Habla del mundo, ese ancho espacio que intenta comprender. De la guerra contra el narco en México dice que no es igual a la de Colombia, “estamos hablando de bandas criminales nefastamente inmiscuidas con el Estado”
Jon Lee Anderson es ante todo un periodista. Nacido en 1957 en California, su hogar es el mundo, aunque si alguien quisiera mandarle una carta podría hacerlo a Londres, la casa a donde llega y lo espera su familia, su esposa, sus tres hijos, después de recorrer los rincones del planeta.
Jon Lee Anderson no es sólo un periodista. Tal como está las cosas en el vapuleado oficio de los reporteros, casi podríamos decir que es EL Periodista por antonomasia, el tipo que construye su propio marco teórico y se debe al único amo posible: él mismo.
Curioso, discreto, sabe cómo cuidarse en los territorios de combate, sabe cómo no hacerse el loco ni el héroe; sabe, en definitiva, cómo hacer su trabajo.
Jon Lee Anderson, sin embargo, no es solamente, después de la muerte de Ryszard Kapuściński, el considerado mejor reportero del mundo. También es toda una celebridad en el ambiente intelectual latinoamericano. No es un famoso a quien la gente pararía para pedirle un autógrafo, pero su agenda, cada vez que llega a algunos de nuestros países, es demencial y no le da respiro.
Por eso, encontrarlo y poder hacerle una entrevista más o menos pausada en el fragor de un campo de batalla que es su intensa vida profesional (a veces, ese campo de batalla es literal), constituye un hecho de azar privilegiado que vive con gozo cualquier periodista que ame su trabajo, como es este caso.
Siempre hay cosas para hablar con Jon Lee. Y sus palabras representan siempre el testimonio de un hombre al que vale la pena escuchar.
La entrevista fue realizada un día antes de que se llevaran a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela, un acontecimiento político que trasciende las fronteras de dicho país y al que Anderson le presta especial atención.
– ¿Te ponen ansioso los procesos políticos de Venezuela?
– Bueno, no diría que estoy ansioso, sino que más bien interesado. Es la primera vez que Chávez, a quien conozco, tiene un contrincante de cierto peso. Y la coyuntura es muy positiva para Venezuela, más allá del resultado. Hugo Chávez es un hombre que tiene muchas virtudes, mucho carisma y una visión sobre todo para la Venezuela pobre. Eso no se puede negar. Sin embargo, le faltaron aliados, esos aliados que no son precisamente sus seguidores, sino esa gente que le hubiera permitido abrir el abanico para que su proyecto fuera más nacional, menos chavizta. Muchos venezolanos, de acuerdo a estas circunstancias, se sienten excluidos del gobierno y esa ha sido la gran flaqueza de su proyecto político. Es un hombre con gran tendencia caudillesca, pero elegido democráticamente. No es alguien de naturaleza violenta. Rompe el molde del militar latinoamericano que se ha hecho del poder a los tiros. Sin embargo, ha polarizado a la sociedad venezolana merced a un lenguaje muy militante. El contrapeso que implica Capriles desde una posición ubicada en el centro-izquierda es positivo para Venezuela. Se deja el monólogo por un debate de ideas.
– En todo el continente latinoamericano pareciera ser que el problema ha sido el no poder generar una oposición dinámica, creativa, frente a los gobiernos distintos…
– Es verdad. Eso sucede porque la democracia es algo nuevo en Latinoamérica. Por supuesto, hay historias de democracias o instintos democráticos que datan de la época de la colonia. Ha habido latinoamericanos ejemplares que han sido pregones de la sociedad cívica y han luchado contra el caudillismo. Sin embargo, lo que Latinoamérica ha tenido durante varios siglos ha sido la política del cuartel y eso, en algunos casos, ha durado hasta hoy. Es parte de la alquimia política del continente, es parte de la tradición eso de tomar el poder y luego verte obligado a defenderlo a punta de pistola, atomizando así a tu contrincante. El trasfondo ha sido siempre de mucha violencia. En estos días, algunos apelan a la voz de la calle, a la turba, más que a una sociedad decididamente cívica. En América Latina tampoco hay una buena clase media, segura de sí misma, que comparte todos los valores cívicos. Ahí es cuando vemos nacer ciertos populismos que han hecho más caótico el medio ambiente político latinoamericano. Quizás estemos en la primera generación en la construcción de una sociedad en donde los que pierden las elecciones se entristecen, pero en aras de una sociedad de tradición democrática, los perdedores asumen un comportamiento digno y prestan su apoyo al rival que ha vencido. Eso no se hace todavía en América Latina, lo cual crea un vacío y daña a la sociedad cívica cada vez que sucede, creando nuevas enemistades, nuevas barricadas en lugar de nuevas comuniones. Y en el Norte también se están polarizando cada vez más las democracias. En Estados Unidos hay una gran brecha, las elecciones son cada vez más reñidas y casi todas las democracias son frágiles. Algunos tienen más experiencia democrática que otros, pero estamos viendo que la democracia es algo que se puede dañar y se puede perder. En un mundo caracterizado por la política mezquina y violenta, la democracia no es la utopía, pero es lo que más se asemeja a una utopía.
– Seguimos recorriendo el mapa para llegar a un país muy cercano a tu corazón. Decía el escritor colombiano Santiago Gamboa que la guerrilla de las FARC ha hecho derechistas a los colombianos. Y que en ese “país raro”, la oligarquía en el poder ha hecho cosas de la izquierda, como reconocer a las víctimas del Estado, como entregar 100 mil viviendas a los pobres, hacer una especie de reforma agraria…
– Bueno, creo que hay que darle algo de crédito al gobierno de Juan Manuel Santos y comparto en cierto modo la apreciación de Gamboa, aunque quizás no tenga conocimientos tan globales sobre Colombia como los que tiene él. Santos es sin duda un hombre inteligente y tiene un ojo puesto en la historia. También es un hombre, evidentemente, con gran olfato de coyuntura, porque si bien participó en el gobierno de Álvaro Uribe, él sabe perfectamente lo que se ha hecho en Colombia para llegar a este impasse, con una guerrilla debilitada, aunque todavía tiene cierta representatividad en el campo. Es cierto que la guerrilla hoy en Colombia es distinta a lo que fue en los 60 o en los 40, cuando comenzó. La guerrilla no está debilitada solamente en gran parte de la percepción de los colombianos, sino que también está debilitada en términos prácticos. Es decir, ha perdido mucho terreno geográfico y ha perdido a sus líderes. Es obvio que hoy las FARC tienen los días contados, es obvio que están perdiendo, aunque no están fuera del juego del todo. Santos, a mi modo de ver bastante juiciosamente, ha salido con algunos incentivos y algunos gestos que marcan la responsabilidad histórica del Estado en este asunto. Ojo, el Estado de Colombia no está libre de pecado. Al contrario, ha sido muy pecaminoso. Y el hecho de que en nuestros días todavía haya guerrilla en ese país es un claro reflejo de ello. México y Colombia tienen algo en común y es en la dificultad histórica que ambos han tenido para crear legitimidad estatal. En parte, por su falta de legitimidad, por su consistente maniobrar en el mundo de la sangre, para mantenerse en el poder. Santos ha visto que este es el momento de extender la rama de olivo. El Estado colombiano ya es fuerte, puede hacerlo. No hay que ensañarse con la guerrilla, ya está debilitada. Sí hay en la guerrilla personas que han sido culpables de crímenes, pero también hay tanta gente en las esferas del Estado colombiano que son culpables de crímenes.
– Gamboa decía también que Álvaro Uribe fue el presidente de la sangre, ¿dirías, trasladándonos a México, que Felipe Calderón fue también el Presidente de la sangre?
– Diría que es distinta la guerra de México a la de Colombia. Es cierto que la guerrilla colombiana se ha convertido hasta cierto punto en narcoguerrilla, una etiqueta que no creo que ayude, pues cualquier guerrilla que se quede en medio del monte durante mucho tiempo tiene que recurrir a lo que sea para sobrevivir. ¿Quién les puede echar la culpa porque se metieron en el narcotráfico? ¿Acaso el Estado colombiano no lo hizo también? Bueno, no digamos todo el Estado, es algo muy fuerte de decir, digamos grandes personeros de ese Estado, ¿acaso todos los colombianos están totalmente seguros e informados de las filiaciones políticas del ex presidente Uribe con el narcotráfico? La respuesta es no. He visto papeles de los 90 donde la Agencia Central de Defensa de los Estados Unidos habla de las muy estrechas relaciones entre Álvaro Uribe y Pablo Escobar. Volviendo a las diferencias entre México y Colombia. Las FARC, a pesar de que se han sustentado en el campo merced a los tratos con el narco, no son exclusivamente una banda criminal. No, son también todavía una guerrilla ideológica. Muchos de los jóvenes que han sido voluntarios o conscriptos en los últimos años, creen en esa ideología, no están ahí para delinquir. Algunos no tienen opción, porque viven en alguna parte del campo colombiano donde las FARC son el ejército. En México, en cambio, estamos hablando de bandas criminales nefastamente inmiscuidas con el Estado. Si miramos a los “zetas” o a otros carteles, si observamos su ADN, encontraremos policías, militares, hermanos de gobernadores, partidos políticos…a ver, a ver… ¿Qué es esto? Es un engendro nefasto, tóxico, ¿dónde comienza la banda criminal y dónde termina el Estado mexicano? O los Estados mexicanos, porque este ha sido un país de regiones y caciquismos, de los que han salido los caciquismos del narcotráfico. No he reporteado tanto en México, un país al que vengo con asiduidad como observador, a dar talleres, y por eso no me atrevería a calificar a Felipe Calderón como el presidente de la sangre, del odio. Él no ha peleado en contra de una ideología, sino en contra de organizaciones mafiosas. ¿Acaso los narcos tienen ideología? ¿No son ellos acaso los representantes del odio y de la sangre? Eso no significa que yo defienda a Calderón, pues la forma en que ha llevado esa lucha es al menos turbia, poco clara, muy sangrienta y sin que se llegue ni remotamente a un fin, a una solución, de esa guerra por medio de la cual mueren muchos ciudadanos mexicanos en forma muy cruel. Eso no es justo. Ni los maleantes merecen morir así.
– ¿Crees que hay esperanza para este país con el regreso del PRI?
– Sé lo que dice todo el mundo: que el PRI va a negociar con el diablo y que se va a acabar la violencia. Si es así, México volverá a una paz atenuada, pero lo va a pagar luego, porque no se puede pactar con el diablo sin entregar algo. Si el regreso del PRI implica un regreso al pasado, entonces se guardarán los diablos en el clóset, como se hacía antes. La verdad es que sería muy interesante saber cuál será la estrategia del PRI al respecto.
– Yendo a Irán, qué cuerdo y tranquilo se le vio a Mahmud Ahmadineyad en su reciente intervención en la Asamblea General de la ONU…
– No lo vi esta vez. Sabes que lo entrevisté antes y que incluso fui invitado a un desayuno con él y si hubiera estado en Nueva York seguramente hubiera asistido. Bueno él, cuando va a la ONU hace su cartoon show y niega el Holocausto, lo cual no le ha hecho ningún favor en su relación con los Estados Unidos. Lo más fuerte de Mahmud Ahmadineyad es su consistencia y, por supuesto, el estar haciendo una bomba nuclear en Irán…
– ¿Sí, realmente están haciendo la bomba?
– Por supuesto, de otro modo, ¿para qué seguir? La mitad de los expertos con los que he hablado piensa que hay apertura en Irán en cuanto a dejar de hacer la bomba y a cambio poder sentarse en la mesa de los chicos grandes, pero también he hablado con gente que ha trabajado en la industria nuclear como negociadores de los iraníes y queda claro que se trata de un programa de búsqueda de armas nucleares. Si no, ¿para qué hacerlo? ¿para qué seguir? Mira, Estados Unidos tiene armas nucleares, Pakistán tiene armas nucleares, es lógico que otros países quieran tener armas nucleares. Con esto no estoy justificando al gobierno iraní, pero es obvio el juego que juega Irán.
– ¿Tiene derecho a hacer armas nucleares?
