Los trabajadores mexicanos son de los que más horas laboran al día. Eso no asegura eficiencia en la labor. Problemas físicos y mentales son más recurrentes por políticas que valoran más el tiempo que la eficacia.
Ciudad de México, 21 de marzo (SinEmbargo).– Para muchos hoy es un día terrible en la oficina. Sentados frente a la computadora por horas y con fuertes cargas de trabajo, hubo que comer apresuradamente –si es es de los afortunados que tiene horario de comida–. Para llegar a la oficina, muchos tuvieron que levantarse a las 5:00 de la mañana y hacer un recorrido de más de dos horas, apretujados en el transporte o atrapados al interior de su auto en el tráfico. Al final de la jornada aún hay muchos pendientes y hay que quedarse tiempo extra, incluso es mal visto irse justo a la hora oficial de salida. Sin contrato ni prestaciones, con un sueldo que apenas rinde y con la amenaza de ser reemplazado en cualquier momento, es casi imposible tener un rato de ocio, conversar, estar –en verdad– con la pareja, los hijos o los amigos.
Por la noche la sola idea de repetir tan desgastante rutina es una tortura; el descanso es deficiente, cuerpo y mente acumulan molestias y dolores.
Las condiciones laborales precarias acarrean diversos malestares físicos y psicológicos; predisponen a los accidentes, a la violencia y favorecen el consumo de drogas legales e ilegales, el bienestar del trabajador es un asunto de poca importancia para numerosos empleadores y empresas y con frecuencia es atropellado sistemáticamente.
Jesús Felipe Uribe Prado, profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) recuerda que la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Mundial de la Salud plantean que el bienestar implica no sólo la ausencia de enfermedad sino la combinación entre salud física óptima y la ausencia de problemas psicosomáticos. “No basta con no enfermarse, se debe estar sano, sentirse bien; dicho estado de bienestar es difícil de encontrar debido a que muchas veces por necesidad, hacemos trabajos que no necesariamente nos gustan, no van de acuerdo con nuestras capacidades; ni con lo que deseamos hacer, esto impacta el bienestar del individuo y desencadena problemas de salud”, explica.
Especializado en Psicología Ocupacional, Uribe establece que la salud ocupacional promueve el equilibrio entre la percepción de bienestar, la salud física óptima y la ausencia de problemas psicosomáticos.
TRABAJO Y FATIGA
De acuerdo con Uribe Prado hay varios indicadores de exceso de trabajo, el básico es el legal, pues la historia del Derecho Laboral ha estipulado que una jornada promedio es de ocho horas; el segundo es la carga de trabajo, que según el experto, se divide en dos tipos: cuantitativa, que se refiere al aspecto físico y la fatiga al momento de desarrollar alguna labor, y cualitativa, concerniente a la carga mental, ésta tiene que ver con el grado de complejidad que requiere un trabajo.
El entrevistado enfatiza que una jornada laboral no debe superar las ocho horas, no sólo por cumplir la ley, sino por el rendimiento y la salud del trabajador.
Por su parte, Juan Varela Juárez, profesor en Psicología del Trabajo, expresa que a partir de la novena hora el trabajo ya es excesivo: “Difícilmente una persona sigue siendo eficaz pasadas ocho horas, he hecho investigaciones de nivel de producción y después de la comida baja mucho el rendimiento, pues ya se aprecian síntomas de fatiga”.
Detalla que la mayoría de accidentes y descuidos se presentan después de siete horas de trabajo continuo: “Deben tenerse bien marcados los horarios, los descansos; se le da más importancia al tiempo no a la eficiencia ni la eficacia. De qué sirve que un empleado esté presente 15 horas si no hace nada o lo hace mal. El costo es agotamiento severo, y una rotación demasiado alta”, explica.
Uribe Prado manifiesta que según investigaciones realizadas en la UNAM, la jornada del mexicano es de por lo menos 12 horas, por lo que la fatiga física y mental se han incrementado. “Hay muchas cosas que considerar, un obrero en su jornada de ocho horas está trabajando más, para salir a tiempo, mientras que la de un ejecutivo es de 10 horas y puede extenderse hasta 14”, dice.
