Ciudad de México, 13 de marzo (SinEmbargo).– “¡Extra omnes!”… ¡Todos fuera!”, gritó el Maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias y los que no participan en el Cónclave salieron de la Capilla Sixtina. Las puertas quedaron cerradas con los 115 cardenales que elegirán al nuevo Papa.
El ritual fue cumplido de manera solemne. El secretismo forma parte desde el principio hasta el final del Cónclave número 25. Los cardenales electores se reunieron en la Capilla Paulina y se dirigieron a la Capilla Sixtina. En procesión y recitando las letanías entraron y una vez que cada uno ocupó su lugar cantaron el Veni Creator Spiritus, el himno de invocación al Espíritu Santo, que les ayudará a elegir al nuevo Papa.
El cardenal decano, Angelo Sodano, leyó la fórmula de juramento, para que cada cardenal elector pronuncie su nombre y, poniendo la mano sobre los Evangelios, dijera: “Prometo, me obligo y juro”, guardar el secreto sobre todo lo relacionado con la elección del sustituto de Benedicto XVI.
A partir del martes habrá cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. A cada uno de los electores se le entregaran dos papeletas: Eligo in Summum Pontificem (Elijo como Sumo Pontífice), y debajo una línea en blanco para escribir el nombre.
Será entonces cuando cada uno de los electores emitirá su voto frente al fresco pintado por Miguel Ángel en la pared del altar de la Capilla Sixtina, “El Juicio Final”, y dirá: Estor Christuum Dominum, qui me iudicaturus est, me eum eligere, quiam secundum Deum iudico eligi debere (Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido).
El ritual milenario dice que finalmente el Papa es elegido gracias a que el Espíritu Santo se posa sobre el heredero al trono de San Pedro. Una posición que en la práctica resulta un tanto cuestionable debido a que el colegio cardenalicio fue estructurado por Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ambos tienen un peso significativo en los cardenales creados por ellos durante los últimos 35 años.
Se trata, pues, de un Cónclave amarrado; es decir, un grupo de cardenales electores particularmente conservadores elegidos de manera estratégica por los dos Papas anteriores.
Por tanto, la versión de que el Espíritu Santo sea quien elija al nuevo Papa es cuestionada por el filósofo y humanista José Barba Martín, víctima del sacerdote pederasta por antonomasia de la Iglesia católica, Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo.
“La estructura del colegio cardenalicio fue nombrado por los dos últimos Papas; uña y carne en tantos aspectos. Van a elegir a una persona que no va a traer modificaciones rápidas, notables. El Vaticano tiene mucho temor. Y un creyente piensa que el Espíritu Santo es el paráclito, el asesor, el aconsejador, no solo el consolador. Piensan que el espíritu santo les va a dictar a quien escoger. ¿Pero cuánto de cálculo, más que de prudencia cristiana, se presenta en estas circunstancias?”, plantea Barba Martín.
No es la primera vez que el Espíritu Santo es cuestionado. En el cónclave de 2005, cuando salió elegido Joseph Ratzinger, hubo severas críticas porque se trataba de un colegio cardenalicio diseñado por él mismo y por Karol Wojtyla. En ese entonces, todos los purpurados –salvo Ratzinger y otros dos– habían sido creados por Juan Pablo II, algo que significaba que la influencia de Ratzinger fue definitiva, ya que en los últimos años de su papado la enfermedad no permitió a Wojtyla asumir todas las responsabilidades de la Santa Sede.
Ratzinger fue el cancerbero de la fe; es decir, el Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe durante 26 años, y eso le permitió desde su posición de valido, ir moviendo los hilos a su antojo. Su poder desmedido diseñó también una curia sumisa y obediente a sus órdenes.
Esta vez, el Cónclave esta compuesto por 65 cardenales nombrados por Ratzinger y 50 por Juan Pablo II. La curia actual tampoco está a sus pies, más bien la presión ejercida al interior de la Santa Sede habla de luchas y pugnas de distintos grupos de poder.
El Cónclave número 25 se enfrenta a varios retos. Primero, detener el éxodo de católicos debido a una falta de credibilidad y de autoridad ética y moral frente a los escándalos de pederastia clerical. Segundo, afrontar los cambios sociales que exigen los nuevos tiempos.
“El Cónclave parece tener miedo a los cambios súbitos. Por ejemplo, al cambio en torno a la mujer, al aborto; el cambio acerca del celibato; el cambio sobre un acercamiento a la motivación fundamental de Cristo: los pobres de la tierra, a los que se les menciona siempre porque sin ellos se caería el cristianismo, pero no se les toma en cuenta”, comenta Barba.
Por tanto, un Cónclave a imagen y semejanza del conservadurismo eclesiástico, deja fuera al sector progresista de la Iglesia y consecuentemente elegirá al designado por su sucesor.