– No sé si tiene derecho. Pero en el instante en que Estados Unidos y algunos otros países grandes inventaron la bomba diciendo además que nadie más podía hacerla, es obvio que eso no iba a quedar ahí. El “pacto” o la obsecuencia de muchos países hacia las potencias ha terminado. Vivimos en un mundo peligroso en donde muchos gobiernos piensan que se garantiza la soberanía y se evitan las invasiones extranjeras creando la bomba nuclear. Ahora es Irán, pero pasado mañana podría ser Tonga. Esto no va a terminar.
– De Irán vayamos a Israel. Benjamín Netanyahu fue de risa con su bombita dibujada en una pizarra durante su intervención en la ONU. Israel parece ser un país que no puede vivir sin una guerra, es la guerra el medio por el cual esa nación se hace fuerte…
– Eso se nota mucho más cuando está Benjamín Netanyahu en el poder. Es un hombre bélico, una verdadera águila israelí. De hecho, casi todos los primeros ministros de Israel han sido militares, pero Netanyahu es un representante de la derecha más ultra.
– Estás muy pendiente de Siria, que es lo último que has reporteado, ¿verdad?
Sí, muy pendiente. He escrito varios artículos en blog al respecto. (http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/10/06/siria-quien-llora-por-alepo-por-jon-lee-anderson/) Están terminando con la ciudad vieja de Alepo, que compite con Damasco en ser la ciudad durante más tiempo habitada de la historia, alrededor de siete mil años. Además, con el enfrentamiento entre Turquía y Siria se perfila cada vez más el avance de una guerra regional. Para mí, Siria es el hoyo negro del planeta, desde donde puede abrirse una guerra mayor en el mundo y que hay que evitar a toda costa. Siria tiene todas las condiciones para regar su guerra por el mundo, hay que evitarlo.
– ¿Este hoyo negro tiene el rostro, la personalidad, el carácter de Bashar Al-Assad? ¿Él es el odio, él es la sangre?
– Es curioso, no creo que sea sólo él. Por un lado, sí; pero también él es el representante de un pueblo y siente que no tiene a dónde ir, con lo cual cree que con las viejas tácticas de la guerra, de matar al enemigo, podrá quedarse en el poder. Hay un aspecto de genocidio, de exterminio, en las tácticas de Bashar Al-Assad.
– ¿No querer morir como Gadafi está también en su imaginario?
– Por supuesto. Lo cual no es ninguna virtud, puesto que también puede irse de Siria y dejar que su pueblo se las arregle por sí mismo. Siria no es su propiedad. Bashar Al-Assad fue puesto a dedo por su papá, quien tampoco fue elegido para gobernar.
– Lo que pasa es que uno mira a la oposición y tampoco da mucha esperanza, al contrario, da más bien miedo…
– Claro, aunque algunos sí y otros no. Los he visto, he hablado con ellos. Mira, las guerras no son buenas y esta tampoco es buena. No sé de dónde salen las virtudes de las revoluciones. Sólo algunas revoluciones han tenido la suerte de ser lideradas por personas iluminadas. Siria ha creado un estado de bienestar, pero lo ha hecho a fuerza de sangre y eso a la larga se paga.
– Vamos al África de tu libro reciente (La herencia colonial y otras maldiciones, editado por Sexto Piso), se trata de columnas de The New Yorker…
-Es un abanico de mis andanzas en África durante los últimos 15 años. Es el África del bagaje colonial, sin llegar a ser el África que Ryszard Kapuściński pintó en Ébano. Espero que sea una estampa, por supuesto movediza, del África al final de la Guerra Fría y de la invasión china.
– ¿Cuántas ganas tienes de seguir reporteando por los caminos del mundo?
-Muchas, soy eso. Ahora estoy entre regresar a Siria o ir a Mali, donde nunca he estado. Nadie está reporteando Mali y los islamistas han tomado la mitad del país, como consecuencia de lo que sucedió en Libia. Interesante. El tablero del ajedrez del mundo está en movimiento. También me gustaría ir a Brasil, al Amazonas, donde están construyendo la mayor represa del mundo. Como una especie de mirada a la última frontera salvaje del mundo. También estoy haciendo el perfil del torero español José Tomás, así que ahora tengo que entrevistarlo… En fin…