Un testigo protegido narró paso por paso el asesinato de las enfermeras y su acompañante en Mazatlán, desde que se conocieron en el bar, la privación ilegal de su libertad y hasta que les dieron muerte.
Un trabajo de inteligencia de la Fiscalía General del Estado y la confesión del testigo protegido, aceleraron los resultados; en una semana se reconstruyó el hecho: fue una noche de fiesta que acabó en uno de los crímenes más “organizados” de los últimos años.
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Mazatlán/Ciudad de México, 18 de agosto (SinEmbargo/Noroeste).– Todo empezó en un bar y la tragedia vino después.
El crimen de las enfermeras del IMSS, Cindy y Érika, cimbró a Mazatlán desde su desaparición, el 30 de julio.
Una semana después, la familia de José Antonio reveló que él también desapareció con ellas.
Con tres víctimas que prácticamente no dejaron rastro, el caso se complicó para las autoridades.
La desaparición pasó de un hecho local a noticia nacional. En días, el País ya lo conocía.
Sin embargo, un trabajo de inteligencia de la Fiscalía General del Estado y la confesión de un testigo protegido, aceleró los resultados; en una semana se reconstruyó el hecho: fue una noche de fiesta que acabó en uno de los crímenes más “organizados” de los últimos años.
En el asesinato intervinieron distintos grupos, todos de la misma célula criminal, con funciones específicas. Fue una “cadena letal”.
Este hecho exhibió también una red criminal que opera en Villa Unión desde hace meses; a su vez, condujo a las autoridades a dar con implicados en más asesinatos cometidos en la región sur.
El crimen de las enfermeras y de José Antonio no fue un hecho simple, el caso puso a prueba la capacidad de las autoridades, que en 13 días resolvieron la tragedia que inició en un bar.
LA NOCHE DE FIESTA
La noche más oscura inició a las 23:00 horas del 29 de julio, cuando Cindy salió de su casa en un Jetta blanco, avisó que iba por Érika a su hogar, y de ahí a un bar en la Zona Dorada. Y así fue, entraron antes de la medianoche.
En el lugar conocieron a José Antonio, un joven alto, de 24 años, que iba con otro amigo apodado “El Rafa”.
Érika se le acercó y le preguntó si quería bailar con su amiga. Él aceptó y bailó con Cindy. Ahí sus vidas se ligaron, en la pista de baile, en un bar de moda.
Así lo confesó un testigo protegido que se entregó una semana después de los hechos, a cambio pidió protección del Estado. Esta información fue revelada el martes pasado durante la segunda audiencia de juicio oral de cuatro detenidos, ya vinculados a proceso.
La declaración del testigo, leída por los fiscales, permitió reconstruir el triple asesinato.
En su confesión dijo que la noche del 29 de julio llegó con su amigo Armando “N” al bar donde estaban las enfermeras y José Antonio. Su amigo lo saludó y se lo presentó.
Segundos después, le dijo en voz baja:
“Este trabaja para ‘El Mandril’, un grupo contrario, le voy a hablar a los plebes para que lo levanten”.
En su confesión, el testigo protegido aceptó que trabajan para un grupo criminal que opera en Villa Unión, Armando es el líder de un grupo, y él es “administrador”, se encarga de buscar casas de seguridad, identificar víctimas y es responsable de las finanzas.
En el bar se sentaron al lado de José Antonio y de las enfermeras. De ahí no se movieron hasta las 04:30 horas, cuando todos se salieron.
Los hombres que llegaron para “levantar” a José Antonio se acercaron a Armando en la calle, le llamaron “Güilo”, y lo saludaron, después se fueron. No pudieron llevarse a José Antonio porque había mucha gente, y se fueron de paso por la Zona Dorada en un vehículo Civic Honda negro.
Las cámaras de Seguridad Pública grabaron el momento en que Érika y José Antonio se van en un automóvil Versa gris, el que este usaba para servicio Uber. Por su parte, Cindy caminó a su vehículo Jetta blanco, y le preguntó a Armando y al testigo protegido en qué se iban a ir.
Armando respondió que tomaría un taxi al Fraccionamiento Del Bosque, pero Cindy les ofreció un “raite”. Sin saber, subió a su carro a los responsables de su muerte.
Ella dejó que el testigo protegido manejara, se sentó en el asiento del copiloto, y Armando atrás.