“Es una elección condicionada. Es como hacía el PRI (Partido Revolucionario Institucional) hace años: condicionar la siguiente elección. Aquí pasa lo mismo. Los cardenales electores se encierran como en un cenáculo, como los apóstoles primeros, a esperar la llegada del Espíritu Santo. ¿Pero cuánto de eso hay realmente?... Yo sí creo que el Espíritu Santo está presente. ¿Pero creen ellos de verdad que es el Espíritu Santo el que elige al Papa? O ya llegan con las conversaciones hechas. Está prohibido hablar en el Cónclave, pero no antes. Llegan con unas ideas muy hechas acerca de quién es conveniente y quién no”, comenta José Barba.
AUTOGOLPE DE ESTADO
Joseph Ratzinger renunció dejando una Iglesia católica en crisis, cuestionada por su actuación en asuntos clave: los abusos sexuales del clero, la corrupción financiera, la investigación sobre lavado de dinero del Banco del Vaticano, los escándalos de homosexualidad interna y las pugnas entre los miembros de la curia.
Para el escritor Thomas Reese, autor de Inside the Vatican, lo que realmente necesita El Vaticano para recuperar su credibilidad y el respeto de la feligresía es algo imposible: “Lo que están buscando es a Jesucristo con una maestría en administración de negocios”.
Durante lo que se llama “precónclave”, los cardenales electores han dejado claro que lo que requiere la Iglesia es una “reforma tranquila”; esto es, se niegan a organizar una revolución.
El nuevo Papa tendrá que hacer frente a su gran enemigo: el éxodo de católicos, debido a la pérdida de autoridad moral de la Iglesia católica y consecuentemente su falta de influencia social debido a la incapacidad de liderazgo para sumir los tiempos actuales en diversos temas.
Tal vez por eso, Ratzinger, decidió dejar un cónclave amarrado, intentando dejar de lado las conspiraciones, los Vatileaks, los escándalos sexuales y la corrupción financiera.
Antes de irse a su retiro dorado, dejó dicho que el informe sobre los escándalos de El Vaticano que encargó a tres cardenales octogenarios sólo podría ser conocido por su sucesor, no por los cardenales electores.
Es por eso que durante el precónclave, con 142 de los 207 que forman el colegio cardenalicio, algunos han protestado por el “amarre” de Jospeh Ratzinger.
El cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil no se anduvo por las ramas y espetó: “¿Por qué los cardenales que somos los consejeros más próximos al Papa no podemos tener acceso a dichos documentos?”.
Otros fueron más discretos y señalaron en los pasillos de la Santa Sede que para los cardenales electores era indispensable conocer la verdad sobre lo que actualmente sucede en el Vaticano, antes de encerrarse en la Capilla Sixtina frente a los frescos de Miguel Ángel.
El informe secreto sobre el caso Vatileaks ha sido un elemento fundamental en la renuncia de Ratzinger y, por tanto, refleja las diversas problemáticas que han sumido a la Iglesia en una crisis sin precedentes en la historia reciente.
“Joseph Ratzinger se va, pero de alguna manera no se va. Se fue con la condición de guardar el expediente de la información que hicieron los tres cardenales sobre el Estado Vaticano, la podredumbre y todo lo referente a Vatileaks y los problemas sexuales y financieros del Vaticano, para ser abierto con el secretismo, solamente por el Papa nuevo”, dice José Barba.
Añade: “En cambio los cardenales electores no tienen derecho a ver esas pruebas ante las cuales se tendrá que confrontar el nuevo Papa que a ellos les toca elegir. Hay un sinsentido, porque si tienen que elegir al Papa y no saben a qué pruebas concretas deben acudir... ¿alguien pensará que ellos tendrán la sabiduría para hacerlo? Cardenales estadounidenses y brasileños que han cuestionado esto, tienen toda la razón. Es injusto que no les den a conocer este expediente secreto”.
El mayor problema es que el nuevo Papa se enfrentara a cambios definitivos sobre la reagrupación de católicos en el mundo y su consiguiente abandono de la fe católica. Actualmente, 68% de los católicos están en América Latina, África y Asia.
Paradójicamente, el colegio cardenalicio que elegirá al nuevo Papa no refleja esta nueva geografía del catolicismo: un total de 61 cardenales que componen el Cónclave son de Europa, mientras el Tercer Mundo –donde están la mayoría de los católicos– tiene sólo 39 purpurados, es decir, un 34 por ciento.
Por eso, José Barba no duda en señalar que la renuncia de Ratzinger fue una estrategia: “En realidad se trató de un autogolpe de Estado del Papa Ratzinger quien se va, pero no se va”.
¿Qué buscaba Ratzinger con su renuncia? El liderazgo de la elección, que está en el continente europeo.
