Entre el blanco y el negro, la bisexualidad es la preferencia más difícil de acomodar, dicen expertos. En una sociedad que privilegia la monosexualidad, los bixesuales son presionados para decidirse plenamente por hombres o mujeres.
Ciudad de México, 22 de marzo (SinEmbargo).– A inicios del siglo XX el psicoanalista Sigmund Freud pensaba que toda persona nacía bisexual. Alrededor de 50 años después, el sexólogo Alfred Kinsey descubrió que el comportamiento bisexual es más común que el exclusivamente hetero u homosexual. Al final del mismo siglo, el médico Umberto Veronesi predijo que en 300 años la sociedad podría ser enteramente bisexual.
Los heterosexuales los consideran homosexuales, y los homosexuales simplemente no los consideran. Actualmente, tanto para la antropología y la psicología como para la medicina y la sociología la bisexualidad es una orientación sexual más, aunque esté en el limbo, justo en la mitad incómoda de la sexualidad humana.
¿Qué pasa cuando la puerta del clóset ni se abre ni se cierra?
[Nota: algunos nombres de los testimonios que se exponen a continuación han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas].1. EL SOLTERO BISEXUAL
Siento atracción tanto por un cuerpo masculino –lleno de fuerza y con marcados relieves musculares– como por la ternura de una fémina –con su piel tersa y facciones delicadas. Para mí la bisexualidad es una búsqueda por la belleza en sus múltiples expresiones, colores de piel, facciones, vellosidades y musculaturas.
Me he enamorado de más mujeres que de hombres. Pero aunque satisfago mis necesidades con las mujeres, con quienes he tenido más relaciones de noviazgo, nunca he perdido la atracción por los hombres. No finjo en ninguno de los casos.
Aunque me definí como bisexual hasta los 22 años, comencé a fijarme en personas de mi mismo sexo desde la pubertad. Al compararlos con mi cuerpo, admiraba en otros cuerpos los primeros rasgos de cambios físicos propios de la edad. Hubo acercamientos sexuales, pocos y tímidos, sobre todo masturbaciones en grupo; y lo que fue curiosidad se convirtió en atracción. Mi escuela era sólo de varones, por lo que había momentos en que los compañeros se exhibían y yo no dejaba de fijarme en sus piernas, en sus brazos, en su cutis.
Mi primera experiencia bisexual fue a los 16 años, cuando me enamoré de un hombre. Estaba nervioso, con el corazón en revolución, ansioso por explorar todas las formas de satisfacer mi necesidad con el otro y de satisfacerlo a él. Por esos mismos años las mujeres llegaron a mi vida, fueron algo nuevo por descubrir y los encuentros sexuales fueron bastante atractivos.
Como bisexual me he sentido libre, capaz de admirar la belleza donde se presente y de experimentar la sexualidad en su plenitud.
La mayoría de mis familiares y amigos no lo saben. Prefiero ocultarlo porque creo que, al menos donde vivo y en los círculos donde me desenvuelvo, cambiarían actitudes hacia mí. Tengo muy pocas ganas de dar explicaciones respecto a mi sexualidad, sobre todo a quienes no las merecen. Conozco muy pocos bisexuales que se atrevan a externarlo y no sé de grupos activistas en mi ciudad. Pienso que si viviera en otro lugar, donde hay más apertura, sería distinto y me sentiría más libre para hacerlo público.
Rodrigo tiene 27 años, es profesor universitario y vive en Sonora.
No saben lo que quieren, no se animan a salir del clóset, son indecisos, son la causa del Sida, no saben ser fieles, son polígamos, son swingers, son promiscuos, son pervertidos, no existen.
Los mitos en torno a quienes se sienten atraídos tanto por personas de su género como por el opuesto son una consecuencia de un sistema social que se define desde sus exclusividades sociales: heterosexual u homosexual.
La posición intermedia del bisexual resulta incómoda, explica el antropólogo Joan Vendrell Ferré, porque amenaza la solidez de las otras dos posiciones, desde donde además puede ser percibido como un infiltrado. “Puede ser contemplado como alguien peligroso y suscitar todo tipo de fobias. En general, la ambigüedad suscita angustia en las personas que no se perciben desde la misma”.