Apenas avanzaron, Cindy le llamó a Érika para que se encontraran en el camino, y se vieron “de carro a carro” más adelante; ahí acordaron ir al Fraccionamiento Del Bosque, a seguir la fiesta.
Antes de llegar se detuvieron a comprar hielo, y enfilaron a la calle Rincón de los Naranjos, el punto de reunión.
Desde la Zona Dorada el recorrido les implicó al menos 8 kilómetros, y tardaron unos 20 minutos en llegar.
Cerca de las 05:00 horas, en cuanto llegaron al domicilio, arribó el grupo a bordo del Civic Honda; bajaron cinco hombres, cuatro iban armados. Eran los mismos que habían saludado a Armando afuera del bar. En el camino este les avisó a dónde llegarían para que “levantaran” a José Antonio.
En el auto Civic viajaban Omar Andrés “N”, Luis Alberto “N”, Ernesto “N”, Marcelo “N”, y otro apodado “Júnior”, cuatro de ellos se llevaron a José Antonio de la puerta de la casa; otro se fue en el vehículo Uber, el Versa gris. En segundos desaparecieron.
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EL CAUTIVERIO
Las enfermeras no pudieron hacer nada, fue Érika quien se dio cuenta que los hombres eran los mismos que saludaron a Armando afuera del bar, y les reclamó.
“¿Por qué dejas que se lo lleven? Tú los conoces, yo te vi que te saludaron, te dijeron ‘Güilo’”, le dijo.
Armando lo negó, insistió que le preguntaron por un domicilio, pero se desesperó. Al verse descubierto entró a la casa por una pistola .9 milímetros, amenazó a las enfermeras, y las obligó a entrar. El testigo protegido narró que Armando las llevó directo a una recámara, ahí las amarró con un mecate del tendedero, y les vendó los ojos.
“Les habló a los otros y les dijo ‘Regresen por las morras, algo salió mal’, pero no le creyeron y solo uno de ellos regresó más tarde”, así consta en su confesión.
Por la mañana, del domingo 30 de julio, el que regresó se encargó de vigilar a las enfermeras; durante el día las mantuvieron incomunicadas y atadas; por momentos platicaron con ellas. En esa breve charla, Cindy imploró por su vida, le dijo al joven que tenía un hijo de 2 años, que era madre.
Sin embargo, no se conmovió, el plan avanzó.
“Al caer la tarde, casi de noche, otro grupo llegó por ellas, después supe que se las llevaron al panteón número dos cerca de La Amapa, ahí las mataron, y después las incineraron”, narró el testigo.
Y reconoció que también supo que a José Antonio lo llevaron al mismo lugar, lo entregaron a otros hombres del mismo grupo criminal que se encargan de asesinar a los que “levantan”, estos viajaban en una camioneta Explorer gris. Supo que a él le quitaron la vida casi de inmediato, y que también lo carbonizaron.
Su testimonio confirmó que el triple homicidio ocurrió en un lapso de 15 horas, y que las enfermeras no tenían vínculo con los grupos criminales.
Así quedó al descubierto que Érika y Cindy fueron “víctimas colaterales”.
El testigo protegido no solo reconstruyó los asesinatos, también reveló que los implicados pertenecen a una organización criminal que opera en Villa Unión con “oficinas”, como les llamó, en tres puntos: en el Centro y en la Colonia María Antonieta, de Villa Unión; y en Los Sauces, en el puerto.
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EL HALLAZGO
El 5 de agosto el testigo protegido no solo reveló lo que pasó con las enfermeras y con José Antonio, también señaló lugares exactos y los domicilios donde estaban los implicados.
En su confesión dijo que los restos de las tres víctimas se encontraban en un predio camino a La Amapa, en Villa Unión. Los investigadores de la Fiscalía encabezaron un operativo que tardó horas, pero ese mismo día encontraron tres áreas, en todas había pruebas de los cuerpos: en la primera zona hallaron manchas de sangre, en la segunda dos cabezas humanas, y en la última restos carbonizados.
En el lugar peritos recogieron muestras de sangre para iniciar perfiles genéticos; casi al mismo tiempo, otro grupo de investigadores se trasladó al Fraccionamiento Los Sauces a buscar a los implicados, y en una de las calles vieron los vehículos, el Versa de José Antonio y el Civic Honda donde se lo llevaron. Tras una persecución, los investigadores detuvieron a Omar “N” y Luis Alberto “N” en el auto Civic Honda, a ellos les encontraron en la guantera las credenciales del IMSS de Cindy y Érika; y la credencial de elector de José Antonio.