El vaticanista José Manuel Vidal está seguro que si la Iglesia católica quiere una reforma agresiva, una revolución, elegirán al filipino Luis Tagle, de 55 años. Sin embargo, lo más posible es la moderación en la elección y señala como “príncipe” de los papables a Christoph Schönborn, arzobispo de Viena.
“Lo más probable es que el Cónclave opte por un reformista moderado, tranquilo y sólido. Un cambio controlado. Y para esa encomienda, los dos únicos papables de garantías parecen ser Christoph Schönborn y Angelo Scola, arzobispo de Milán. Los dos europeos, porque la reforma tiene que empezar por la Europa cristiana, que evangelizó el mundo y, ahora, le da la espalda a la fe. Un Papa europeo, porque el futuro de la Iglesia se juega en la recristianización europea, el continente culturalmente referencial. Un Papa para intentar el triunfo allí donde fracasó por completo Benedicto XVI”, añade Vidal.
Para Barba Martín, el bloque italiano representado por Scola tiene un peso específico: “No importa si El Vaticano sigue siendo medio kilómetro cuadrado. Tiene un peso especifico. Es un pentágono de religiosidad y de instrucciones y de relaciones que van a afectar a 1,200 millones de católicos. Tiene que ser alguien muy versado en el manejo de la curia”.
LUCHAS PALACIEGAS
Es un secreto a voces las luchas internas de la Curia por el poder. La burocracia más antigua de la Iglesia está dominada por 2 mil integrantes, la mayoría clérigos italianos, capaces de provocar que los cimientos de la Santa Sede se muevan e incluso provocar la renuncia de un Papa.
Una de las prioridades del nuevo Papa será precisamente la reforma de la Curia para intentar una gobernabilidad serena. Los Vatileaks del año pasado mostraron no solamente la corrupción financiera y los escándalos homosexuales, sino también la guerra interna en los altos niveles.
El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi ha admitido estas pugnas: “No falta, de hecho, quien busca aprovechar, recurriendo a instrumentos antiguos como la maledicencia, la desinformación y la calumnia”, sostuvo. O ejercitando presiones inaceptables para condicionar el ejercicio del deber de voto de parte de uno u otro miembro del Colegio de los cardenales, considerado persona no grata por una razón o por otra”.
Para el funcionario de la Santa Sede, a pesar de la guerra interna, no hay prisa a la hora de la elección: “En el Colegio se advierte muy clara la necesidad de una preparación adecuada, seria, profunda y nada apresurada. Las congregaciones representan un tiempo de reflexión y maduración. Una buena parte de los cardenales no quiere forzar los tiempos. No hay prisa”, dijo.
El vaticanista Marco Politi, autor del libro Joseph Ratzinger. La crisis de un papado, está claro que la elección puede dar sorpresas, según planteó en el diario italiano La Repubblica: “No hay candidatos fuertes, por eso necesitaron tiempo para entrar al Cónclave con las ideas más claras”.
Pero la sombra de la poderosa curia romana en la elección está presente. El vaticanista Sandro Magister fue contundente en su última columna publicada en el diario italiano L'Espresso: “Ratzinger ha puesto a disposición exclusiva de su sucesor, un informe sobre el cual no se ha filtrado ni siquiera una línea pero que se sabe retrata un cuadro preocupante del malfuncionamiento de la curia romana, pesa sobre el cónclave como una bomba de relojería”.
Recordó que en 1978 hubo presiones sobre los cardenales. “Se les entregó un dossier preparado por el think tank boloñés de Giuseppe Dossetti, Giuseppe Alberigo y Alberto Melloni, que incluía un capitulo detallado sobre lo que el nuevo elegido debería hacer en los primeros ‘cien días’: abolir las nunciaturas, hacer elegir a los obispos por las respectivas regiones eclesiásticas, conferir poderes deliberativos a los sínodos de los obispos, instituir al vértice de la Iglesia un órgano colegial ‘que bajo la presidencia personal y efectiva del Papa trate por lo menos bisemanalmente los problemas que se plantean a la Iglesia en su conjunto, tomando las decisiones oportunas... Y se pedía que el Papa se liberara del miedo a la revolución sexual”.
VÍCTIMAS IGNORADAS
Pero si de crisis de la Iglesia católica se habla, el mayor escándalo mundial han sido los casos de abusos sexuales del clero, un tema en el que tampoco Joseph Ratzinger tuvo capacidad de afrontar de manera cabal.
Los casos de Irlanda, Alemania, Estados Unidos y México fueron claves en el sismo que ha provocado movimientos en los cimientos de la Santa Sede. Renuncia obligada de obispos y cardenales; juicios públicos de purpurados como el caso del estadounidense Roger Mahony y el mexicano Norberto Rivera, terminaron por exhibir un problema universal sin atender que aún goza de impunidad.
