México

«Queremos salir a la calle libres, sin miedo». Colegas despiden a Adriana, asesinada en Guerrero

18/08/2018 - 10:05 am

Los compañeros, amigos y familiares de Adriana llevaron el féretro al Centro de Salud Alameda, Chilpancingo, donde laboraba y le hicieron guardia entre rezos y música de trío y mariachi.

“Queremos salir libres a la calle, sin ser perseguidos, sin tener miedo, escondiéndonos o volteándonos, mirando siempre con el temor que nos persigan o que nos secuestren”, claman.

Por Zacarías Cervantes

Guerrero/Ciudad de México, 18 de agosto (ElSur/SinEmbargo).– Con pétalos de rosa y confeti que arrojaron sus compañeras del Centro de Salud al paso del féretro que llevaba sus restos, y dos grupos musicales, fue despedido después del mediodía de este viernes el cuerpo de la enfermera Adriana Salgado Betancourt, quien murió entre el fuego cruzado en una balacera la noche del miércoles en la calle Zapata, en pleno centro de la capital de Guerrero.

La enfermera cubría el turno vespertino de las 2 a las 9 de la noche y el día que la mataron apenas había salido de su jornada laboral, cuando a una cuadra de su centro de trabajo encontró la muerte.

Sus compañeras de trabajo la recordaron ayer como una amiga solidaria a quien le preocupaba la situación de violencia que se vive en la entidad, exigieron una amplia y pronta investigación y castigo a los responsables.

El féretro con los restos de Adriana llegaron al Centro de Salud Alameda entre 12 y media y 1 de la tarde con sus familiares y amigos. En las instalaciones decenas de trabajadores de ambos turnos la esperaban en la entrada, algunos con charolas con pétalos de rosa y confeti que regaron al paso del cortejo.

El ataúd fue colocado en el pasillo principal rodeado de las decenas de los trabajadores, quienes montaron guardias de honor alternadamente.

El féretro de la enfermera Adriana Salgado Betancourt, asesinada en el centro de Chilpancingo el miércoles, es cargado hacia el Centro de Salud de la alameda, en donde laboraba Foto: Jessica Torres Barrera, El Sur

Asistió a la ceremonia luctuosa la secretaria de la sección 36 del Sindicato de la Secretaría de Salud, Beatriz Vélez Núñez, quien imperturbable permaneció unos 20 minutos y abandonó el lugar ante la indiferencia y la consternación de sus compañeros trabajadores.

Mientras el féretro con los restos de la enfermera permanecía en el pasillo, la médico Lilian Caballero, quien fuera jefa inmediata de la víctima, dijo que Adriana entró a laborar en el 2009, y fue cuando la conoció, y anticipó: “Hoy no queremos hablar de la violencia, sino de las cosas agradables de Adriana”.

Dijo que la enfermera asesinada como trabajadora apoyó mucho las actividades de ese centro de salud, y que como madre, “fue muy grande” porque siendo viuda sacaba adelante a sus tres hijos menores de edad, a quienes ahora deja en la orfandad.

Enseguida pidió un minuto de silencio a la memoria de su compañera, mientras que afuera el mariachi irrumpió con una melodía fúnebre.

Angélica Bello Aponte, una enfermera compañera y amiga de Adriana contó que el día que la mataron no la vio porque pidió permiso, y dijo que “era una gran compañera, yo aprendí mucho de ella”. Añadió que como en todos los trabajos hay problemas, pero ella era bien solidaria “y nos pedía que nos uniéramos para sacar adelante los problemas”.

Agregó que Adriana era una mujer “agradable, sonriente, alegre, luchadora, esforzada por sus hijos, yo me quedo con esa imagen de ella”, expuso.

Angélica contó que Adriana era alegre y que le gustaban las fiestas, pero que le preocupaba la violencia y que les decía que tenía miedo de salir, “nos decía que como mujer y madre de sus hijos le preocupaba la situación de violencia y la seguridad de sus hijos”.

Por eso dijo que la forma en que murió Adriana la llena de “impotencia, dolor y coraje, porque como ciudadanos deberíamos estar respaldados por las autoridades para darnos seguridad, tenemos derecho a salir libremente, pero desgraciadamente no se puede por la situación de violencia que estamos viviendo, que como ciudadanos y personas ya no aguantamos”.

Arengó que debe haber alguien que se levante y luche para que cambien las cosas y esta violencia se acabe, y exigió a las autoridades que hagan su trabajo, “que cada dependencia haga su trabajo y lo que les corresponde para que garanticen seguridad, porque como ciudadanos eso es lo que clamamos, queremos salir libres a la calle, sin ser perseguidos, sin tener miedo, escondiéndonos o volteándonos, mirando siempre con el temor que nos persigan o que nos secuestren”.

Como Angélica otros trabajadores del centro de salud demandaron a las autoridades que investiguen a fondo y ampliamente el asesinato de su compañera Adriana, “porque si detienen a los responsables nosotros también nos sentiremos seguros”, dijo otra de sus compañeras que pidió el anonimato.

El cuerpo de Adriana permaneció aproximadamente una hora en las instalaciones que fueron su centro de trabajo durante 9 años. En lo que sus compañeros montaban guardia alternadamente y rezaban un rosario para pedir por su descanso eterno, afuera un mariachi y un trio norteño entonaban canciones fúnebres.

Después el féretro con los restos de la enfermera salió se las instalaciones del Centro de Salud rumbo a la iglesia de la Asunción de María en el Zócalo de la ciudad, en donde se ofició una misa de cuerpo presente para enseguida trasladarlo al panteón al norte de la ciudad.

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