copará la agenda ni tapará otras prioridades que se han ido dejando de lado, pero también quedarán al descubierto agujeros en la integración que han estado hasta ahora a la sombra de la salida británica.
El bloque comunitario tiene motivos para el optimismo: sus miembros se han mantenido ampliamente unidos durante la negociación de la relación futura con los británicos como ya habían hecho en los dos años anteriores mientras se definían los términos de su salida.
INTEGRIDAD DEL MERCADO ÚNICO
El acuerdo logrado en el último suspiro en Nochebuena logra mantener la integridad del mercado único y, sobre todo, permite un salto controlado del final del periodo de transición al primer día de la nueva relación, algo que nunca estuvo garantizado durante las tormentosas negociaciones en 2020.
En un año de pandemia global, ha logrado también poner en marcha iniciativas clave, como su presupuesto para los próximos siete años -el primero en medio siglo sin la cuantiosa aportación británica- y un fondo de recuperación basado en la emisión de deuda pública por parte de la Comisión, un plan del que costó sangre, sudor y lágrimas convencer a los países más escépticos ante este tipo de integración. Y entre ellos, probablemente, hubiera estado el Reino Unido de haber sido aún un Estado miembro.
Aunque la Unión se ha quitado de encima un lastre euroescéptico, afronta ahora el reto de establecer nuevas dinámicas entre sus Estados miembros, que en el próximo año afrontarán la marcha de la política de una líder como la canciller alemana Angela Merkel y la necesidad de poner en valor los principios del Estado de derecho ante los desafíos desde el este del continente, con un nuevo instrumento para vincular el desembolso de fondos comunitarios a su cumplimiento.
También tendrán los Veintisiete que construir una nueva relación con los Estados Unidos pos-Trump o continuar la lucha contra el coronavirus conjugando los impulsos y decisiones soberanas de países que han tenido experiencias muy diferentes con la pandemia.
Pero, sobre todo, a la UE le toca continuar su debate interno y eterno sobre qué quiere ser de mayor en un mundo de gigantes en el que quien hasta ahora era un amigo y compañero de fatigas al otro lado del canal de la Mancha se ha vuelto un competidor.