Pese a la supuesta “tolerancia cero” decretada por Ratzinger luego de haber encubierto durante 26 años a Marcial Maciel, desde su puesto en la Congregación de la Doctrina de la Fe, los casos han seguido apareciendo de manera continua.
El sistema de encubrimiento y secretismo utilizado por la Santa Sede durante décadas quedo al descubierto gracias al valor de las víctimas de abuso sexual de sacerdotes que alzaron su voz en su búsqueda de justicia y reparación.
La Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP) por sus siglas en inglés solicitó que 12 cardenales identificados como encubridores de curas pederastas no participaran en el cónclave que elegirá al nuevo Papa, pero no fueron escuchados.
En entrevista, David Clohessy, director de la Red de Sobrevivientes de los Abusos por Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) considera que el Papa Ratzinger no supo afrontar la crisis y renunció: “Benedicto ofreció pocas palabras agradables y gestos concretos sobre la crisis, pero no tomó medidas efectivas para proteger a los niños. El tenía el conocimiento y el poder para hacer verdaderas reformas a fin de prevenir el abuso a los niños y terminar con el encubrimiento de los crímenes sexuales, pero no tuvo el coraje de hacerlo. Y como resultado miles de sacerdotes depredadores y decenas de miles de supervisores cómplices permanecen en la Iglesia”.
Clohessy, quien también sufrió abusos sexuales de un sacerdote, considera que el próximo Papa debe tener el coraje y el valor suficientes para terminar con este cáncer que carcome al Vaticano.
Algo que Joaquín Aguilar, director de la SNAP México, no cree que suceda con el nuevo Papa: “Obviamente si los cardenales están involucrados en delitos sexuales o han cometido estos delitos sexuales, van a escoger a un Papa con cierto perfil que les permita a los sacerdotes pederastas seguir impunes. Nunca nos han escuchado, siempre han hecho oídos sordos a nuestros reclamos”.
Y añade: “No me imagino que elijan a alguien que le haga bien a la religión. La elección como tal está viciada. Eligen a quien les va a convenir a ellos, no a los fieles. Sabemos que dentro de las reuniones previas de los cardenales tocaron el tema de la pederastia clerical, pero no han ofrecido soluciones. Queremos que se castiguen estos delitos”.
El cardenal Norberto Rivera, a quien Joaquín Aguilar denunció ante la Corte Superior de California por “conspiración a la pederastia” y por haber protegido al cura pederasta Nicolás Aguilar quien abusó de él, se refirió a las víctimas con desprecio y señalando que podían seguir “haciendo ruido” que a él no le importaba porque la justicia ya lo había absuelto de las acusaciones de encubrimiento a curas pederastas.
“Norberto Rivera tiene abiertos ocho procesos en Estados Unidos, entre ellos uno federal. Aquí en México el cardenal ha solicitado dos amparos contra estos procesos para no ser notificado. Entonces, si estuviera tan libre como él dice, para qué promueve amparos. Seguiremos luchando para que se demuestre su culpabilidad. Además queremos que el nuevo Papa solucione el tema de la pederastia clerical y exigir al Estado que actúe contra los sacerdotes pederastas”.
Jesús Romero Colín, víctima del cura pederasta y pornógrafo Carlos López, no cree que con el nuevo Papa haya cambios en la política vaticana hacia las víctimas de abusos sexuales de sacerdotes: “Siguen dando pasos hacia la hipocresía. Vemos el calibre de las declaraciones de Norberto Rivera y participa en el Cónclave, entonces es complicado esperar cambios. El cónclave ha empezado con el pie izquierdo”.
Las últimas informaciones que ambas víctimas han recibido es que los sacerdotes que abusaron de ellos, siguen oficiando misa en el estado de Morelos donde son protegidos por la jerarquía católica mexicana: “La composición del colegio cardenalicio da mucho qué desear. El próximo Papa tiene grandes retos, ya son otros tiempos. La Iglesia católica ha navegado con doble moral durante muchos años. Les interesa no ser cuestionados, amasar grandes fortunas y que los sacerdotes sigan impunes, pero la gente está despertando y abriendo los ojos. Tienen que cambiar o cambiar, de lo contrario si siguen igual, seguirán perdiendo demasiados feligreses”.
Firme en sus convicciones éticas, José Barba (quien ha sufrido de manera dolorosa el desprecio de las autoridades vaticanas y sigue esperando una respuesta a su carta de 1998 cuando denunció a Marcial Maciel), dice que no espera grandes cambios del nuevo Papa: “Somos las ovejas las que hemos tenido que ir a decirle a Roma: ‘¡Despierta’. Tiene uno que sobreponerse a las desilusiones que hemos sufrido durante los últimos 20 años. Es doloroso pensar que las mismas causas, producen los mismos efectos. La Iglesia tardará 80 años en reponerse de los efectos de Juan Pablo II y no lo digo en sentido positivo”.