La Sonrisa de Basave

17/06/2016 - 12:00 am
El dirigente nacional del PRD, Agustín Basave. Foto: Cuartoscuro
El dirigente nacional del PRD, Agustín Basave. Foto: Cuartoscuro

A  Agustín Basave lo vi y escuche sonriente por primera vez en el Ateneo de Madrid en 1996.

En aquel recinto de la larga tradición liberal presentaba un libro suyo sobre el nacionalismo revolucionario y se hacía acompañar por una pareja de ilustres intelectuales españoles: Fernando Savater y Ludolfo Paramio, quienes le dieron suavemente un repaso en toda la línea, el nacionalismo en esos años –y, quizá, ahora también- levantaba ámpulas luego de los persistentes atentados de ETA que reivindicaba en cada acto violento la independencia de Euskadi.

Entonces, si mal no recuerdo Basave presidía la Fundación Colosio y todavía algo quedaba de la ideología de la Revolución Mexicana en el PRI. Hoy, mediante un enroque extraño para cualquier partido, es flamante dirigente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y en estas elecciones locales logró renovar la coalición parcial con el Partido Acción Nacional (PAN), con triunfos en Veracruz, Quintana Roo y Durango.

Sin embargo, antes de ir más allá, habría que reconocer que hay un fenómeno relativamente nuevo en el sistema de coaliciones. Se inscribe en el marco de las coaliciones electorales y tiene que ver con el cómo el partido grande termina por comerse completo al aliado pequeño.

Son los casos del PANAL y el Verde, y el insólito del PT en las elecciones recientes, con el PRI; y desde 2010 el PAN con el PRD, que al ir en coalición todos aquellos son una suerte de invitados de segunda clase puesto al servicio del partido grande aun cuando ayuden a ganar y sus votos son definitivos.

Vamos, están al servicio de una nueva modalidad de “bipartidismo coalicional” que tiene efectos perniciosos en el sistema de partidos.

Y es que se supone que cada uno de los partidos son “partes” específicas de un abanico ideológico y político, lo que significa que teóricamente hay diferencias sustantivas en cada uno de ellas, y eso enriquece la representación nacional y/o estatal.

Pero, en aras de pragmatismo político, aquel abanico se reduce tanto en términos ideológicos como políticos. Cierto, vivimos en una etapa de fragmentación del voto que llama al  pragmatismo y a la desideologización, pero lo que siempre prevalece es la lucha por el poder y un partido o unos dirigentes que renuncian a ello, están sacrificando una historia, un programa, una acción política.

Y habrá dirigentes que no tienen problemas en aceptar sin más esta situación si eso le permite acceder a privilegios, prebendas, cargos, pero hay otros a los que les pesa porque son parte de una historia política larga.

Es el caso del PRD que nace de una fuerte tradición de izquierda que va del comunismo al nacionalismo revolucionario; del maoísmo al trotskismo; de la izquierda social a la guerrilla. Una mezcla de expresiones políticas que en otro contexto están confrontadas. No caben en el mismo sitio. Pero, en México se pudo, los liderazgos de esa izquierda variopinta lograron lo impensable y formaron al PRD en 1989. Su formación no dejó de ser un parto dramático. Los 500 asesinatos políticos del salinismo no son poca cosa para la memoria de la izquierda mexicana. Son sus muertos, sus precursores, y deberían ser su inspiración.

Eran hombres y mujeres que luchaban por un país mejor y cayeron en esa lucha por la vía pacífica. Más, recientemente, están los dirigentes, candidatos y operadores que en 2015 fueron igualmente asesinados, y ni aquellos ni a estos, se les ha hecho justicia. Ni los dirigentes formales parecieran estar preocupados por ello y asumen estas muertes como daños colaterales de la política.

Pero, el principal daño es la del partido, que deja al lado sus señas de identidad y se subsume en el PAN. El adversario ideológico histórico al menos del cardenismo. Y, ¿a cambio de qué? Las elecciones del 5 de junio presentan a un PAN vencedor en siete estados, en tres de ellos iba en coalición con el PRD, ninguno de ellos llevaba a un perredista como candidato y dónde pudieron hacerlo como fue el caso de la Ciudad de México, Hidalgo y Tlaxcala no lo hicieron. Los triunfos fueron del PAN. El PRD le toca solo una sensación de triunfo.

A Agustín Basave se le ve contento como lo vi aquella noche en Madrid. Podríamos decir que exultante y hace planes para el futuro. Logró que el partido se “reposicionara” electoralmente cuando en realidad el que se reposicionó fue el PAN. Ahora, en esta “coalición ganadora”, se habla del 2018. Ambos partidos se sienten en la antesala de Los Pinos. La tendencia de las pasadas elecciones parece indicarlo ante el hartazgo y el descrédito del Presidente y su partido.

Y ahí está López Obrador con Morena, que podría aguar la fiesta si se decide hacer política menos lopezobradorista, es decir, menos endogámica, más de confluencias. Qué está por verse.

Sin embargo, salvo, que la coalición PAN-PRD, decida hacer uso de la disposición en la ley de la formación de gobiernos de coalición y establezcan un programa electoral y de gobierno socialdemócrata el PRD seguirá siendo un aliado débil sin otra capacidad más que aquella de agregar votos que pueden en el mejor de los casos hacer la diferencia entre el triunfo y la derrota.

Quizá le toque ganar todavía senadores, diputados, algún gobernador, pero será irremediable su involución hacia un partido satélite dependiente de los azules. Y, ese es el drama de un partido, que fue incapaz de conservar a sus principales fundadores y dejó de ser esperanza.

Vuelvo a aquella noche del Ateneo de Madrid. Recuerdo que luego del repaso de Savater y Paramio se le borró la sonrisa. Acepto sin más.

Hay ocasiones en que los dirigentes tienen que escoger entre conservar identidad o sacrificarla, y se impone conservarla aun cuando no se tenga esa sensación de triunfo impostado.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas