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Feliz año, pero agárrese: en 2018, el salario de los mexicanos será uno de los más indignantes de AL

01/01/2018 - 12:05 am

#ANUARIO2017 | El cierre de 2016 en materia salarial no pintaba mal y, por el contrario, el aumento y el Monto Independiente de Recuperación rompían una tendencia de 40 años en la que el salario mínimo aumentaba uno o dos pesos o sólo centavos. Pero poco duró el gusto, ya que días antes de que terminara ese año, la Secretaría de Hacienda anunció la medida que terminaría por definir la situación económica de los mexicanos para los siguientes 12 meses: el aumento a las gasolinas y a la electricidad.

Desde el 1 de enero de 2017, la consecuencia de esa política pública fue innegable: se comió el aumento salarial. Los efectos se resintieron y el Coneval terminó por advertir: el gran efecto se hará visible en la medición de pobreza del periodo 2017-2019.

Ciudad de México, 1 de enero (SinEmbargo).– En su informe más reciente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) mostró la realidad de México y lo consideró como el país de América Latina con la peor evolución del salario real, con una estimación de caída de 12 por ciento.

La realidad salarial de 2017 pudo haber sido mejor, luego de que el salario mínimo de 73.04 pesos subiera a 80.04 pesos. Sin embargo, la liberalización de las gasolinas prevista en la Reforma Energética desató la inflación. Ante eso, el aumento salarial se diluyó ante ese efecto.

El golpe a la economía fue evidente y tras 12 meses en que la sociedad civil y el sector empresarial exigieran que para 2018 el salario se colocara por encima de la Línea de Bienestar considerada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la Comisión Nacional del Salario Mínimo (Conasami) hizo lo que para el colectivo Acción Ciudadana Frente a la Pobreza es “su coreografía de cada año”.

Con base en estudios de poca validación, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación (ASF), y con tan sólo anunciar su decisión final, la Conasami fijó el salario mínimo en 88.36 pesos y generó reclamos generalizados.

La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) dio a conocer la decisión gubernamental y, en un comunicado, planteó que el incremento no es suficiente para cubrir la Línea de Bienestar, pues cubrirá apenas 92.76 por ciento.

Ese aumento de 8.32 pesos es el más alto desde 1998, cuando se fijó un incremento salarial de 7.53 pesos. Desde entonces, los aumentos no rebasaron el tope de 3 pesos, de centavos e incluso disminuciones, como ocurrió en el sexenio de Vicente Fox Quesada.

El resultado de ese comportamiento salarial se proyecta en la pérdida del 11.11 por ciento del poder adquisitivo en los últimos cinco años, de acuerdo con cálculos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En entrevista con SinEmbargo, Héctor Rubio Trejo, responsable de Innovación e Incidencia de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, comentó que en el tema del salario mínimo y de los salarios en general en México, es necesario recuperar la dimensión humana porque, más allá de un tema de pesos y centavos, y de ajustes económicos, al final es un problema de derechos y dignidad.

Y en consecuencia, agregó, la situación salarial de 2017 permitió tirar los mitos que se generaron sobre el aumento o no.

“Si revisamos la evidencia disponible, nos vamos a dar cuenta que todos los otros precios de la economía aumentan: la gasolina, la electricidad, la canasta básica alimentaria y no alimentaria. Y lo que nunca ha aumentado es el salario. Por lo tanto eso ha servido como un freno de mano al resto de los salarios, pero poco ha tenido que ver con el control de la inflación. El aumento 2016-2017 nos permitió ver que fueron otras variables las que determinaron el aumento inflacional. El Banco de México lo dijo muy claramente: por un lado fue el tipo de cambio tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y, por el otro, los efectos de la Reforma Energética con el aumento de la gasolina y la electricidad”, dijo el especialista.

El índice de inflación, hasta septiembre de 2017, se ubicaba en 6.35 por ciento, un brinco importante luego de que en 2017 se situó en 3.36 por ciento.

Fue el propio Banxico el que llegó a la conclusión de que eran esos los elementos los que habían ocasionado ese aumento inflacionario, que nada tenía que ver el aumento al salario y que el aumento salarial no tuvo consecuencias negativas.

LA TRADICIÓN DE LA CONASAMI

“Pero lo que vimos fue la repetición, un año más, de la misma coreografía a la que nos ha acostumbrado la Conasami. Lo único que hizo fue adelantarla unos cuantos días, en lugar de llevarlo a finales de diciembre, hizo el anuncio en noviembre. Pero fue una coreografía, fue un adelanto de lo que ha ocurrido siempre, que anuncia el salario que no tiene sustento en evidencia”, agregó Rubio Trejo.

La Conasami cierra el año con un gran desprestigio en su espalda. Ya son varias las instancias que han cuestionado la labor de la Conasami, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que determinó que el ejercicio de los derechos humanos requiere necesariamente un sustento material y que dentro de las instituciones del Estado mexicano por el mandato y las atribuciones que tiene, es la Conasami la que debe garantizar ese sustento material mínimo.

La pobreza y la desigualdad es uno de los problemas que se han afianzado en México durante décadas. Según la última medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), referente al periodo de 2014-2016, 53.4 millones de personas son pobres y además, 8.6 millones más son vulnerables a ser pobres por sus ingresos; 62 millones de personas viven con un ingreso inferior a la Línea de Bienestar [el equivalente al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes] y 21.4 millones más, viven con un ingreso inferior a la Línea de Bienestar Mínimo [el equivalente al valor de la canasta básica alimentaria por persona al mes].

De manera lógica, se sabe que la pobreza se combate con empleo, pero en México habría que hacer la acotación de la calidad del  empleo, pues se necesitan mucho y bien pagados. En los últimos años, académicos y analistas han señalado que es el empleo el que destina a una vida en la pobreza.

El salario y su poder adquisitivo, los empleos y las prestaciones, son un problema que requerirá de medidas prontas e inteligentes que puedan dar a mujeres, jóvenes, hombres, personas de la tercera edad, una mejora en su calidad de vida y al país un mejor crecimiento.

Un estudio realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM, señala que en un contexto en el que las autoridades han participado en la imposición, durante décadas, de un salario que “año tras año alcanza para menos”, se ha observado una caída “ininterrumpida” del poder adquisitivo del salario desde la década de los 80.

En 2016, el valor de la canasta básica se situó en 218 pesos, pero con un salario mínimo no puede comprarse ni la mitad de la Canasta Alimenticia Recomendable para un hogar de cuatro personas y esa situación ya lleva varias décadas.

Del año 2000 al año 2017, el salario mínimo ha aumentado 42.14 pesos. De septiembre de 2012 a septiembre de 2017, el salario promedio aumentó sólo 1.7 por ciento.

De acuerdo con el Centro de Análisis Multidisciplinario, las horas que tiene que laborar diariamente un trabajador para adquirir la Canasta Alimentaria Recomendable pasan de ser 4 horas con 53 minutos en 1987, a 20 horas con 38 minutos para 2012 y 23 horas con 53 minutos en la actualidad.

“Con el salario mínimo y la imperiosa necesidad de conseguir la paga para la alimentación de la familia, a un trabajador mexicano le quedan siete minutos al día para realizar el resto de actividades, como transportarse, dormir, aseo personal, convivir con su familia, etcétera”, se afirma en el estudio realizado por el CAM.

México se ubicó en el último lugar de los 35 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en materia salarial: la mano de obra fue la peor pagada durante 2016.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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