Del mismo modo externa que aunque en principio el trabajo es benéfico, debido a que genera la posibilidad de aprender y evolucionar social, personal, cognitiva y tecnológicamente, las jornadas impuestas en la actualidad están teniendo repercusiones nocivas: “El sistema económico neoliberal, el sistema laboral y productivo, se basan en una competitividad muy marcada, en la que empresarios y sindicatos están tratando de optimizar los esfuerzos laborales para obtener mayores ganancias, por lo que se sacrifica al trabajador: lo que antes hacían dos personas, ahora lo hace uno, esto es posible gracias a la automatización, la computadora, sistemas globales de información. Lo que antes hacían dos personas físicamente, ahora lo puede hacer una persona con una computadora, no obstante, el grado de complejidad se incrementa y conduce al estrés, que es la respuesta física y mental del organismo generada por el trabajo excesivo”, detalla.
CONSECUENCIAS EN LA SALUD
Ambos especialistas describen las consecuencias de los excesos laborales, Varela Juárez menciona la depresión, fatiga y altos niveles de estrés que derivan en problemas cardíacos e infartos. Por su parte, Uribe Prado enlista los síntomas de orden psicosomático: problemas gastrointestinales, dolores musculares y articulares; periodos menstruales muy dolorosos, problemas maxilofaciales, adormecimiento en brazos y cuello, así como migraña, que “solía ser excepcional y ahora es muy común, hemos aprendido a vivir de manera normal con dolores de cabeza".
Al inventario se suman los trastornos de sueño. “Los mexicanos deben estar durmiendo en promedio entre cinco y seis horas”, que es una alteración del ciclo circadiano pues “hay demasiada fatiga no sólo en el trabajo sino en el transporte debido a lo largos trayectos (de hasta tres horas) fatiga mental, trastornos psicosexuales, (apetito sexual, anorgasmia, eyaculación precoz) y adicciones, no sólo a drogas ilegales, sino a sustancias permitidas”: café, tabaco, alcohol, lo que en palabras de Uribe se traduce en una sociedad “muy enferma”.
El especialista destaca que médicamente hay una correlación entre problemas de trabajo e hipertensión arterial y asevera que los accidentes relacionados a la fatiga laboral no están debidamente documentados: “Por ejemplo, en los casos de choques no se documenta que muchos son por quedarse dormido, por la prisa para llegar al trabajo o para ver al cliente. Se pierden dedos, manos, caen a un tinaco de sustancias, chocan maquinaria; el número de accidentes relacionados con el trabajo es difícil de documentar, pero es muy importante saber que en muchos casos están vinculados con el exceso de trabajo y problemas laborales”.
Uribe plantea que los periodos prolongados de trabajo influyen en el consumo de drogas ilegales, “con frecuencia la gente se intoxica para olvidar los problemas de trabajo, lo hace con alcohol, cocaína y con todo lo que su grupo social acostumbre. Las adicciones están relacionadas a fenómenos de estrés laboral; al deseo de olvidar los conflictos de esa área. La gente no puede dejar de trabajar y por tanto, de preocuparse; definitivamente las maneras de escape son las que se tienen a la mano, ya sea una adicción de fin de semana, o periódica –los que lo hacen una vez al mes pero hasta el fondo– buscando desechar los problemas”, acota.
También considera que alguien con un desequilibrio de carácter ocupacional, incrementa las probabilidades de tener problemas familiares “nunca me ven aunque yo los mantenga, en las vacaciones me enfermo. El estrés requiere periodos de recuperación y esos periodos pueden ser más estresantes por tener mala o nula relación con la familia”, a ello se suman alteraciones de tipo nervioso y la conducta agresiva crece, al igual que las actitudes violentas.
ACOSO Y MAQUIAVELISMO EN EL TRABAJO
La violencia en el terreno laboral se traduce en acoso, el mobbing es un reflejo de la violencia social ejercida concretamente en el ámbito de trabajo. Uribe expone que se trata de una dinámica social y grupal que parece normal, “funciona como una estrategia institucional para hacer competir a la gente y que ésta a su vez autoregule su productividad, es una lucha por los puestos de trabajo, que provoca canibalismo social”. El objetivo del mobbing es eliminar al empleado, cansarlo a través del hostigamiento constante, hacer que renuncie o que sea despedido; “es una violencia muy perversa, se presiona al empleado para que se vaya; le esconden las cosas, lo regañan en público; lo hacen sentir mal y como parte de dicho mecanismo violento, se le dice que él tiene la culpa por no cumplir, por no adaptarse”, ataja.
