Gabriel Rodríguez, el nuevo Top Chef de México, está formado por Lalo García para Máximo Bistro y aunque dice que “el cielo es el límite”, el camino que tiene que transitar hasta tener su propio restaurante es largo y difícil.
Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo).- Su padre no quería saber nada con que él se hiciera cocinero. A los pocos años, digamos a los tres, él ya sabía que quería serlo. ¿Una madre? Así fue. Ella la que lo anotó en la escuela de Gastronomía, ella la que lo tapó cuando fue a buscar un empleo a Pujol.
“Ojo, que mi padre estaba como un pavo, muy orgulloso de mí cuando gané la competencia, pero cuando supo que yo estaba en la escuela no nos habló a mi madre y a mí durante un mes y medio”, cuenta.
Originario de Iztapalapa, Ciudad de México, Gabriel descubre su pasión por la cocina como resultado de la casualidad y de la necesidad de trabajar desde temprana edad. Al ver un anuncio del Chef Enrique Olvera en una publicación gastronómica decide buscarlo para hacer prácticas en su restaurante mientras termina la carrera técnica en Gastronomía.
Inicia sus prácticas en Pujol como lavaloza y rápidamente asciende hasta llegar a ser cocinero. Sigue su pasión por la cocina en Chiapas, trabajando en el restaurante Arboledas 125 y después regresa a la Ciudad de México a la apertura de Máximo Bistrot del chef Eduardo García, donde actualmente ocupa el puesto de Jefe de Cocina.
Gabriel recorrió un gran camino, superó retos, pruebas, miedos y límites para llegar a la prueba final en la que recibió consejos del gran chef René Redzepi, del restaurante Noma.
René Redzepi es un chef originario de Dinamarca; es especialmente conocido por ser jefe de cocina y copropietario del restaurante Noma, de su natal Copenhague, el cual abrió en el 2004 en un antiguo almacén renovado.
La cocina del Noma es conocida por ser puramente de autor, se caracteriza por la calidad del producto y el uso de ingredientes locales que llevan a la gastronomía danesa a la modernidad, siendo personalizada en la desbordante creatividad de René Redzepi, demostrada en platillos como el “Coco Nórdico”, un rábano entero que sirve de recipiente para un caldo que combina sabores infusionados de setas y aceite de membrillo… ¡Increíble!
A cuatro años de haber abierto sus puertas, el restaurante Noma ya contaba con dos estrellas Michelin y a partir de 2010 fue acreedor del primer lugar en los 50 mejores restaurantes del mundo, lugar que repetiría hasta el 2014. La creatividad y talento de René han rendido frutos.
En el 2015 el Chef emprendió un viaje culinario con el primer Noma itinerante hacia Tokio, seguido por Sidney y finalmente el 12 de abril del 2017 llegó a México en Tulum, Quintana Roo, en donde el chef realizó su interpretación de los sabores que conforman la cocina mexicana.
Durante su paso por México, el chef Redzepi estuvo como juez invitado en el cierre de la segunda temporada de Top Chef México y Gabriel Rodríguez aprovechó muy bien su presencia.
La fuerza de Martha Ortiz Champa, la firmeza de Aquiles Chávez, la pasión de Guillermo González Beristain, la experiencia de Juantxo Sánchez y el ímpetu de Mikel Alonso subieron la temperatura de la segunda temporada de Top Chef México y eligieron como gran ganador a Gabriel Martínez.
“Me siento muy feliz, la verdad, me está gustando ser Top Chef”, dice el cocinero premiado en entrevista con Mundano.
–Todo el camino para llegar hasta aquí ha sido un poco dificultoso, ¿verdad?
–Sí, muchísimo. Y al estar en Top Chef más raro se puso aún, porque al no tener contacto con las personas se hizo más difícil.
–¿Cómo ha sido tu camino hacia aquí?
–Sólo ha sido trabajo duro, pues estoy de cocinero desde muy pequeño, los fines de semana no los tenía libres, trabajé en una pollería y siempre creciendo con la idea de que en la vida puedes lograr algo si haces el esfuerzo. Creo que ese ha camino también ha sido muy fructífero.
–¿Vienes de Iztapalapa, verdad?
–Mi papá es de San Luis Potosí, un pueblo misógino, bastante arraigado a sus tradiciones, a su cultura y mi madre es de acá en el Distrito Federal. Se casaron muy jóvenes y mi padre se dedicó a una distribuidora de pollo. Le iba bastante bien a mi papá con ese trabajo. Desde muy pequeño empecé a trabajar, porque mi padre siempre fue mano dura. Con el pasar de los años, yo estaba seguro de que quería ser cocinero y se lo contaba a mi madre. Ella se espantaba un poco, porque no pensaba que alguien desde tan chico eligiera una profesión tan poco común. No era una opción de carrera, entonces le comenté a mi madre y me dijo que buscara una escuela que se adapte a nosotros y que empiece por algo. Cuando se lo dije a mi padre, él se mostró muy reacio, no lo quería creer, no estaba convencido para nada y lo que más llegaba a creer era que yo estudiaría para doctor y mi hobbie sería como cocinero.
–¿Tu madre siempre te apoyó?
–Sí, afortunadamente. Me dijo, ahí está la escuela, ella me inscribió, mi padre no sabía nada, pensó que yo estaba inscribiéndome para una preparatoria que me llevaría a la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México] y no fue así. Cuando mi padre se enteró de mi secreto nos dejó de hablar a mi mamá y a mí durante un mes y medio. No logró convencerlo. Hoy está muy orgulloso y en la premiación mi padre estaba como pavo real. Ahora disfruto mucho que él disfrute, me llena de orgullo, vivo con más felicidad mis logros.
–Tú, además, fuiste a un restaurante para aprender
–Sí, exactamente. No conocía lo que era el restaurante Pujol, hasta que vi una nota en una revista, un anuncio que era muy bonito. Había un caminito y el caminito estaba roto y decía como Cocina Mexicana. Dije, ahí tengo que ir. Entré pidiendo práctica y me mandaron a lavar los platos, fue ahí así como me hicieron. Fui un lavalozas de Pujol.
–¿Aprendiste mucho ahí?
–Aprendí mucho compañerismo, trabajar sobre todo con las personas. Donde aprendí realmente a cocinar fue con Eduardo “Lalo” García de Máximo Bistro. Con regaños, con mucha mano dura, me enseñó muchas técnicas de cocina y la forma de mezclar sabores y olores, para que los platillos sean provocativos. Con él me desarrollé mucho, como una persona que crea ya.
–¿Te gusta lo salado, lo dulce?
–Me gustan mucho los dos, los dos son muy diferentes y trato de cocinar ambos. No mezclo tanto, al menos que tenga algo que integre a los dos sabores. Los dos me gustan muchísimo.
–¿Cuál es tu plato especial?
–El mole es uno de esos platos. Es una receta aunque muy tradicional o muy conocida en México, cada quien desarrolla una receta diferente. Cada pueblo tiene un mole diferente. Yo estoy trabajando con la receta especial del mole, pero que sea mi propia receta. Ahí tienes al mole poblano, que viene en realidad del mole oaxaqueño, pero los poblanos lo adoptaron y ahora tienen una propia receta del mole. La cocina mexicana actualmente se trata de mestizaje. La cocina oaxaqueña, que es una de las más importantes de nuestro país, se creó gracias a nuestra tradición y a la cocina española. Eso es mestizaje. Hay una conjunción increíble de sabores que crea una cocina muy auténtica, muy original y muy mexicana.
–¿Picante o no picante?
–Mi cocina es no picante. Mi madre cocinaba con picante porque a mi padre le gustaba, pero ella siempre me apartaba para darme comida sin picante. Es uno de los sabores muy especial, pero hay que saberlo usar. Cuando el picante es tan extremo puede llegar a destruir los sabores del plato.
–¿Cuál es tu futuro?
–Actualmente estoy trabajando en Máximo Bistro, con Eduardo García, con el que ya pasé una barrera de patrón o jefe, ya somos muy amigos y eso lo agradezco mucho, porque me ha dado un voto de confianza muy bonito. Sucede que después tengo que aprovechar esta plataforma y tirarme para mi propio restaurante, tengo que seguir caminando.