Maite Azuela
14/06/2016 - 12:00 am
Anti-gay: el odio convertido en moral
A diferencia de las preocupaciones de personas como Maciel Padilla sobre los cuadritos de una tarjeta de identidad o las confusiones para el uso de baños en las escuelas, los crímenes por homofobia ocasionan muertes. ¿Educar a un hijo despreciando a otros por su preferencia sexual es misericordioso?
Dos días antes de la masacre en Orlando recibí un correo masivo que tenía como emisor a un líder empresarial mexicano, quien generalmente comparte contenidos sobre temas de participación democrática y ciudadanía. Pero en esta ocasión tuvo la “ocurrencia” de remitir a los correos de varios dirigentes de sociedad civil, una carta que buscaba detener la iniciativa presidencial contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Para ilustrar su invitación, envió un video de El Observador en el que se entrevista a Marcial Padilla, director de conparticipación.mx, quien ofrece un listado de razones para “salvar a la familia” que no solo ilustran la enorme ignorancia con la que pretenden bloquear ese derecho, si no la falta de humildad y misericordia de la que tanto se jactan. Me permito compartirles algunas de sus preocupaciones (hago transcripción, así que no soy responsable de la falta de articulación en su expresión verbal):
– Nos enfrentaremos a problemas muy graves, como que si un niño dice que es niña le tendrán que hablar en femenino y dejarlo entrar al baño de las niñas, lo cual tiene implicaciones muy serias.
– Va contra el derecho del niño de tener padre y madre.
– Todos sabemos que hay dos cuadritos en los documentos de identidad y esto será prohibido así que habrá más cuadritos. Si el niño decide que será niña en vez de educarlose tendrá que cambiar su acta de nacimiento. Con lo que el gobierno pretende quitarnos el derecho de educar a nuestros hijos.
– El Presidente dice que cambiará nuestra Constitución, lo que implica cambiar nuestra Carta Magna.
– Una de las propuestas de este cambio legal es que si los padres de familia nos oponemos a que nuestros hijos asuman que son niñas cuando son niños, se nos acusará a los padres de violentos. Pero el Estado no es quien debe impedirme educar a mis hijos.
– La sociedad debe saber que esto es mucho más serio. De veras que lo sepan, la decisión tiene que ver ahora es si el gobierno nos va a quitar la posibilidad de educar a nuestros hijos específicamente para educarlos si son niños o niñas y si lo hacemos va a haber sanciones.
– Los ciudadanos decidimos sobre la familia. Es momento de decirle al Presidente que nosotros decidimos sobre nuestros hijos y lo único justo y correcto es que retire a las dos iniciativas.
Tan lamentables sus formas como su vacuidad. Si su interés es la educación de una familia, los principios excluyentes atisban el crecimiento de niños y jóvenes contaminados de odio.
La dimensión de las preocupaciones se extrapola con lo acontecido en Orlando. A diferencia de las preocupaciones de personas como Maciel Padilla sobre los cuadritos de una tarjeta de identidad o las confusiones para el uso de baños en las escuelas, los crímenes por homofobia ocasionan muertes. ¿Educar a un hijo despreciando a otros por su preferencia sexual es misericordioso?
¿Sostener una idea de familia molde a partir de prejuicios y miedo a lo diferente no atenta contra el amor universal? ¿Por qué los grupos conservadores se sobresaltan con la homosexualidad, si están tan convencidos de que sus normas corresponden con la naturaleza humana? ¿Su homofobia interiorizada los libera del peligro?
La homofobia tiene consecuencias letales. En pleno siglo XXI nos enfrentamos a la ignorancia voluntaria de quienes se aferran a imponer un modelo de estructura social a partir de la exclusión.
Sin una dosis de humildad, determinan su interpretación de la normalidad y dispersan su odio elegantemente moralizado. Con la reproducción de estas falacias corremos peligro realmente. Sin embargo, quienes se asumen como los profetas envueltos de moralidad, no alcanzan a ver la trampa de sus prejuicios. Con el video del Señor Marcial, la primera imagen que vino a mi mente fue un mensaje que mi amiga Ana Francisca Vega compartió hace unos meses en Facebook, en el que expresaba su decepción por quienes juzgaban la familia que ha formado con su pareja (mujer) y su pequeña hija. Incluso algunos a quienes consideraba amigos lamentaban el hecho de que la pequeña tuviera como figuras de paternidad a dos mujeres en vez de a unos padres “normales”. Ese tipo de exclusión en la que los niños se ven envueltos es resultado de la “educación” que imponen familias como la de Marcial Padilla. No alcanzan a ver que entre sus mensajes de moralidad siembran una semilla de que genera actos de repulsión y que puede incluso impulsar asesinatos fanáticos contra decenas de personas en una aberrante reivindicación del “bien”.
¿Asesinar, excluir, discriminar es no es un acto inmoral para cualquiera que se asuma humano?
Estos grupos conservadores alertan con detener la iniciativa presidencial. En el fondo saben que Peña Nieto comparte sus prejuicios y no será un valiente defensor de los derechos y libertades de la comunidad LGBTT, sino que permanecerá inmóvil dejando en manos de los legisladores del PRI la cancelación de su iniciativa. Ya lo dijo Manlio Fabio Beltrones hace un par de semanas: “El voto de los legisladores del PRI para esta iniciativa no será por bloque”. Con ello materializó la simulación e hizo evidente que su partido no pretende romper con la justificación legal del odio.
Por lo pronto para salvar a mi familia de los prejuicios, para salvar a mi familia de la ignorancia, para salvar a mi familia del odio que mata, me sumo a la lucha por el derecho al reconocimiento de una unión de pareja y a la posibilidad de la adopción sin importar preferencia sexual. Si los esfuerzos que muchos ponen para cancelar los derechos de los homosexuales se enfocaran en reducir el sufrimiento humano ocasionado por la corrupción y la desigualdad, avanzaríamos menos despacio hacia una sociedad más justa.
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