La psicoanalista especializada en diversidad sexual Cecilia Olivares considera que una persona bisexual es más incomprendida porque vivimos en una sociedad que prefiere la monosexualidad. Esto ha llevado a tratar de convertir mediante terapias al homosexual en heterosexual: “Las personas que se han sometido a estas terapias terminan con depresión, odiándose a sí mismas, porque no se puede curar lo que no es una enfermedad”.
A la sexóloga Rinna Reisenfeld le gusta explicarlo con metáforas culinarias: ¿Quién come más: alguien que come comida internacional o alguien que come sólo comida mexicana? Depende de la mesura de la persona.
¿Melón o sandía? La diferencia está en cambiar el “o” por el “y”, dice la autora de Bisexualidades, el único libro en México sobre el tema. Aunque se percibe como confusión no elegir uno o lo otro, “la gente bisexual no está confundida, sabe lo que quiere, pero la sociedad le exige decidir entre melón o sandía”.
El problema es que la sociedad occidental no sabe ponerle nombre a lo del medio, a los diferentes tonos de grises entre el blanco y el negro, dice la psicoterapeuta. La bisexualidad es la orientación más difícil de acomodar.
La bisexualidad es una atracción amorosa, afectiva, física y sexual hacia personas, sin importar su sexo. Por ello, Rinna considera que en realidad hay varias bisexualidades: “Puedes dividir entre fantasías, atracción (con quién se te para), amor (de quien te enamoras) y en práctica (con quién la ejecutas)”.
Esta orientación, difiere de la curiosidad o experimentación sexual, afirma la especialista: no por acostarse una vez con alguien del mismo sexo la persona se tiene que considerar bisexual. La orientación es una construcción compleja.
Myriam Brito, socióloga y profesora del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo explica de otra manera: “Identificarse como bisexual implica transgredir normas de género y más o menos una conciencia de que las trasgredes. Hay muchísima gente que está estableciendo relaciones sexuales y amorosas con hombres y con mujeres, sin preguntarse nada, esas personas no son bisexuales, sólo tienen prácticas bisexuales”.
Por su parte, Jorge Yáñez, militante feminista desde hace 17 años, considera que el ser bisexual es una apreciación subjetiva, puesto que hay gente que acepta que se enamora de personas sin importar su sexo, pero no le gusta asumir una etiqueta.
Cecilia Olivares tampoco cree en las etiquetas: “Depende de las personas el aceptarlo o decirlo públicamente, porque nadie tendría que saberlo. ¿Los heterosexuales acaso están justificándose y explicando? La vida sexual es privada”.
¿Un bisexual nace o se hace? “Actualmente sabemos que durante nuestro periodo de desarrollo embrionario, durante los primeros tres meses de gestación, se define la apariencia física pero también las hormonas organizan el cerebro a la femenina o a la masculina, aunque hay intermedios. Depende de la genética o de la descarga hormonal”, opina el doctor en Neurociencias de la Conducta, Óscar Galicia Castillo.
Por su parte, Rinna Reisenfeld afirma que la gente no elige ser bisexual sino que lo descubre. “Es la orientación sexual que puedes descubrir a cualquier altura de la vida, y una vez que la descubres, sí puedes hablar de qué prefieres según lo que esté en tu menú. Uno no elige ser zurdo, diestro o ambidiestro”.
La bisexualidad es la orientación menos explorada de todas. No obstante, en la Universidad Iberoamericana el doctor Galicia está estudiando qué es lo que les atrae a las personas. Según su hipótesis, la atracción es biológica y no cultural: la diferencia está en el grado de atracción hacia rasgos femeninos o masculinos, según la disposición genética de cada persona. Por ejemplo, un hombre que tenga más rasgos de cerebro “femenino” preferirá actividades más femeninas, como la costura, y se sentirá atraído hacía rasgos como la barba, la testosterona, propios de un hombre.
“Parece que hay diferentes formas de organización del cerebro que nos llevan a manifestar nuestra conducta sexual. Una persona bisexual se siente tan atraída por rasgos masculinos o femeninos; o tiene cierta preferencia por alguno, pero se siente cómoda con ambos”, dice el psicólogo. Esto no se considera una disfunción psiquiátrica, pero sí puede derivar en problemas psicológicos debido a la discriminación social.
2. LA BISEXUAL CON NOVIA
Lo descubrí hasta que tenía 25 años, en el sexto año de la carrera de medicina, cuando me enamoré de Ana Paula. Hasta entonces no había pensado que podía ser bisexual. De niña ni cuenta; estudié en colegio de monjas hasta la preparatoria, mi familia es súper conservadora. Era una niña bien portada, nunca llegaba tarde a casa, no tomaba.