En la segunda unidad, en el Jetta blanco de Cindy, viajaban “Ernesto “N” y Marcelo “N”, ellos ocultaban armas en la cajuela, cocaína y metanfetaminas. En ese momento quedaron detenidos. Ese día prácticamente el triple crimen quedó resuelto, las piezas estaban completas.
La Fiscalía confrontó los perfiles genéticos de los padres con las manchas de sangre halladas en ese camino hacia La Amapa, y todos coincidieron, lo que falta es determinar los restos de cada víctima.
La Fiscalía todavía busca a Armando “N” como el autor intelectual, pues en su teléfono celular encontró fotografías de José Antonio, sin vida. En este caso todavía hay cabos sueltos.
EL OTRO VÍNCULO
El crimen de las enfermeras Érika, Cindy y José Antonio fue el “hilo” para llegar a los presuntos responsables de otro hecho que indignó a los mazatlecos: el asesinato del abogado Miguel Ángel Sánchez Morán, ex Secretario del Ayuntamiento en la administración 2008-2010.
El lunes pasado, en conferencia de prensa, el Fiscal del Estado, Juan José Ríos Estavillo, declaró que en el crimen ocurrido el 12 de mayo en este puerto, también participó Luis Alberto “N”, uno de los detenidos por el homicidio de las enfermeras y del conductor de Uber.
Incluso, otro joven implicado, Júnior “N”, agregó, también fue señalado en este homicidio del abogado, sin embargo ya no fue posible detenerlo, pues el sábado pasado fue asesinado en un exclusivo fraccionamiento del puerto.
La investigación de la Fiscalía y la confesión del testigo protegido en el caso de las enfermeras ha permitido a la autoridad “atar cabos” de este hecho, ya que este mismo grupo estaría vinculado a otros crímenes cometidos en la zona sur de Sinaloa.
En el caso del abogado, este fue asesinado afuera de su oficina en la Colonia Ferrocarrilera.
Los cuatro acusados fueron vinculados a proceso por homicidio calificado cometido con saña, feminicidio, privación ilegal de la libertad y robo de vehículo calificado.
13 DIAS DE ANGUSTIA
Día 1: Domingo 30 de julio, las enfermeras Cindy y Érika, y José Antonio, ya no llegaron a sus casas.
Día 2: Las familias de las enfermeras revelaron que viajaban en un vehículo Jetta blanco y pidieron colaboración para encontrarlas. Iniciaron, por separado, su propia búsqueda.
Día 3: Las familias de Érika y Cindy denunciaron el 1 de agosto la desaparición en la Unidad Especial de la Vicefiscalía de la zona sur; ahí se enteraron de José Antonio como tercer implicado.
Día 4: Las enfermeras y José Antonio cumplieron cuatro días sin comunicarse con sus familias, mientras en redes sociales se multiplicaban la peticiones de ayuda para encontrarlas.
Día 5: Amigos y compañeros de las enfermeras oraron en el auditorio del Hospital General de Zona número 3 por el regreso de Érika y Cindy.
Día 6: Sus compañeros de trabajo y amigos les dejaron mensajes de esperanza en sus cuentas de Facebook.
Día 7: Las autoridades encontraron cuerpos carbonizados en un predio de la carretera a La Amapa; se presumió que se trataba de los tres jóvenes desaparecidos.
Día 8: Los familiares de los tres jóvenes negaron que los hubieran encontrado muertos; ellos mantuvieron la fe de verlos con vida. Y en Catedral oraron por su regreso.
Día 9: Las familias de los tres jóvenes fueron enviadas a Culiacán para una prueba avanzada de ADN.
Día 10: Compañeros y familiares de los tres desaparecidos encabezaron una marcha para exigir respuestas.
Día 11: La búsqueda de las enfermeras y de José Antonio siguió por parte de sus familias; mientras la autoridad les aseguró que estaban por informar qué pasó esa madrugada del 30 de julio.
Día 12: De la Vicefiscalía de zona sur se informó que desconocían cuántos cuerpos encontraron en La Amapa.
Día 13: Las familias fueron citadas en Culiacán; ese día el Fiscal, Juan José Ríos Estavillo, acabó con la incertidumbre: informó el hallazgo de los cuerpos de las enfermeras y de José Antonio.