Asimismo expone que este tipo de violencia no es abierta porque de serlo habría darle liquidación al trabajador, “si se hace de manera clandestina se va solo, no hay indemnización y no hay culpa”, expresa. Un factor que favorece al mobbing es la reducción de los puestos de trabajo: “La gente comienza a sentir presión para conservar su puesto de trabajo, si yo no hago lo que me corresponde y más, hay un ejército de reserva en las puertas de la empresa; si yo no hago todo lo que me piden hay 15 personas o más esperando ocupar el puesto”.
En cuanto a la presencia de personas con rasgos psicopáticos en el trabajo, Uribe plantea: “Hemos estudiado por varios años la personalidad del mundo del trabajo y lo que hemos encontrado es que a mayor nivel jerárquico, hay mayor maquiavelismo, mayor capacidad de manipulación; es normal, además cuando los puestos son menos, la lucha es más encarnizada. Mientras que en los puestos ‘bajos’ compiten 300 por 100 puestos, en los puestos ‘altos’ hay 300 compitiendo por dos plazas, eso hace que la gente sea mucho más maquiavélica, además, dichos comportamientos son premiados”. El entrevistado destaca que la alusión a Maquiavelo no es en sentido peyorativo sino histórico: “Él describía que había que ser más cruel en ciertos momentos porque eso beneficiaba a la institución, al partido político o al Estado. Uno puede pensar que eso es malo, perverso, pero en una sociedad como la nuestra, actuar así es premiado; así que la sociedad en vez de fomentar buenas relaciones humanas, premia a aquellos más depredadores”, critica.
Uribe agrega que actitudes como la alta competitividad o la manipulación no siempre indican la presencia de un trastorno mental: “Una persona de este tipo no necesariamente está enferma tampoco es necesariamente mala, puede ser manipulador y con ello lograr un gran número de ventas, pero también podría cometer un fraude; esas son las dos caras de este tipo de personalidad”.
Por todo lo anterior, Uribe insiste en que los empleadores están obligados a prevenir la violencia, “países como España, Colombia, Argentina y Venezuela ya tienen leyes contra eso, en México no hemos comenzado ni a pensarlo, aun cuando se ha investigado y demostrado que la violencia laboral existe y daña al trabajador, al sistema productivo. Dichos países han elaborado leyes para regular las relaciones laborales y prevenir agresiones, en estas leyes se debe incluir violencia de género, trabajo infantil y abuso de poder”.
SINDICATOS, GRANDES AUSENTES
Además de la urgencia de legislar sobre la violencia laboral, Uribe resalta la ineptitud de quienes deberían velar por la salud laboral: “Hay mucha ignorancia por parte del lado patronal, creen que favorecer al trabajador disminuye las ganancias, el estado no se esforzado por demostrar que un trabajador sano es productivo. Lo hay que hacer en términos sindicales y organizacionales es entender que la salud ocupacional sí genera productividad, los grandes ausentes son los sindicatos, que a nivel internacional, han tenido un papel fundamental en beneficio de los trabajadores y en favor de la productividad”.
El experto considera que las organizaciones que deben proteger al trabajador no lo hacen: “Vamos a decirlo, esta mafia ignorante no ha ayudado realmente al trabajador sino que han colaborado con la explotación del mismo, se han olvidado del papel político y social que históricamente ha jugado los sindicatos en México y en el mundo. Conozco particularmente las historias españolas, colombianas donde los sindicatos han sido los primeros en exigir a los patrones que cumplan con los estándares de salud ocupacional, en México los sindicatos luchan por prebendas políticas antes que por razones de salud. A nivel de estado se piensa más en delitos y en sanción que en prevención; a los jueces laborales les da miedo entrarle al tema de la violencia laboral por las consecuencias políticas olvidando las consecuencias, necesitamos estar libres de enfermedades físicas y mentales”, declara.
