Un niño es más pequeño de lo que le corresponde para su edad o pesa poco para su altura; sus brazos y piernas lucen delgadas; se siente fatigado y tiene dificultades para el aprendizaje. Ese niño tiene desnutrición, enfermedad que comparte con otros 1.5 millones de mexicanos menores de cinco años. Al carecer de hierro, un menor corre el riesgo de tener anemia o incluso, si es grave, morir, de acuerdo con estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En un país donde 24.6 millones de personas tienen un ingreso inferior al necesario para acceder a una canasta alimentaria –de acuerdo con cifras del Coneval–, el 80 por ciento de los niños mexicanos de entre seis meses a cuatro años no comen carne ni otras proteínas y sólo la mitad consume vegetales, destacó el Hospital Infantil de México.
Ciudad de México, 16 de diciembre (SinEmbargo).– El 80 por ciento de los niños mexicanos de entre seis meses a cuatro años no come carne y sólo la mitad se alimenta con vegetales. En cambio, sí consume dulces y bebe refrescos. Esta deficiencia de hierro provoca anemia al 38 por ciento de los infantes de uno o dos años, aseguró Salvador Villalpando, del departamento de gastroenterología y nutrición del Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG).
En un país donde 24.6 millones de mexicanos tienen un ingreso inferior al necesario para acceder a una canasta alimentaria, la desnutrición infantil por una alimentación inadecuada es resultado del entorno socioeconómico (ingresos) y familiar, el difícil acceso a los alimentos y los deficientes servicios de salud, de acuerdo con investigadores y cifras oficiales.
La nutrición adecuada durante los primeros dos años de vida es fundamental para el desarrollo pleno del potencial de cada ser humano, se lee en la guía alimentaria para prevenir obesidad y diabetes presentada esta semana por el Hospital Infantil.
Por el contrario, un niño que sufre desnutrición crónica presenta un retraso en su crecimiento, alerta el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Al haber una carencia de los nutrientes necesarios durante un tiempo prolongado, aumenta el riesgo de que el menor contraiga enfermedades y afecta su desarrollo físico e intelectual.
La desnutrición aguda, por su parte, provoca que el menor pese menos de lo que le corresponde con relación a su altura. El riesgo de muerte para un niño con desnutrición aguda grave es nueve veces superior que para uno en condiciones normales, alerta esta organización internacional.
Para que una persona pueda consumir una canasta alimentaria en México se necesitan mil 355 pesos mensuales, en la zona urbana, y 969 pesos al mes en la zona rural, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Ésta canasta se compone por maíz, trigo, arroz, carne de res, pollo, cerdo, pescado, leche, huevo, queso, aceite, papa, verduras, frutas, frijol, azúcar y bebidas.
Sin embargo, 24.6 millones de mexicanos tienen un ingreso inferior al necesario para acceder a ese bienestar mínimo, y hay 21.4 millones de niños viviendo en la pobreza o pobreza extrema, reporta Coneval.
Este panorama desemboca en que 1.5 millones de niños menores de 5 años padecen desnutrición, destacó el artículo “Desnutrición y obesidad: doble carga en México”, publicado en la Revista Digital Universitaria de la UNAM.
Ésta situación se acentúa en la región sur del país donde viven alrededor del 19.2 por ciento de los menores afectados, así como en las zonas con población indígena.
Diversas intervenciones, como los programas de vacunación universal, la administración masiva de vitamina A, los programas de desparasitación y la mayor disponibilidad de alimentos gracias a los programas de desarrollo social -como el gubernamental de Sin Hambre- “han sido eficientes” para disminuir el número de niños y niñas que presentaban malnutrición, ha expuesto UNICEF México.
Pero las altas prevalencias de desnutrición persisten en zonas rurales y remotas, y entre la población indígena, por eso urgió a realizar un esfuerzo mayor para reducir las disparidades regionales y de origen étnico.