Cuando tenía como 22 años iba a clases de salsa con mi novio y yo sentía algo por la maestra, pero no sabía qué era. Ella era venezolana, tenía unos 36 años, se me hacía súper interesante y guapa, pero nunca consideré la posibilidad.
Luego fui de intercambio a Italia y ahí conocí a una chava española. Era increíble, estaba tan bonita que no podía dejar de verla, todo el día pensaba en ella, pero no me atreví a decirle nada.
Durante esas épocas siempre tuve algún novio. Tuve más de diez, pero me aburría muy rápido y los terminaba. Sí me gustaban y los quería, pero no me sentía enamorada.
Un día fui con una amiga a un bar donde cantaba Ana Paula. Yo estaba sentada y ella llegó a platicar conmigo, me llamó mucho la atención. Yo tenía novio, pero empezamos a salir. En una fiesta nos agarramos de la mano y empecé a sentir muchas cosas, estaba súper confundida, pensaba “no manches, ¿qué es lo que me está pasando?”. No me imaginaba que yo pudiera andar con una chava.
Tiempo después dejé a mi novio. Nunca me había enamorado tanto y tampoco había tenido una relación tan profunda, donde realmente conozcas a la persona, mis relaciones eran más superficiales.
Cuando tenía un año con Ana le conté a mi mamá, nada más ella lo sabe de mi familia. Al principio como que cayó en shock, pero me dijo que me iba a apoyar, que para ella yo era importante. Aunque sigue creyendo que es algo pasajero, y yo digo “¿pasajero 4 años de relación?”.
Todavía no puedo decirlo abiertamente, más que nada porque no sabes qué van a pensar, qué te van a decir. Se puede apreciar como si fuéramos personas confundidas, que no saben ni lo que quieren, también desde los mismos gays.
En el trabajo nadie sabe; si me preguntan si tengo novio digo que sí, porque si no te empiezan a invitar a salir. Sí me gustaría decirlo porque si hay un evento del trabajo se me hace mala onda que ella no pueda ir porque es con quien estoy compartiendo todo.
No sé si me pueda volver a enamorar de un hombre, pero sí veo chavos que me gustan. Mi pareja es lesbiana y a veces sí crea conflictos que yo sea bisexual; por ejemplo, si vamos caminando y pasa un chavo súper guapo yo no puedo dejar de mirarlo. Pero ella también tuvo novios hombres. Se me hace que es muy difícil que exista una chava completamente lesbiana. Todo mundo tiene algo de bisexual.
Tatiana Isabel tiene 28 años y es pediatra. Hace un año llegó de su ciudad natal en el norte del país al Distrito Federal, donde vive con su pareja Ana Paula.
La bisexualidad no es exclusiva de los seres humanos. Los bonobos, una especie de chimpancés africanos, también tienen gran variedad en su conducta sexual, y no discriminan ni por género ni por edad. Aunque esta práctica sexual tampoco es un fenómeno nuevo en los humanos. De los filósofos griegos que admiraban la belleza de los adolescentes, a Orlando –personaje creado por Virginia Woolf que viajaba en el tiempo y cambiaba de sexo–, al músico británico David Bowie, la pintora mexicana Frida Kahlo o Remy Hadley, la doctora de la serie televisiva estadounidense Dr. House, los bisexuales han estado presentes por siglos en la cultura occidental. Aunque hasta antes del siglo XIX no se denominaban así. Antiguas culturas como la griega o la romana no conocían el término “orientación sexual” y se movían con base en gustos.
En su origen, el término bisexualidad tenía un sentido negativo. Hacia finales del siglo XIX el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing identificó la condición de deseo hacia hombres y mujeres y la llamó “hermafroditismo psicosexual”. Después, el sexólogo británico Havelock Ellis utilizó “bisexualidad” como sinónimo de “dimorfismo sexual” para referirse a la presencia simultánea en una persona de características sexuales femeninas y masculinas.
A principios del siglo XX Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, consideraba que todo individuo nacía bisexual hasta que uno de los padres reprimía algún lado de su disposición sexual, de acuerdo a las normas heterosexuales establecidas. Fue hasta 1973 que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad y la bisexualidad de la lista de parafilias (comportamientos sexuales que generan angustia e impactan negativamente la vida) del Manual de diagnóstico de los trastornos mentales.
