Ciudad de México, 18 de abril (SinEmbargo).- “Tiene los pechos de fuera, hay niños señora, los pechos no se exhiben, esto se hace en la casa”, se puede escuchar en un video subido recientemente a Youtube, en el que una pareja insulta a una mujer que amamanta a su bebé en la banca de un parque de la Ciudad de México. “Vieja cochina”, termina el ataque, que la madre pone fin al levantarse con su hija y retirarse del lugar.
Alrededor de la lactancia hay una serie de mitos y tabúes que confunden sobre todo a las mamás primerizas, mientras que en algunos sitios está mal visto que se amamante a un niño que ya es capaz de caminar y hablar, en otros se promueve la crianza de apego, que entre sus fundamentos tiene amamantar a los hijos hasta los tres o cuatros años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda alimentar al niño con leche materna exclusiva después de media hora de haber nacido y hasta los primeros seis meses de su desarrollo, pues las necesidades nutricionales de los niños nacidos a término son cubiertas siempre que la madre esté bien alimentada; posteriormente junto a otros alimentos y líquidos hasta los 24 meses de edad, o bien extenderla hasta después de los dos años.
En un informe titulado “Principios de Orientación para la Alimentación del Niño Amamantado”, la OMS, en conjunto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) establecen las directrices sobre este tipo de alimentación y la relevancia para la salud presente y futura de la infancia.
“La nutrición adecuada durante la infancia y niñez temprana es fundamental para el desarrollo del potencial humano completo de cada niño. Es bien reconocido que el periodo entre el nacimiento y los dos años de edad es una ‘ventana de tiempo crítica’ para la promoción del crecimiento, la salud y el desarrollo óptimos. En estudios longitudinales se ha comprobado consistentemente que esta es la edad pico en la que ocurren fallas de crecimiento, deficiencias de ciertos micronutrientes y enfermedades comunes de la niñez como la diarrea. Después que un niño alcanza los dos años de edad, es muy difícil revertir la falla de crecimiento ocurrida anteriormente”, informan en el documento.
A grandes rasgos, la lactancia no adecuada puede derivar en consecuencias inmediatas, como el desarrollo mental y motor retrasado, y a largo plazo, como impedimentos en el rendimiento intelectual, la capacidad de trabajo, la salud reproductiva y la salud general durante la adolescencia y la edad adulta.
“Como consecuencia, el ciclo de desnutrición continúa, ya que la niña desnutrida al crecer tiene mayores posibilidades de dar a luz a un niño desnutrido de bajo peso al nacer”, continúan.
Recientemente, el Instituto Nacional de Salud Pública retomó un artículo publicado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en el que se destaca la relevancia de esta práctica en el desarrollo de los infantes.
Se puede leer que “los niños alimentados con leche materna regulan mejor su apetito, desarrollan adecuadamente su sistema inmunológico y son menos propensos a enfermedades como diabetes, leucemia, cáncer y obesidad, además de que alcanzan un desarrollo cerebral óptimo que impacta positivamente en su inteligencia, en comparación con los que son alimentados con fórmulas para lactantes.
LAS CONSECUENCIAS
En el texto, hecho junto a la doctora Teresita González de Cossío, encargada de estudiar esta área en el INSP, menciona las secuelas, tanto de una adecuada lactancia, como una hecha de manera incorrecta, de acuerdo con las recomendaciones internacionales.
“La evidencia científica indica que los niños que son alimentados –exclusivamente– con leche materna se enferman menos, con el tiempo aprenden a regular mejor su consumo de alimentos porque la mamá no se da cuenta de la cantidad de leche que consume el niño, deja que mame el tiempo que es necesario y el cuerpo del niño sabe cuánta leche necesita, por lo que succiona lo suficiente para obtenerla. En cambio, los niños con biberón no regulan bien su apetito, lo que se relaciona con la obesidad”, citan.
Los niños cuyas madres siguen las recomendaciones de la OMS y la OPS también desarrollan mejor su sistema inmunológico y hormonal, además de que son menos propensos a enfermedades como leucemia, el cáncer con mayor prevalencia en niños.