Si bien los sindicatos no ejercen su papel, los trabajadores deben tomar consciencia de sus obligaciones y derechos; deben informarse, cuidar su salud y exigir a los empleadores el cumplimiento de las leyes, igualmente las empresas deben informarse. Uribe destaca que mientras el patrón no entienda que un trabajador saludable es productivo, no vamos a tener una buena salud ni buen rendimiento. Además debemos comprender que la violencia y el bienestar laboral son asuntos de salud pública que le ocurren a millones de trabajadores, “tenemos fuertes problemas de salud pública; infartos, adicciones, accidentes, todos son prevenibles. El problema es que no hay una legislación adaptada a la actualidad, no tenemos un derecho laboral que busque salud, todo nuestro sistema laboral está orientado a la productividad no al bienestar, a la salud, olvidando que un trabajador sano es más productivo que uno enfermo, además de que sería más barato para el trabajador y empleador”.
El especialista comenta que estudios realizados por la máxima casa de estudios muestran que las empresas que se preocupan por la salud de su plantilla son las trasnacionales: “Uno pensaría lo contrario; sin embargo, empresas mexicanas muy famosas tienen jornadas de 14 horas. Hay compañías de telecomunicación donde los trabajadores entran a las ocho de la mañana sin horario de salida y sus empleados difícilmente ven la luz del día, mientras que empresas extranjeras obligan a los trabajadores a salir a las ocho horas, con sus excepciones, como el caso coreano en Querétaro, pero la industria farmacéutica hace estudios de salud ocupacional en sus trabajadores”, apunta.
De ahí la importancia de que el trabajador sea consciente del problema, pues “mientras que no noten que jornadas de 15 horas o más impactan en su vida social, familiar y personal son los primeros que están mal. El trabajador debe comenzar a buscar una calidad de vida para compensar lo que el trabajo le ocasiona: hacer ejercicio, alimentarse sanamente, tener esparcimiento”. No obstante agrega que no se puede hacer nada de lo anterior si la empresa no colabora; “quizá sí quiero hacer ejercicio pero entro a las ocho y salgo a las 10, ya parece que a las 12 voy a estar montado en la bicicleta" por mucha consciencia que tenga no lo voy a hacer”.
Uribe afirma que sí se están mejorando las condiciones, pero el camino es largo. “Hay empresas que abren espacios para que su gente se ejercite, practique yoga, proporciona comedores con opciones sanas, ofrecen transporte para facilitar el traslado, hay cosas que se están haciendo, al buscar trabajo. Habría que averiguar que empresas lo hacen, en la industria farmacéutica comienzan a las siete pero a las tres ya están libres; muchos trabajos empiezan a las ocho y no tienen horario de salida”, concluye.
Varela declara que promoviendo el bienestar, se incrementaría la productividad, ya que no sirve de nada producir mucho sin calidad y el trabajo excesivo repercute en la salud física, mental y emocional, además de generar conflictos laborales que incluso pueden desembocar en resentimiento, demandas, y que el empleado se vaya. También manifiesta que se debe respetar la contratación laboral, “desgraciadamente se alteran las cláusulas y se establece una relación totalmente distinta a la pactada” y agrega que en la parte salarial debe haber incentivos que propicien la satisfacción del trabajador, así como un trato digno que cree bienestar, favorezca la autoestima, e incremente la calidad. “Cuando una persona se siente satisfecha en un trabajo se incrementa la identidad y apego a la empresa, se tiene mejor desempeño, cuando existen condiciones óptimas el trabajador da muchas cosas buenas a la parte patronal”, finaliza.
Prácticamente todos hemos hecho un trabajo desagradable o hemos sido maltratados, por lo que es fundamental que empleador y empleado se esfuercen por mejorar las condiciones laborales y la calidad de vida. Funcionamos mejor cuando estamos sanos, satisfechos, cuando nos desenvolvemos en un ambiente laboral sano. Obrero y patrón deben recordar que si llevamos a cuerpo y mente a estados extremos llegará el momento en que ni siquiera podremos trabajar.