Por Heriberto Araújo. Enviado
Magé, Brasil, 15 Sep (Notimex).- La recesión que azota a Brasil ya afecta al desempleo y al consumo, pero en la fábrica del estadunidense Gary Urban –probablemente el “rey de la tortilla” mexicana en el país– la crisis no ha hecho aparición, ni se le espera.
Y esto se debe a que la comida mexicana no cesa de ganar popularidad en el gigante sudamericano.
El lugar elegido por este californiano de 55 años –32 de ellos pasados en Río de Janeiro- para erigir su fábrica es un edificio que originalmente albergaba una planta textil, levantada en 1885.
Ahora es la base de producción de cientos de miles de tortillas de maíz y de harina, así como totopos, salsas y, dentro de poco, burritos.
“La crisis no nos ha afectado para nada. Vamos a velocidad de crucero”, explica Urban a Notimex.
En su oficina, además de los productos de su marca –Sequoia–, lucen colgados en la pared las portadas de diarios de días de victorias emblemáticas de los Gigantes de San Francisco, su equipo de béisbol.
La producción –parcialmente mecanizada con dispositivos importados de Estados Unidos- permite que durante al menos diez horas al día se fabriquen tortillas de maíz y totopos, de acuerdo al centenario proceso de la nixtamalización.
Esto les da un sabor y una textura inigualablemente mexicanos a los productos de Urban.
El californiano ha creado un marco de trabajo que mezcla la flexibilidad brasileña, con la pasión por los negocios estadunidenses, como se percibe de los carteles en los baños que motivan a los 40 empleados de la empresa a “lucrarse fabricando y comercializando alimentos” y “respetando a los clientes”.
El objetivo está claro: “ser líder en el mercado brasileño de tortilla y ser referencia de calidad y distribución”.
Para comprender la magnitud del negocio de Sequoia, que tiene más de mil clientes por todo Brasil, basta con imaginar los 13 mil 500 kilogramos de trigo y los 14 mil kilogramos de maíz que la fábrica –situada en la localidad fluminense de Magé, a 60 kilómetros del centro de Río– consume mensualmente.
“De febrero a agosto vendimos 11 mil 500 kilogramos de totopos”, señala Urban, que planea ahora expandir su negocio al cultivar y vender chiles jalapeños en conserva, así como guacamole hecho con aguacate de sus propios huertos en el estado de Espíritu Santo o incluso burritos congelados.
“Los brasileños adoran la comida procesada y el mercado está creciendo. Vendemos sobre todo a restaurantes mexicanos, food trucks y a supermercados”, explica Urban, quien planea ahora abrir una segunda fábrica en la capital fluminense para atender la demanda en todo el país.
Admite que pese al gran potencial para los negocios en Brasil, existen numerosos problemas, como el alto costo del capital (los intereses bancarios superan el 15 por ciento anual), la falta de mano de obra calificada, los altos impuestos y las dificultades logísticas de un país inmenso, pero que carece de vías férreas o carreteras adecuadas para articularlo.
“No sé si volvería a lanzarme al negocio desde cero. Ha sido mucho trabajo y dificultades. En cualquier caso ahora ya lo tengo montado”, reconoce Urban, quien creó su fábrica en 2009, pero lleva importando –desde Estados Unidos– tortillas mexicanas a Brasil desde 2004.
“Antes trabajé como contable en una empresa de auditoría y también trabajé para una empresa de alquiler de contenedores de barco”, dijo Urban.
“Sin embargo, vi que había mercado en Brasil con las tortillas y decidí invertir mi dinero”, explica este hombre, quien se instaló en el país sudamericano tras conocer a la que hoy es su esposa, una carioca, y que logró su crédito para comprar maquinaria “gracias a unas acciones de Apple que compré hace 30 años”.
Reconoce no haber estado jamás en México, pero explica que fue un amigo mexicano-estadunidense residente en Phoenix quien, tras una estancia en Río de Janeiro, le ayudó a crear la fórmula de las tortillas adecuada para poder conquistar el mercado y hoy ser el “rey de la tortilla” en Brasil.