Ninguno de los Presidentes de México ha dado cuenta de sus enfermedades ante sus gobernados, si es que las tienen. Los expedientes clínicos tanto del actual Primer Mandatario como de sus antecesores se encuentran clasificados como confidenciales por tratarse de asuntos de “datos personales”. De modo que el ser en quien recae el Poder Ejecutivo puede vivir sus dolencias en el más profundo secreto. Pero sus dolencias –así se ve en la trayectoria del poder en México– han afectado las decisiones de gobierno. Y por eso siempre surge el debate de si un Mandatario debe guardar para sí su estado de salud o este le pertenece a sus gobernados.
Ciudad de México, 30 de mayo (SinEmbargo).– De las enfermedades en la historia del poder, se sabe por los rumores, muchos rumores. Y así será porque el Estado Mayor Presidencial mantiene con la clasificación de “confidencial” los expedientes clínicos tanto del Presidente Enrique Peña Nieto como de sus antecesores. Además, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) ratificó esa clasificación en dos resoluciones.
Si es que las ha tenido, ningún Presidente de México ha informado de sus enfermedades. No hay antecedente de alguien que haya salido a decir: “Estoy mal de salud, discúlpenme”. Protegidos por la misma normativa de Transparencia y Acceso a la Información, desde 2001 no están obligados a presentar sus expedientes clínicos; de modo que sus dolencias han quedado en el más profundo secreto.
La salud de Enrique Peña Nieto, actual Presidente de la República, generó debate en 2013 cuando fue operado en el Hospital Militar por un nódulo tiroideo en la garganta que según los médicos fue benigno.
A partir de ese momento, la salud del Primer Mandatario se volvió un asunto suspicaz. A punto de cumplir medio siglo de vida, el próximo 20 de julio, su imagen está muy lejos de la que lo hizo popular en su etapa como Gobernador del Estado de México. Las fotografías tomadas a corta o mediana distancia no logran ocultar la delgadez, la angulosidad del rostro y las ojeras. No hay mucho de aquella vitalidad de 2010 o 2012.
La clasificación como confidencial de la salud de quien ostenta la figura presidencial quedó aún más sellada en el sexenio de Peña Nieto.
Un Tribunal colegiado en materia administrativa resolvió que el expediente clínico y el estado de salud del Presidente de la República son datos que deben permanecer como un asunto de carácter privado y reservado. En ello pesó que sin importar la persona o puesto que tenga “se debe privilegiar la protección de los datos personales como derechos humanos". Con tal resolución se cerraron las posibilidades jurídicas para conocer en el estado de salud, no sólo del Presidente, sino de cualquier funcionario del gobierno federal.
Cuando en México no existía el ámbito de la Transparencia, la migraña de Adolfo López Mateos (1958-1964) fue la enfermedad padecida en Los Pinos más conocida y legendaria. Acaso porque la lejanía del episodio ha permitido reunir más información que en cualquier otro caso. Esa jaqueca por un aneurisma (según Julio Scherer en “Calderón de cuerpo entero”, editado por Grijalbo) no fue pública mientras López Mateos tuvo la investidura presidencial. Una vez que dejó el poder, se regaron como cuentas de collar roto los datos de ese dramático cuadro: el hombre en la locura del dolor se postraba sobre su escritorio y tenía la única protección de la tiniebla. En el anecdotario se conoció que en algún momento, un amigo cercano (pudo haber sido el experiodista Mario Ezcurdia, quien era su jefe de Prensa, Q.E.P.D.) le dijo con intención de sacarlo del escollo: “El pueblo lo adora, Señor Presidente”. López Mateos contestaría: “Hay amores que matan”.
Otro Presidente con una enfermedad oculta, en un tiempo en que no había INAI, fue Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970). Vivió años enfermo, pero los ciudadanos sólo supieron de ello a través de rumores, muchos rumores. A mediados de marzo de 1979, le fue detectado un cáncer en el colon que se le regó hacia el hígado. Ese tumor acabó con su vida, a los 68 años de edad, en julio de ese mismo año. Cercana su partida, le entregó a su familia una serie de carpetas y cintas. El material reúne sus memorias. Por decisión de sus herederos, hasta hoy han permanecido inéditas.
La salud de los Presidentes en la modernidad ha propiciado preguntas ante el INAI, signo de que el asunto se encuentra en el interés nacional.
ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN (1994-2000)
Durante su Gobierno, su salud no fue un asunto que pasara al debate público. Pero la transformación física de Ernesto Zedillo cada vez fue más notoria. Poco a poco quedó atrás la imagen vital de la campaña de 1994, cuando sustituyó al candidato ultimado Luis Donaldo Colosio Murrieta, del PRI, y participó en el primer debate político televisado. Su cabello era muy negro. Ahora, cuando tiene 65 años de edad, luce encanecido. El 27 de noviembre de 2015, un ciudadano le solicitó a la Presidencia de la República, una copia del expediente clínico del ex Presidente, según la solicitud registrada con el folio 0210000156215. Le fue negado con el argumento de que esa información es confidencial debido a que se trata de datos personales y la persona sobre la que se preguntó es identificable.
VICENTE FOX QUESADA (2000-2006)
A veces, los rumores se vuelven incansables. El rumor de una enfermedad volvió a Los Pinos cuando Vicente Fox habitó ahí. Con él, había dos posibilidades: enfermedad neurológica o cáncer. Nada fue oficial. Todo quedó oculto. El dicho más fuerte fue que en el último tramo del mandato tenía que tomar dosis de antidepresivos para enfrentarse con el trabajo diario. Ante las preguntas de los ciudadanos a través del INAI, la Presidencia de la República se ha negado a precisar el nombre de los medicamentos de Fox, pero el rumor instaló en la memoria colectiva la palabra “Prozac”.
FELIPE CALDERÓN
En 2011, en una emisión de su noticiario de MVS, la periodista Carmen Aristegui emitió un comentario sobre una manta que un día antes, diputados del PRD habían desplegado en la Cámara de Diputados. Decía: “¿Tú dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir al país?
Aristegui dio pie al debate. ¿Tenía Calderón la enfermedad del alcoholismo? “En otras democracias del mundo, suele verse que se piden estudios médicos a los gobernantes para saber cómo están, por la altísima responsabilidad que tienen”, expresó. Más allá del expediente clínico, en el caso de Calderón, la Presidencia recibió varias solicitudes de información que requerían la cantidad de bebidas alcohólicas compradas durante los años que gobernó. Solicitaron montos, cantidad, proveedor, fecha y total de gastos. La Dirección de Operación y Servicios Generales de la Presidencia siempre respondió que después de una búsqueda exhaustiva, esos datos eran inexistentes.
Consulta de Datos: expedientes RDA 1950/14 y RDA 1741/13 en el INAI, solicitud de información con folio 0210000126015