La cinta entrelaza el fanatismo religioso de una familia aparentemente normal con los remordimientos de la protagonista a causa de su trabajo en un laboratorio, desafiando a Dios con investigaciones genéticas que buscan cambiar la cabeza y cerebro de un primate con el cuerpo dañado por la de otro sano.
San Sebastián, España, 22 de septiembre (EFE).- El realizador suizo Simon Jaquemet desconcertó hoy al Festival de San Sebastián con The Innocent, un filme en el que resulta imposible discernir si lo que ocurre es realidad o forma parte de un mundo onírico.
“Lo que intento es que no haya una capa o nivel de verdad superior a lo que experimenta el personaje, quiero que el espectador esté al nivel de Ruth, la protagonista”, explicó el director en una rueda de prensa a la que acudió acompañado por los productores de la cinta y gran parte del elenco.
Entre ellos, la actriz que da vida a Ruth, Judith Hofmann, que ha reconocido haber descubierto parte de la película después de haberla visto en la pantalla.
“Yo no construí el personaje, solo hice lo que había en el guión, a veces me preguntaba por qué hacia algunas cosas, aún estoy intentando descifrar lo que acabo de ver en el cine”, señaló la intérprete, sobre todo televisiva, que se vuelca en la extraña personalidad de esta mujer atormentada.
Coproducción suiza y alemana, la película, que compite en la sección oficial de San Sebastián, entrelaza el fanatismo religioso de una familia aparentemente normal con los remordimientos de la protagonista a causa de su trabajo en un laboratorio, desafiando a Dios en investigaciones genéticas que buscan cambiar la cabeza -con el cerebro- de un primate con el cuerpo dañado por la de otro sano.
La culpabilidad, los celos, el demonio, el cielo y el infierno, el bien y el mal, resaltados todos ellos por sonidos estridentes y desconcertantes, en una cinta sin banda sonora, llevan al espectador a una Ruth de la que no se sabe si sueña o vive un terrorífico via crucis a causa de sus debilidades.
“Habla de muchos temas: de la verdad, de la iglesia, de las decisiones que se toman, de cómo nos preparamos para la vida. Para hacer la película contacte con algunas de estas iglesias libres, que cada vez se están haciendo más grandes en Suiza, y de verdad que son muy atractivas, yo me lo pasé en grande”, afirma Hofmann.
Abunda Jaquemet en ese crecimiento de las iglesias evangélicas en Suiza a costa del deterioro de las tradicionales cristianas y protestantes, y destaca su interés (y su marketing) para captar adolescentes, “es tendencia en Europa y en Suiza, también”.
Además de los actos religiosos (un ‘exorcismo’ incluido) y de conciertos de música idéntica a la de grupos superventas pero con letras místicas, el director sumerge a la actriz en un infierno “after”, con música estridente y sexo en grupo, que aunque en la cinta es un lugar simbólico es un club de sexo real que existe a treinta minutos en coche de Zúrich, desveló Jaquemet.
Como resumen, Jaquemet acepta que a su protagonista no le valen ni Dios ni el diablo para resolver sus dudas; tampoco la cinta lo hace, dice el director: “Solo plantea preguntas, no da respuestas”.