Desde la perspectiva de la antropología física o biológica, explica el Dr. Vendrell, todos los seres humanos somos bisexuales: “En cierto sentido nuestro genoma contiene potencialmente los dos sexos, y el hecho de que finalmente se manifieste una y otra versión en el fenotipo depende de un conjunto variado de factores, desde la presencia o ausencia del cromosoma Y, hasta la acción de determinadas hormonas, por no hablar de las alteraciones congénitas, etcétera”.
Por otra parte, desde una perspectiva cultural, la bisexualidad es una capacidad, potencialidad o posibilidad que no todos desarrollamos. A diferencia de lo que ocurre en plantas y animales, explica el profesor-investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, la sexualidad humana opera en el orden simbólico, por lo que el heterosexual, el homosexual o el bisexual son figuras del imaginario: “Potencialmente podemos ser cualquier cosa, sexualmente hablando. Podemos incluso no ser nada. Lo que ocurre es que la cultura, mediante nuestra inscripción en el género, nos recorta dicha potencialidad o posibilidad y nos deja como únicamente heterosexuales”.
3. EL ACTIVISTA BISEXUAL
Es difícil asumirse como hombre bisexual en una sociedad machista. Un hombre que se asume como heterosexual o como gay normalmente busca la repetición de los roles masculino y femenino. Cuando uno se nombra bisexual busca la igualdad entre los sexos.
Una mujer puede asumirse como bisexual y la gente no hace tanto escándalo porque lo asocian con una imagen mercadotécnica. En el caso de los hombres es más difícil por la cuestión del poder: si yo me relaciono con otro chavo bi o gay, aparecemos en una relación más horizontal y eso no se entiende mucho.
Una de las preguntas que me han hecho es “¿pero quién es el activo? ¿Quién manda?”. Nadie manda. Normalmente con los chavos que he salido no he tenido bronca por ser bisexual, al contrario, se vuelve excitante. Y con las mujeres tampoco hay problema.
Para mí la opción bisexual ha sido una manera de explicarme el mundo, de interpretar una realidad. Ya no tengo que fingir, si estoy en un grupo de compañeros gay, cuando volteo a ver una chava, es algo que me nace. El otro día estaba con un amigo y le pregunté “¿a ti no te gustan nada las mujeres?” y me dice “Eres una puerca”. Pero la verdad es que yo me siento muy cómodo así, es una manera de relacionarme con los géneros, de conocer en qué aspectos me puedo enamorar de una mujer o un hombre. A mí las cosas dadas me fastidian, algo que me atrajo de la opción bisexual es asir un mundo que no está del todo dicho, sino que sobre la marcha lo vamos construyendo y deconstruyendo.
Jesús tiene 31 años, es psicólogo y activista a favor de los derechos de los bisexuales.
El primer reporte científico sobre sexualidad en el mundo, el del estadounidense Alfred Kinsey, reveló en 1943 que la mayoría de las personas en su país tenían cierto grado de atracción hacia ambos sexos; menos de 10% de la población era puramente heterosexual. Para él, la bisexualidad era un continuo entre la heterosexualidad y la homosexualidad.
Un estudio de 2011 publicado por la Universidad de California se aproxima a los hallazgos de Kinsey: 3.1% de la población estadounidense se identificaba como bisexual, mientras que 2.5% como gay o lesbiana.
En México no hay cifras confiables que permitan identificar a la población bisexual y planear políticas públicas en consecuencia, coinciden los entrevistados. Por la Encuesta Marcha del Orgullo y la Diversidad Sexual. Ciudad de México 2008, publicada en 2012, se sabe, por ejemplo, que de las 957 personas encuestadas durante la marcha, 13.3% se identificaron como bisexuales, casi en la misma proporción que los identificados como heterosexuales (14%); de los cuales una ligera mayoría eran mujeres.
La mitad de estas personas contaban con educación superior y la mayoría oscilaban entre los 22 y 29 años de edad. Por otra parte, algunas diferencias no resultaron de la orientación, sino del género: los hombres, heterosexuales y gays, tenían mejores salarios que las mujeres, y los hombres bisexuales eran menos discriminados que el resto de los encuestados.