“Los infantes tienen menos probabilidades de padecer diabetes tipo 1 y 2. Son niños más inteligentes porque las características de la leche materna y su composición están relacionadas con un mejor desarrollo cerebral. Son más seguros porque están más cerca de la madre”, continuó la experta.
Por otro lado, el documento de la OMS lo refuerza, pues dice que tras experimentación y revisión sistemática de evidencia científica, encontraron que uno de los beneficios principales es el efecto protector contra infecciones gastrointestinales; otros estudios sugieren que el desarrollo psicomotor mejora con la lactancia materna exclusiva por seis meses.
Además, se ha observado que cuando los bebés se enferman, pueden perder el apetito por otros alimentos pero no por la leche de su mamá, por ello, ésta juega un rol importante en la prevención de la deshidratación y provee los nutrientes requeridos para la recuperación de los niños después de enfermedades infecciosas.
De acuerdo con el informe, una mayor duración de la lactancia materna ha sido asociada con la reducción de enfermedades crónicas en la infancia y obesidad y con mejores resultados cognoscitivos.
En si investigación, el INSP concluyó que de seguirse las recomendaciones de la OMS podrían evitarse cerca de 5 mil 800 muertes prematuras en niños menores de un año.
Pero los niños no son los únicos beneficiados, también sus madres, pues la prolongación de la lactancia está relacionada con la reducción de peso, en caso de que haya exceso, así como una protección contra padecimientos como cáncer de mama y de ovario, depresión post parto, hipertensión y diabetes.
CUESTIÓN DE PESOS
González de Cossío y su equipo elaboraron el estudio “El Costo de las prácticas inadecuadas de lactancia en México”, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition a principios de este año, en el que concluyeron que el impacto económico que esto tiene para el país es de entre 745 mil millones de dólares y 2 mil 416 millones de dólares (aproximadamente unos 11 mil 175 millones y 36 mil 245 millones de pesos)
Los resultados de esta investigación, publicados en enero de este año en el artículo “The costs of inadequate breastfeeding of infants in Mexico” de la revista The American Journal of Clinical Nutrition, estiman que las prácticas inadecuadas de lactancia le cuestan al país entre 745 mil millones de dólares y 2 mil 416 millones de dólares, es decir, aproximadamente 11 mil 175 millones y 36 mil 245 millones de pesos).
Basados en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2012, datos del Seguro Popular y el Sistema Nacional de Información y Salud (Sinais), los especialistas desarrollaron un modelo que consistió en la estimación de los costos que genera la atención de las enfermedades neonatales, pérdida de productividad por cada muerte prematura que se podría evitar con mejores prácticas de lactancia y lo multiplicaron por el Producto Nacional Bruto (PNB) per cápita que un mexicano nacido en 2012 hubiera aportado a la economía del país, durante su vida laborable. También se estimó el costo que representa el uso de fórmulas para lactantes.
“Tuvimos que buscar información sobre cuánto le cuesta al país atender una serie de enfermedades – infecciones respiratorias de las vías inferiores, otitis media aguda, infecciones respiratorias agudas superiores, entre otras, y saber cuál es la incidencia”, explicó la doctora González de Cossío.
En sus conclusiones, informan que este estudio permite estimar el ahorro que se podría obtener al seguir las recomendaciones en lactancia materna, el cual no sólo se reflejaría en el sistema de salud, sino que podría verse en los hogares, ya que se podría reducir el gasto en fórmulas lácteas y por atención de enfermedades en los infantes, aminorar el riesgo de gastos empobrecedores así como ahorros potenciales en la atención de enfermedades de la edad adulta.
“En términos de muertes que podrían evitarse, los investigadores estiman que de seguir las recomendaciones de la OMS, podrían evitarse cerca de 5,800 muertes prematuras en infantes menores de un año, es decir, la mitad de la capacidad del Auditorio Nacional”, concluyen.