El científico Ivan Pavlov es considerado padre del conductismo, del “condicionamiento clásico” que tanto se utiliza en psicología. Lo interesante es que él no pretendía demostrar nada de esto con sus experimentos.
Por Isabel Garzo, Yorokobu
Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo/ElDiario.es).– ¿En qué consiste el condicionamiento clásico? Explicado con términos científicos consiste, según el psicólogo Charles G. Morris, en lo siguiente: “cada estímulo condicionado (como el sonido de una campana) genera una respuesta condicionada (la salivación de un perro), luego de que la primera sea asociada con un estímulo incondicionado (la comida)”. Narrado de una forma más llana: se refiere a la asociación de dos hechos de tal manera que, cuando se da uno de ellos, el sujeto cree que se va dar el segundo también y actúa en consonancia.
Puede decirse que la teoría conductista se derivó de sus experimentos, en los que él en realidad trataba de demostrar cómo funcionaba el cerebro de una forma más compleja. Es decir, que la teoría conductista es una simplificación de los estudios del científico, mucho más finos; y para más inri se aplica en psicología, un campo que él desdeñaba. Las resonancias magnéticas no existían y a él no le gustaba suponer nada, así que se concentró en algo que sí pudiera medir: la saliva de los perros con los que trabajaba.
Él y sus ayudantes presentaban a los canes carne en polvo y otros alimentos y recogían mediante diferentes artilugios las secrecciones orgánicas de los animales. Como contexto, hay que decir que, tras estudiar medicina, había ganado el premio Nobel en 1904 por sus investigaciones en el campo de la fisiología de la digestión.
Era evidente que los perros salivaban cuando les traían comida, pero Pavlov observó que también lo hacían cuando percibían indicadores de que iban a traerles comida: los pasos de los ayudantes, por ejemplo. Es decir, los perros pensaban en comida antes de que esta entrara en escena. Llamó a esas babas “secreciones psíquicas”, porque demostraban que los perros, de alguna forma, discurrían. Pavlov medía de forma objetiva la cantidad de saliva para determinar la fuerza con la que estos perros estaban pensando en comida.
Para él no era válido que, al hablar del cerebro, los científicos saltaran al terreno psicológico, a lo inmensurable. Para él solo tenía validez científica aquello que era cuantificable, que podía medir con exactitud. Por eso se sentía cómodo entre las babas.
LO QUE APRENDIÓ SOBRE LOS PERROS
A partir de ahí, Pavlov empezó a hacer salivar a los perros de distintas formas.
Por ejemplo, les acostumbraba a ver una luz justo antes de darles de comer hasta que conseguía que salivaran solo por ver la luz.
O reproducía un acorde musical asociado a la comida hasta que conseguía que los perros salivaran con cualquiera de las notas individuales de ese acorde.
Con esta mecánica, guiándose por sus babas, descubrió mucho sobre los perros: eran capaces de distinguir entre distintos tonos de gris, entre diferentes sentidos de la rotación de un objeto e incluso entre dos metrónomos con una ligera diferencia en su velocidad de oscilación.
Todas estas asociaciones se debilitaban cuando había cambios en el entorno. Con esto, Pavlov demostró que el desorden interfiere en la capacidad de aprender.
“El sonido de pasos de un transeúnte, conversaciones casuales en habitaciones de al lado, gritos en la calle, hasta las sombras proyectadas por las ventanas, cualquier estímulo casual vicia los experimentos”, explicaba, argumentando por qué había blindado su laboratorio a prueba de ruidos y olores. Quizá la revolución rusa no era el mejor momento para hacer esos experimentos en un ambiente tranquilo. Por suerte, Lenin y el Comité de Planeación del Estado costearon gran parte de sus proyectos, convirtiendo a la Unión Soviética en un importante centro de estudios psicológicos. A Lenin se le hacía la boca agua, como a los perros, cuando pensaba en la utilización del sistema conductista para que las masas rusas se unieran a la causa comunista.
Sus hallazgos conductistas, que muchos consideran una serendipia (ya que se topó con ellos mientras buscaba otra cosa), son la base de gran parte de la psicología moderna y están estrechamente ligados con el aprendizaje.
POLÉMICAS Y CONTRADICCIONES
-Algunos autores aseguran que estas asociaciones de los resultados analíticos con los sentimientos, pensamientos y deseos del perro eran en realidad rechazados por Pavlov. Que fueron sus discípulos (como Snarski) los que perpetuaron esas teorías, pero que él siguió menospreciando la postura psicológica, a pesar de que, a la larga, fue la parte de sus experimentos que le granjeó más fama y reconocimiento. El propio Pavlov coincide en ello en algunas de las biografías que se han publicado sobre su figura, como las de Babkin (1949), Asratian (1949) y Frolov (1976): “Snarski había emprendido el análisis del mecanismo interior de esta excitación, partiendo de posiciones subjetivas. Nos fue imposible llegar a un compromiso o a cualquier conclusión común”. Pavlov se declaraba así de sorprendido por “el carácter fantástico y la inutilidad científica” de la actitud de su colega.
-En sus experimentos, Pavlov también usó descargas eléctricas, que resultaron controvertidas por motivos evidentes. Estas descargas no fueron lo único polémico en sus investigaciones. Por ejemplo, en la biografía que escribió el profesor de Historia de la Medicina Daniel P. Todes, se relata que Iván Pavlov eliminaba el esófago de los perros y les hacía una abertura en la garganta, haciendo así que lo que el animal ingería no llegara a su estómago. Con esta y otras incisiones a lo largo del aparato digestivo, iba recogiendo y midiendo las distintas secreciones. El científico tuvo problemas para mantener con vida a los animales después de estas operaciones.
A la controversia por esta tortura se unió el hecho de que él comercializara algunos de esos fluidos gástricos de los perros como tratamiento para trastornos digestivos como la dispepsia. Y no hablamos de una pequeña cantidad, sino de más de tres mil jarras al año, según esa misma biografía.
-Y, por cierto: se dice que Pavlov nunca utilizó una campana. Aunque la culpa de que se le asocie con esa imagen la tiene él mismo, que mencionó las campanas en una conferencia que dio en 1906 y no pudo evitar que la prensa se hiciera eco de esa metáfora. Numerosos libros y publicaciones, como por ejemplo Introducción a la psicología de Charles G. Morris, le atribuyen esa escena.
El segundo motivo de que sus estudios se hayan tergiversado es, según la historiadora Victoria Donovan, “un error de traducción”. Pavlov decía en ruso que la respuesta de los perros era condicional (dependía de lo que la rodeaba), pero tradujeron que era condicionada (un reflejo de un estímulo). Un ligero matiz que simplificó una teoría compleja y la convirtió en la base del conductismo, que ahora se utiliza para tratar fobias o miedos.