No obstante, poco se conoce del perfil de quienes no están involucrados en el activismo LGBT. Con base en su experiencia, la mayoría de los especialistas opinan que por lo general quienes se asumen bajo el término “bisexual” son personas de las áreas urbanas, clase media y alta, con nivel educativo medio y superior. Sin embargo, para la psicoanalista Cecilia Olivares, pueden ser todo tipo de personas, y tal vez lo que la característica que compartan es ser más abiertos con su sexualidad.
Como terapista sexual, Rinna percibe que es una población con temor a visibilizarse: “Hay gente que es 100% gay y hay gente que siempre ha sido heterosexual. Lo que sí creo es que más hay es bisexualidades, pero la gente por el prejuicio que hay no se declara bisexual salvo que lo tenga bien manejado”.
Joan Vendrell coincide en que los bisexuales pueden llegar a “diluirse” entre los hetero o los gay, o su posición queda en una especie de limbo que termina rechazada por las otras partes. La Encyclopedia of Gender and Society denomina a esta aversión de los hetero u homosexuales hacia los bisexuales “bifobia”.
La última encuesta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación lo confirma: una de cada dos personas homosexuales o bisexuales considera que el principal problema al que se enfrenta es la discriminación, seguida de la falta de aceptación, críticas y burlas.
4. LAS HERMANAS BISEXUALES
Pilar: Por la educación que tuvimos siempre pensé que la homosexualidad era un niño con un niño. Mi primer orgasmo fue viendo a una niña cuando yo tenía nueve años.
Emilia: La educación sexual en casa fue casi nula. Dejaron que la escuela y los libros nos educaran. Mi papá era súper machista.
Pilar: Para mi mamá ser bisexual es lo peor. Como señora casada se entera que fulanita tenía un esposo y lo descubrió con otro, y piensa “qué asco”. En mi caso soy súper abierta al respecto, casi me presento “Hola, soy Pilar y soy bisexual”.
Emilia: Yo no. Hay ciertas amistades con las que no lo puedo comentar.
Pilar: De cualquier forma, creo que la familia no ha influido en mi orientación.
Emilia: No la educación tradicional, pero sí el reproche de mi papá de que quería tener hombres. Nos educó como hombres, no podíamos llorar, teníamos un boliche y carritos.
Pilar: Creo que lo que influyó fue que la figura amorosa era la mamá.
Emilia: Puede ser, pero nunca llegué a pensar en ser lesbiana, me gustan mucho los hombres, aunque de que me gustan las niñas, también me gustan.
Pilar: En mi caso, intelectualmente los hombres me encantan cabrón, más que las mujeres, que son muy emocionales. Como que el pancho no te lo manejo.
Emilia: Creo que nunca he tenido una relación formal con una mujer precisamente por eso. A veces ni yo me soporto… Cuando tuve algo que ver con una mujer tenía como 20 años y ya había tenido relaciones con hombres. Fue con una amiga de la universidad, seguido me quedaba en su casa. Alguna vez nos fuimos de vacaciones con su familia, el novio y yo, y ella se administraba bien para estar con ambos. Al final ella le puso el cuerno con un tipo con el que yo salía, tipo Melrose Place. El novio los cachó y terminaron definitivamente; ella se casó con el tipo y nosotras terminamos la amistad para siempre. Lo último que me enteré fue que tuvo un hijo.
Pilar: Yo sentí súper rico cuando me acosté por primera vez con una mujer. Para tener mi primera relación sexual con un hombre fue un pinche batallar y cuando terminó pensé “chale, de eso se trataba, ya me voy a mi casa, adiós”. Después tuve una relación de abuso mala onda y cuando ya me rolé con la primera chava, era como fuego, cero inhibiciones. Fue una relación muy abierta, ambas teníamos novios. Desde entonces, jamás he tenido un remordimiento por ser bisexual, no me siento sucia.
Emilia: Para mí es mucho más fácil comentarlo con un hombre que con mujeres. Para ellos está la fantasía de estar con dos mujeres, pero nunca imaginan que los puedes dejar por una.
Pilar: De hecho, en diciembre me separé de mi esposo porque yo estaba saliendo con una chava. Regresé con él, pero tengo muchos conflictos. Me mantuve fiel durante nueve años, difícilmente le hubiera sido infiel con otro hombre, creo que no hay uno que podría superarlo.
Emilia: No puedes tener lo mejor de ambos mundos, sólo que andes con un hombre y una mujer a la vez.