La organización civil Un Kilo de Ayuda opera en comunidades rurales marginadas con rezago social de Chiapas, Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y Yucatán. Cuenta con 17 Centros para el Desarrollo Infantil Temprano (CEDIT) y atiende de manera directa a más de 50 mil niños menores de 5 años y a mujeres embarazadas.
La Fundación CMR, Por un México sin desnutrición infantil, cuenta con el Comedor Santa María, en la Ciudad de México y el Estado de México; por su parte, la Fundación Tarahumara José A. Llaguno apoya a niños en Chihuahua; y Nutre a un Niño, colabora en Guerrero, y ChildFund de México, en Puebla.
LOS INGRESOS DETERMINAN EL CONSUMO
En México, 3 millones ganan el salario mínimo de 80.04 pesos [2 mil 401 pesos mensuales]. Para que una persona consuma un bistec debe gastar alrededor de 81.75 pesos al mes; un jitomate le genera un costo mensual de 57 pesos, y una manzana, de 24 pesos, con base en cifras del Coneval.
Aunque el ingreso podría cubrir esos gastos de comida, se debe añadir el costo de la canasta no alimentaria de 2 mil 784 pesos, en la zona urbana, y mil 775 pesos, en la zona rural. Ésta incluye transporte, limpieza y cuidados de la casa-personales, educación y recreación, comunicaciones, vestido y salud.
“Cuando la riqueza y el ingreso están muy concentrados, el problema de desnutrición no se resuelve con incrementos en la producción de alimentos, debido a que los montos adicionales de éstos que fueran producidos, podrían ser comprados sólo por aquellos que tuvieran el suficiente poder de compra”, afirmaron Laura Iturbide Galindo, Ricardo Rodríguez Arana y Edgar Gonzalo Olea, investigadores de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac, citados en el artículo “La desnutrición infantil en México: Una propuesta de medición”.
En una economía de mercado de un país en vías de desarrollo como México, los ingresos monetarios determinan las oportunidades personales y familiares de consumir el conjunto de bienes y servicios considerados parte de una canasta básica, dijeron los economistas.
“La pérdida de bienestar ha ido acompañada de una mayor concentración del ingreso y de un aumento del número de mexicanos en condiciones de pobreza extrema (11.4 millones), cuyos ingresos son insuficientes para adquirir los nutrientes básicos”, expusieron en el texto académico.
CONSUMO DE DULCES Y REFRESCOS
Las prácticas inadecuadas de lactancia y alimentación por factores socieconómicos o culturales, en conjunto con enfermedades infecciosas, constituyen la primera causa de desnutrición en los primeros años de la vida, la cual provoca enfermedades o la muerte, expone el estudio del Hospital Infantil de México.
A largo plazo, las deficiencias nutricionales tempranas se relacionan a menor capacidad de trabajo y rendimiento intelectual, salud reproductiva y estado de salud en general durante la adolescencia y etapa de adulto, añadió.
En este país el consumo de alimentos se ha caracterizado por dietas altamente procesadas, carentes de componentes naturales y sobre todo muy bajas en frutas y verduras.
Por ejemplo, a nivel nacional sólo tres de cada 10 niños mexicanos cumplen con las recomendaciones de consumo de frutas y verduras, mientras que en una muestra urbana nacional, el consumo de alimentos altos en calorías como pastelillos, botanas y bebidas azucaradas ocuparon un alto porcentaje del requerimiento diario de los menores, destacó el artículo “Desnutrición y obesidad: doble carga en México” de la UNAM.
De acuerdo con el análisis de Pan L en la cohorte FPS II (Feeding Practices Study), el consumo de bebidas azucaradas durante el primer año de vida duplica el riesgo de obesidad a los seis años. Aquellos niños que ingirieron bebidas azucaradas antes de los seis meses tuvieron 92 por ciento más riesgo de obesidad que aquellos no consumidores.
Por ello, las investigadoras del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINyS), Teresa Shamah Levy, Maritza Alejandra Amaya Castellanos y Lucia Cuevas Nasu, recomiendan fortalecer los programas de salud y de desarrollo social, así como impulsar la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida.