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Adela Navarro Bello

23/05/2018 - 12:00 am

Debate de caricatura

El segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República que organizó el Instituto Nacional Electoral, se convirtió en una caricatura de un debate real.

Una pena la actuación de los candidatos que no debatieron ni ideas ni proyectos, y que hicieron de la política electoral en México, una caricatura. Foto: Cuartoscuro.

El segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República que organizó el Instituto Nacional Electoral, se convirtió en una caricatura de un debate real.

El formato, uno de los más modernos en el mundo y para el cual en el INE se asesoraron con expertos de otros países, particularmente de los Estados Unidos, no fue aprovechado por los candidatos, quienes se limitaron a actuar como comediantes de standup, incluida la utilización de accesorios y la coreografía, sino que los moderadores no tuvieron ni la preparación ni la capacidad para guiar el encuentro hacia la propuesta política, y ampliar los temas al debate nacional –como sí sucedió en el primer debate-.

Resulta increíble ante la pobreza de argumentos por parte de los candidatos Ricardo Anaya Cortez, José Antonio Meade Kuribreña y Andrés Manuel López Obrador, y pues Jaime Rodríguez Calderón, que los tres primeros se hayan proclamado ganadores del encuentro de ideas que terminó en un espectáculo cómico dramático, donde ponderaron los insultos y los ataques por encima de las ideas y los proyectos.

Si hubo ganadores del debate, esos fueron los activos locales. La Universidad Autónoma de Baja California, cuyos alumnos y personal colaboraron profesionalmente para la realización del encuentro con las autoridades del INE y personal del Estado Mayor que se hizo cargo de la seguridad en la Máxima Casa de Estudios de Baja California, la ciudad de Tijuana cuyos restaurantes, hoteles y negocios habrían tenido una derrama económica ante la llegada de los equipos de candidatos, partidos, políticos, INE, periodistas, conductores y demás. También el Valle de Guadalupe, donde durante viernes y sábado previos al debate, se recibió la visita a la Ruta del Vino, de prácticamente la mayoría de los antes mencionados. De ahí en fuera, no hay muchos ganadores del debate, y ciertamente entre estos no están los candidatos.

Aun cuando por primera y única ocasión en este proceso electoral, el debate tendría la participación de público, después de una aparente rigurosa selección de entre todos quienes integran el listado nominal de Baja California, los 42 convidados no pudieron participar del todo, y quienes lo hicieron, básicamente se centraron en el mismo tema -aunque se supone que la selección de preguntas también correría a cargo de los moderadores-, lo cual llevó a que la segunda y tercera parte del debate se anquilosaran.

Yuridia Sierra y León Krauze, los moderadores, fue evidente que no tuvieron la suficiente preparación sobre la temática de la frontera, o de México en el mundo, cuando –incluidas las preguntas de los ciudadanos participantes- centraron la discusión en los dichos del presidente de los Estados Unidos, los migrantes (extranjeros y nacionales), los deportados, la seguridad de los deportados, la seguridad de los migrantes, la seguridad de la frontera, e incluso los jóvenes conocidos como Dreamers que residen en los Estados Unidos. Muchas preguntas elaboradas de distinta forma, pero versando sobre los mismos temas.

En la categoría de seguridad en las fronteras, los candidatos dejaron ver su falta de conocimiento y preparación, lo mismo en el trato a migrantes, y el combate el crimen organizado. Quedaron fuera del supuesto encuentro de ideas, los trámites aduanales que afectan a productores de todo el país en las fronteras con Estados Unidos, sea para la importación o exportación de mercancías, la participación nacional en la industria maquiladora, los aranceles, las devaluaciones del peso, la competitividad en la frontera, las relaciones bilaterales económicas, académicas y de investigación, la disparidad entre impuesto al valor agregado en las fronteras de ambos países, la relación de México con otras naciones en materia de acuerdos comerciales, de coordinación contra la inseguridad, los acuerdos, planes y convenios entre países, muchos temas más allá del Tratado de Libre Comercio, el muro, y los connacionales residiendo en el vecino país.

Ninguno de los candidatos presentó propuestas elaboradas, razonadas, programadas, medibles, más allá de sus sentimientos de encono por el nacionalismo exacerbado, o sus intenciones para obtener un resultado que tampoco explicaron a detalle. En general los candidatos expusieron las causas de los problemas, el contexto actual de los procedimientos, y solo refirieron buenas intenciones para transformar esos escenarios en beneficio para todos.

Ninguno, ni Meade, ni Anaya, ni López Obrador, mucho menos Rodríguez, fueron capaces de presentar un proyecto de nación para las fronteras de México y su relación con el mundo.

El debate al que los protagonistas le restaron seriedad para promover la discusión política, destacó por convertirse en una suerte de espectáculo político cómico, donde todos participaron con ocurrencias, accesorios, frases ingeniosas para hacer reír, posturas retadoras e intentos de humillación pública.

Todos los candidatos, quizá un poco menos Rodríguez Calderón, llegaron cargados de accesorios, láminas, fichas, documentos, productos, cartelones, y hasta un costal y una cartera, que fueron mostrándose entre ellos, no para reforzar la propuesta que aportaban, sino para denostar al otro. No hubo un solo documento o accesorio que fuera utilizado para sustentar una idea en favor de un plan de gobierno. Todos fueron exhibidos para dañar la reputación del otro, en montajes de monólogos ofensivos para el contrincante, desde Anaya con su gráfica de la inversión en la Ciudad de México hace más de 15 años, pasando por Meade y su texto extraído de un expediente judicial, para concluir con la portada de Proceso que enarboló López Obrador.

Quienes utilizaron el espacio en el gimnasio de Los Cimarrones de la UABC para caminar, lo hicieron de forma dramática, sea para invadir el espacio vital de sus competidores, o para simular una cercanía con el público asistente al que todos dejaron si respuestas estructuradas.

Entre la seriedad actuada de José Antonio Meade, la risa congelada de Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador sacando su cartera para cuidarla, y Jaime Rodríguez prácticamente pidiendo que lo atacaran también a él, el debate concluyó en la frivolidad de la comedia, lo acartonado de las actuaciones, y un par de moderadores que exigían respeto a su tiempo para hablar, y en algunas ocasiones fueron tras una respuesta que al final no obtuvieron.

Quizá fue el formato que los aspirantes no entendieron, y los moderadores desaprovecharon –contrasta con la actuación de los tres moderadores del primer debate-, o quizá es que los candidatos no se tomaron en serio el segundo encuentro del Instituto Nacional Electoral, pero quedaron mucho a deber a los electores, que prácticamente en vivo y a través de redes sociales, se volcaron en producir caricaturas y memes sobre los actuaciones de los aspirantes, para contribuir a la comedia en que la política electoral se convirtió en México el domingo 20 de mayo de 2018, con el debate de caricatura. Ciertamente como informan en el INE, el más visto en la historia de los debates.

Resultó lamentable que ni siquiera para el minuto de cierre que tenían los candidatos, se hubiesen preparado. Ninguno argumentó con un discurso distinto a los que han presentado a lo largo de la campaña, ninguno particularizó en los temas del debate, ninguno elaboró más allá de pedir el voto con las palabras de siempre.

Una pena la actuación de los candidatos que no debatieron ni ideas ni proyectos, y que hicieron de la política electoral en México, una caricatura.

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