Pilar: Él no maneja toda la parte emocional y en cambio con esta chava podía expresarme. Pero no te puedo decir que yo amo a las personas por su espíritu etéreo, no, ni madres. No he encontrado una mujer con esta inteligencia y que al mismo tiempo me resulte atractiva. También en el cuerpo de la mujer tengo mi must: si no es tetona ya valió madres.
Emilia: A mí no me importa, aunque sólo me he acostado con pechugonas. Tiene que ser bonita, eso sí. ¿Pero qué va a pasar?
Pilar: Ahorita definitivamente terminé con esta chava, no podía manejarlo. A mi esposo jamás le confesé que andaba con esta chava. En general es medio celosón, más con las mujeres. Yo sé que también me pasé de plano mala onda. Aunque debo confesar que todavía extraño mucho a esta chava. La bisexualidad me ha ofrecido gran sexo y creo que veo el mundo de otra manera, he podido romper con este esquema de la familia tradicional, nosotras crecimos en un ambiente súper convencional. Mi primera relación bisexual me abrió mucho la perspectiva de que el mundo no es sólo de una manera, que tus relaciones y tu vida pueden ser tan diferentes como tú lo decidas. Aunque mi historia esté inconclusa.
Pilar y Emilia tienen menos de 40 años y son hermanas. Viven en el DF, donde estudiaron siempre juntas en escuelas católicas.
“¡Bugas, gays y lesbianas. Bugas, gays y lesbianas: los bisexuales siempre estamos en sus camas!”, gritaban los de Opción Bi –el primer grupo de activismo bisexual en América Latina– durante la última marcha por la diversidad sexual en el DF. En la intimidad de sus reuniones, por otra parte, predomina la reflexión académica y testimonial sobre cuestiones de género, derechos y necesidades propias de los bisexuales.
Este año celebrarán su décimo aniversario, el 23 de septiembre, Día Internacional de la Bisexualidad. Su nombre es un homenaje al sexólogo Fritz Klein y su libro The Bisexual Option, pionero en las investigaciones sobre el tema. Su historia es consecuencia de otras: el Taller de Reflexión de Mujeres Bisexuales, Caracol, Red Mixta y Sentido Bi.
Dirigido por la socióloga Myriam Brito y el abogado Jorge Yáñez, Opción Bi se reúne el segundo lunes de cada mes en Voces en Tinta, una librería especializada en diversidad sexual ubicada en la Zona Rosa del Distrito Federal.
Al interior del grupo, la bisexualidad se concibe como “la posibilidad de estar abiertos a relacionarnos afectiva o sexualmente con mujeres y, además, con hombres; no con mujeres y hombres a la vez, eso es un estereotipo, habrá a quien le funcione pero no es la regla. Como todas las personas buscamos alguien que se adapte a nuestras expectativas personales”, define Jorge.
Los asistentes casi nunca son más de 20, hombres y mujeres, sin restricción de edad. “De las mejores cosas que se lleva la gente cuando viene al grupo es decir me relajo, no estoy haciendo nada malo, no soy una cosa extraña”, explica Myriam.
El objetivo es visibilizar esta orientación, tanto hacia la sociedad en general como al interior de la comunidad LGBT. “En los grupos gays y lésbicos decían que los bisexuales no existían, que eran indefinidos. Hasta ahora la vieja guardia, los activistas de los setenta, siguen manteniendo esos prejuicios; seguimos siendo incómodos, pero ya no pueden decir que no existimos”, opina Myriam.
También tienen demandas concretas, explica Jorge Yáñez, en el terreno de las políticas públicas, donde sí hay diferencias por género. Por ejemplo, los institutos de las mujeres tendrían que financiar proyectos específicos para bisexuales, trans y lesbianas, además de difundir y abaratar el costo del condón femenino. Asimismo, la categoría que se creó para difundir el uso del condón entre los hombres que no querían aceptar sus prácticas homosexuales, “hombres que tienen sexo con hombres (HSH)”, no cubre por completo las necesidades específicas de los hombres bisexuales.
5. EL BISEXUAL CASADO
Si hay que ponerle una etiqueta o una orientación, actualmente considero que soy homosexual, porque estoy casado con un hombre, pero tuve parejas mujeres y era algo que disfrutaba. Si en algún momento estuviera libre, pensaría en la posibilidad de estar con una mujer.
Nunca tuve relaciones con un hombre y con una mujer durante el mismo periodo, era una o uno, no era de hoy termino con una mujer y al otro día empiezo con un hombre. Me importa más la persona, aunque la comunicación es diferente: con un hombre como que hablas más directo, con una mujer de repente tienes que codificar muchas cosas. Sin embargo, tanto con un hombre como con una mujer tienes conflicto, peleas, desacuerdos, porque es humano.
Más que descubrir la orientación bisexual, lo que acepté fue mi orientación homosexual. A los 21 años descubrí que un hombre me atraía y que quería explorar esa parte. Hasta entonces había tenido una vida heterosexual.
Coincidió con que me vine de vivir de un pueblo de provincia a la Ciudad de México. Allá el ambiente y la manera de relacionarse son más cerrados; en el DF descubrí más información, lugares exclusivos para homosexuales y empecé a ampliar el panorama. Después volví a tener una relación formal con una mujer, aunque posteriormente casi todas mis relaciones han sido con hombres.
Conocí a Alberto hace siete años y nos casamos legalmente hace dos. Mi estilo de vida cambió, pero como el de cualquier pareja que se casa; ahora hago todas mis actividades con él. Lo que sí se modificó un poco fue mi relación con mi familia, que es un poco conservadora. Mi hermano no tiene problema, pero a mi mamá le crea cierto conflicto, ella espera que en algún momento yo corrija el camino y haga mi vida “normal”.
Alberto y yo somos una pareja abierta a relaciones ocasionales. Sin embargo, en algún momento con una de mis ex novias planeé tener un hijo; ella sólo quería que le ayudara a la concepción, sin necesidad de hacerme cargo del bebé, pero yo quería involucrarme. Eso sí fue un conflicto para mi pareja, le preocupaba que desviara buena parte de mi atención hacia eso. Finalmente lo aceptó, aunque no lo entendía. Pusimos un plazo para intentarlo, pero no se logró el embarazo, por algo no pasó.
Mi matrimonio no es completamente un secreto, pero no lo ando diciendo en el trabajo. Mis compañeros asumen que soy heterosexual y yo tampoco tengo por qué estarlos corrigiendo, cada quien que asuma o crea lo que quiera. Aunque lo ideal sería decir “estoy casado con un hombre”, que lo pueda llevar a las reuniones del trabajo y no pase nada.
Puedes crear tu propio estilo de vida, no me limito con lo que quiero hacer. No me he sentido señalado o hecho a un lado, pero veo que en general la discriminación es bastante marcada.
Ser bisexual no ha hecho la diferencia. Mi vida en pareja está enfocada a una sola persona, que es un hombre, y nuestra idea es seguir juntos hasta que la muerte nos separe. No sé si más adelante eso cambie, no sabría decir si retomaría una relación con una mujer, estoy contento y quiero seguir así.
Víctor R tiene 35 años y es arquitecto; vive con su esposo y dos perros en el DF.
Ni rosa ni azul. La bandera de los bisexuales tiene una franja morada al centro. Un color no muy visible, a decir por el porcentaje de representación de la bisexualidad en las marchas o grupos LGBT o en los espacios dedicados a su estudio. La Biblioteca “Rosario Castellanos” de la UNAM, que presume el acervo especializado en género más importante del país, cuenta con nueve libros sobre el tema; sólo uno de ellos en español.
Después de 15 años de trabajo a favor del activismo bisexual, Myriam Brito considera que sigue haciendo falta más información y sensibilización acerca de todo lo que no es heterosexual: “Los bisexuales tenemos doble trabajo, combatir los prejuicios por no ser heterosexuales y también los prejuicios por no ser homosexuales.”
El próximo año México será la sede de la conferencia de la International Lesbian and Gay Association. En ese marco, Opción Bi planea el primer encuentro internacional bisexual y proponer una secretaría bisexual para la asociación.
El activismo bisexual en América Latina va atrasado más de 10 años con respecto al de los anglosajones, afirman. No obstante, cuando Opción Bi abrió su portal en internet, inspiraron la creación de otros grupos, como Sentido Bi y Dimensión Bi en Colombia, y Mano Diversa en Ecuador.
El año pasado Miguel Ángel Vizcarra fundó Opción Bi Guadalajara, que al principio eran un grupo de ocho personas que se reunían en una librería de esa ciudad. Actualmente sólo funciona como un grupo virtual en Facebook y tiene 95 miembros.
“Se han hecho varios intentos por revitalizar el trabajo del grupo, pero no ha sido posible; los bisexuales de Guadalajara son apáticos para trabajar el tema de la bisexualidad, tal vez la tan conocida doble moral que hay en nuestra ciudad tenga que ver con ello”, dice en entrevista Miguel Ángel.
6. LA PAREJA BISEXUAL
Susana: ¿Recuerdas el día que nos conocimos?
Teresa: Sí, fue un domingo en casa de A. Estaba un güey con el que tuve sexo. Después me enteré que tú también habías estado con él.
Susana: Yo acababa de terminar una relación de dos años con un hombre, pero te conocí y me olvidé de todo. Me preguntaba si a ti también te gustaban las mujeres. Tu apariencia no delataba nada, no estábamos en un ambiente gay, pero sentía una atracción muy fuerte hacia ti.
Teresa: Yo noté que te gusté porque te interesaste mucho por mí. Estaba por entrar a la maestría, tenía poco tiempo en la ciudad. Me pareciste extremadamente sexy. Al día siguiente me preguntaste mi preferencia y me invitaste a tu departamento. Antes de llegar recibí la última llamada con noticias de mi ex novio; era libre y podía amar a alguien más. Antes creía que era lesbiana, me daba mucho miedo porque mi abuela les llamaba “manfloras”. En el kínder las niñas me besaban, me trataban como el papá de la familia y con los niños jugaba carritos, pero un día me di cuenta que no era como ellos, vi que ellos tenían algo que yo no. Eso que dice Freud, del complejo fálico-genital, me pasó.
Susana ¿Cuándo te asumiste bisexual?
Teresa: A los 14 años, cuando me enamoré de un chavo y fue mi novio. Empecé a andar con mujeres y hombres a la vez. Al principio no sabía cómo decirles a ellos que era bisexual, eran los “normales”, con los que podía salir a la calle de la mano. Ellas eran muy celosas, eran lesbianas, no entendían por qué me gustaban los hombres. ¿Cómo fue tu experiencia?
Susana: La primera vez que estuve con una mujer fue como a los 20. Mi mejor amiga y yo teníamos curiosidad por nuevas experiencias y fuimos a un bar gay; ahí conocí a esta chica inglesa, su piel era tan suave. Creí que sólo era algo físico y pasajero, hasta que conocí a una chica con la que mantuve un año de relación en secreto, nos veíamos en lugares solitarios de la ciudad; era una ciudad muy doble moral, temía que mis amigos se dieran cuenta y ya no me hablaran. Nunca había sentido algo así por otra mujer, o no de manera tan consiente, me llevó años de terapia concebir la posibilidad de amar libremente, fuera de los cajones para clasificar a las personas.
Teresa: Yo tuve mi primera pareja mujer a los 17; iba a mi casa y nos encerrábamos en mi cuarto, pero un día mi abuela abrió la ventana y nos vio besándonos. Fue un escándalo: me llevaron con un sacerdote para que confesara de mi “pecado”, y luego con psicólogos y psiquiatras para atender mi “problema”. Hasta que un día mi mamá dijo “yo te quiero como eres”, y no volvimos a hablar del tema.
Teresa y Susana tienen 27 años y viven juntas, aunque sus familias creen que son amigas compartiendo departamento. Escriben un blog sobre su experiencia bisexual.
Hace seis años el médico y político italiano Umberto Veronesi declaró en entrevista al diario argentino Clarín que en el futuro prevalecerá la bisexualidad en el mundo. Las diferencias entre hombres y mujeres se están atenuando, dijo, la mujer asumió nuevos roles y el sexo ya no es la única forma para procrear, por lo que no será ya importante con quien elegimos tener relaciones sexuales. La bisexualidad, declaró, “será el precio a pagar por la evolución natural de la especie humana. Y creo que el precio es positivo”.
El antropólogo Joan Vandrell considera que la situación es más compleja. Para que la sociedad acepte por completo la bisexualidad “tendrían que cambiar las bases del sistema de género, y también el hecho de que la identidad pase por la sexualidad. Sé que suena utópico. Y de hecho lo es.”
De cualquier manera, los especialistas coinciden en que la orientación sexual no determina el resto de lo que una persona es. La psicóloga Rinna Riesenfeld elige otra metáfora para explicarlo: “La orientación sólo te dice que alguien es diestro o zurdo para el amor, no te habla de ética ni de forma de ser. Cuando entiendes que las personas sólo somos seres humanos, y el cuerpo es una caja, te vas más por si ese ser humano te viene bien o mal, no por su condición”.