RESEÑA | ‘”En las púas de un teclado”, una escritura en el abismo de la violencia

24/03/2018 - 12:03 am

En las púas de un teclado (LACANTI/ Mantarraya Ediciones, 2018) es un libro que Camila Krauss ha escrito desde el dolor, la cólera, la indignación y la desesperanza. Estas cuatro emociones son los ejes en los cuales el libro se construye. Es necesario dar una advertencia: uno abre este objeto de palabras punzocortantes y se encuentra con una granada a punto de estallar. Aunque la metáfora debería ser más amable, una cosa es evidente, el libro parece escrito con pólvora.

Por José Manuel Vacah

Ciudad de México, 24 de marzo (SinEmbargo).- En las púas de un teclado (LACANTI/ Mantarraya Ediciones, 2018) es un libro que Camila Krauss ha escrito desde el dolor, la cólera, la indignación y la desesperanza. Estas cuatro emociones son los ejes en los cuales el libro se construye. Es necesario dar una advertencia: uno abre este objeto de palabras punzocortantes y se encuentra con una granada a punto de estallar. Aunque la metáfora debería ser más amable, una cosa es evidente, el libro parece escrito con pólvora.

Pero no sólo la escritura, también el diseño editorial. Tanto el contenido como el contenedor dan muestra de una estructura explosiva. Pensemos en una paloma —pero no un ave, sino un cohete pirotécnico— ante la inminencia del estallido, a través del fuego y el estertor. Además de esto, ¿de qué está hecha la paloma? De retazos de papel que los artesanos de la pólvora han maquetado para fabricar un animal peligroso. Retazos de papel y pólvora. Memoria y rabia. De esto está hecho, sólo falta encender la mecha para que En las púas de un teclado reviente.

La mecha es la poesía. Pero no una poesía común, sino más bien una escritura poética fabricada a partir de la apropiación de textos periodísticos —primeras planas, crónicas de asesinatos, artículos sobre la violencia, y trending topics inflamados por la ira—. En todo caso, y para ser más precisos, se trata de una reescritura que establece un pacto con el lector. Uno se acerca a este libro con incertidumbre: no hay lírica, no hay épica, solamente memoria, desconsuelo, rabia y la imaginación erigida como una trinchera.

¿Una trinchera que nos sirva de parapeto de qué? La respuesta parece simple, pero es bastante compleja porque su contexto es una realidad abrumadora. Cito las palabras de la misma autora: esta reescritura poética intenta “ralentizar la velocidad de las estampidas, las persecuciones y los disparos”. De tal manera, el material reunido en este libro es una respuesta “por instinto” ante la continua y feroz presentación —y representación— de la violencia de nuestra sociedad en las esferas de la comunicación pública. La consigna es contundente, urge enfrentarse a eso.

Dotado de una significación terrible desde el título, el libro hace evidente otra forma de violencia: nuestro dañado vínculo con el lenguaje. A este respecto, la autora también ha señalado en una breve advertencia o prólogo al libro: “La desinformación nos ha violentado, y la ‘pseudoinformación’, ‘sobreinformación’ arremete, sacude y distorsiona: cohabitamos en una batalla de acusaciones, declaraciones y demagogias. El lenguaje rarificado de la narcoguerra y los consumismos de todo tipo, revientan.” Y agrega la autora: “Todo parece reventar sin reinventar la intimidad con la palabra”.

Un libro escrito con pólvora, dice el reseñista. Foto: Especial

Esta última frase es crucial para acercarnos a la sensación de asfixia que detona En las púas de un teclado. Esta es la desesperanza, una ruta en el abismo de la realidad. Una ruta emprendida por diferentes escenarios: el continente, el país, la ciudad y el lenguaje como un espacio que se habita. Pero este último espacio, en comparación con los otros, es quizá el escenario más terrible. Porque es un espacio envenenado por una violencia ritual: una escritura que cuestiona sus propios límites.

El discurso de Krauss se nos presenta dislocado. Es asintáctico a veces, otras tantas fragmentario y muchas más interrumpido. Esto crea una sensación delirante, y también, onírica. Aunque este sueño está más emparentado con la lucidez cruel del que mira la realidad y se somete a su ferocidad. Para Krauss la poesía no es, ni será, un espacio estable, ni acabado en sí mismo. En todo caso, algo más oscuro, la poesía es el abismo. Uno se arroja En la púas de un teclado con resignación, hay una certeza: de su lectura uno saldrá destrozado.

Camila Krauss nació en Xalapa en 1976. Foto: Facebook

Esta destrucción da cuenta de un proceso en la tradición poética mexicana contemporánea: la impugnación de los parámetros tradicionales de la poesía. A la usanza del gran ogro Jaime Reyes. Y de esta tradición parte, porque mucho de este Reyes resuena en los pasos de Krauss. Un eco de furia, esa furia que responde ante problemáticas sociales que desembocan en cataclismos emocionales. Cito uno de los poemas más broncos que aparecen en el libro, lleva por título “Malaespina”: “país de malaespina/ de malagana y buen clima/ malicia de país/ como la rosa y su espina/ delicia perfumada, hiriente/ monigote en malahora/ atorándonos la pura/ malagana en la frente,/ el culo y el gañote/ por destino y mala suerte/ mierda, delicia perfumada/ danos ley, remedio y marihuana/ gobernante monigote”.

En esta reescritura venenosa, por supuesto, también hay un eco de los poetas José Revueltas y Efraín Huerta. Un eco de Jorge Semprún, de Emilio Lledó, de Mark Doty. Y hay mucho —muchas voces resonando— de cientos de víctimas anónimas de la violencia en México, a las que Krauss intenta rescatar del olvido mediante una escritura arriesgada.

En las púas de un teclado, Camila Krauss, Mantarraya Ediciones/ LACANTI, Ciudad de México, México, 2018, 87 pp.

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