El artista oaxaqueño presenta los absurdos políticos, injusticias grotescas, leyes que no se toman en serio, porque el mundo es siempre una caricatura en potencia, una versión desdibujada de lo que podría ser.
Ciudad de México, 18 de julio (Sin Embargo).- La una técnica impecable del caricaturista Darío Castillejos (Oaxaca, 1974) da forma y color al sinsentido del mundo, a los absurdos políticos de un país caracterizado por injusticias grotescas, como lo demuestra el hermoso libro Impresiones de un mundo desdibujado (Almadía, 2016).
“Darío: buen dibujo y buenas ideas. ¿Qué más se podía esperar?, dice el legendario Eduardo del Río, Rius.
“Un crítico permanente de lo que acontece en los ámbitos políticos y sociales de nuestro país y el mundo”, aclama Rogelio Naranjo.
Con más de 100 ilustraciones, el libro da cuenta de la vasta obra de un prolífico comentarista del mundo en el que vivimos que, echando mano de su mirada incisiva y líneas precisas, retrata con humor las desfiguraciones de políticos nacionales e internacionales, así como la locura cotidiana de la vida contemporánea.
Darío Castillejos, que firma simplemente como DARÍO, es presidente de Cartonclub, “El club de la caricatura latina”, colaborador del periódico El Imparcial de Oaxaca, la revista Foreign Affairs Latinoamérica y el semanario El Chamuco.
Premio Estatal de Periodismo e Información Benito Juárez García, en Oaxaca, en las ediciones de 1997, 1999 y 2005; Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo 2005; Premio Nacional de Periodismo otorgado por el Consejo Ciudadano en México 2012 y 2014; Premio Nacional de Periodismo otorgado por el Club de Periodistas de México e internacionales como Grand Prix y Primer Premio en la categoría de humor en la edición 38a del Salón Internacional del Humor en Piracicaba, Brasil, 2011 y Primer Premio en el 5o Salón del Humor en Patio, organizado por ecocartoon, Brasil, 2012, se trata de un monero apasionado, que no esquiva la responsabilidad de analizar y criticar los tiempos que le han tocado.
–¿Cómo ve el mundo un caricaturista?
–Lo ve un poco deformado, lo ve con un lente extraño, pero que de todos modos no nos distancia de la realidad.
–¿Hay una técnica que consiste en deformar la realidad y al mismo tiempo mantenerla idéntica a sí misma?
–Sí, en eso consiste la caricatura, esa es la esencia. Hay quienes son expertos en hacerlo con dos líneas, con una síntesis realmente prodigiosa. Rogelio Naranjo, Helio Flores, Boligán, son los que han influido mucho en mi trabajo. De afuera me gustan mucho Quino, Ronald Searle, Ralph Steadman, Dalcio Machado, hay una gran cantidad de dibujantes y de todos he aprendido muchísimo. Se trata de una influencia vigente, porque aunque algunos ya no están, sigo sus trabajos, están en mi biblioteca, los veo constantemente. Rius para todos nosotros hay escuela, abrieron brecha, allanaron el camino. Se enfrentaron a situaciones del poder muy autoritarias, a ellos les tocó el garrote. Rius incluso fue sometido a un simulacro de fusilamiento, Rogelio Naranjo recibió amenazas directas, en fin, y a nosotros no nos ha tocado…
–A los Charlie Hebdo los mataron…, como Wolinsky
–Sí, conocí a algunos de ellos. Eran provocadores y cuando uno dice que eran provocadores pareciera que está deslegitimando su trabajo, pero no, ser provocador es el papel del caricaturista, agita la conciencia crítica.
–¿Tuviste miedo en algún momento de tu carrera?
–Sí, el miedo nos acompaña muchas veces, porque el poder despoja al hombre de la virtud de saberse vulnerable. El político, en su locura, se siente con la capacidad de hacer lo que quiere, la razón se nubla, la humildad se ausenta, el poder es algo que no deja de sorprender. Dicen algunos que el poder revela algo de lo que somos, creo que va más allá y que a algunas cosas las potencia, las hace germinar en lo profundo. Hay miedo porque uno se enfrenta a personas que no toleran la crítica, esos son peligrosos porque no avisan. Por eso han muerto tantos compañeros. A los moneros nos toca lo más ligero, por decirlo así. Los fotógrafos, los reporteros, están en el momento de la acción y por lo mismo mucho más expuestos. Nosotros estamos en el restirador…
–Dices restirador y suenas un poco a antiguo en estos tiempos informáticos
–(risas) Soy de la generación que se quedó en el medio. Sigo trabajando con pluma y papel, acuarelas y el ordenador me sirve para limpiar el dibujo o filtrar el color, pero los caricaturistas de la nueva época ya desde el boceto van al ordenador. Ya no hay olor a tinta, pero se pierde mucho el romanticismo
–Igual hay que saber dibujar…
–Exacto y afortunadamente no hay una computadora todavía que te enseñe a dibujar. La computadora es una herramienta, sólo eso.
–Tener un libro con la portada de Alejandro Magallanes es un premio extra, me imagino…
–Sí, Magallanes es un mago del dibujo y el diseño. Es un niño, en el buen sentido. Para todos los creativos, si no juegan como niños no entrarán en el Paraíso del arte. Me tocó la fortuna de que él hiciera mi portada y estoy contentísimo. Este libro es un anhelo cumplido y le da más vida al cartón que en el periódico dura sólo un día. Ahora también estoy haciendo trabajos en gráfica, que siempre ha sido un medio de expresión crítica, desde Guadalupe Posada hasta nuestros días.
–¿Es difícil ser un monero del interior de la República?
–No es fácil. Había ya una dinámica establecida que consistía en que si querías lograr algo en este oficio debías necesariamente radicar en la capital y obtener la venia de alguien consagrado. Ahora las cosas cambiaron con la tecnología. Mis primeros trabajos fuera de Oaxaca los publicó una agencia parisina que los había visto en las redes. No hay ahora tanta burocracia, ni siquiera necesitas viajar para que dibujos se vean en Le Monde, en The Telegraph, no fue un obstáculo estar en Oaxaca en lugar de Ciudad de México.