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Diego Petersen Farah

10/03/2017 - 12:00 am

Derecha alternativa y la xenofobia cultural

Alt Right y Donald Trump no hablan ya de supremacía blanca, sino de la América Europea. Las políticas de exclusión son contra la cultura latina o contra el islam...

Alt Right y Donald Trump no hablan ya de supremacía blanca, sino de la América Europea. Las políticas de exclusión son contra la cultura latina o contra el islam... Foto: Efe y AP

A LM. Ánimo maestro

La extrema derecha se mueve, se reconfigura y se reposiciona frente a los ojos de un liberalismo y una izquierda cada vez más pasmados e incapaces de responder con certeza y eficiencia los retos que plantea el mundo. No es un tema menor: la nueva derecha, o derecha alternativa (Alt right) no solo ganó la elección en Estados Unidos machacando a los demócratas, también lo hizo con la derecha tradicional de los republicanos. Estas nuevas expresiones de la derecha van más allá del nacionalismo y ganan terreno en otros países, principalmente en Europa.

El fantasma del fascismo del siglo XX aparece constantemente detrás de estos movimientos xenófobos, pero el riesgo está justamente en pensarlos con viejas categorías y no entender lo que está pasando en ellos. La nueva derecha en Estados Unidos, en Gran Bretaña, Holanda o Francia tienen una característica en común: su xenofobia no es racial, es cultural. (Dos artículos recomendables para entender esto: “Alt Right: radiografía de la extrema derecha del futuro”, de Marcos Reguera, investigador de la Universidad del País Vasco y “France Braces for the Now-Possible Impossible”, de Silvie Kauffmann, directora editorial de Le Monde publicado en el The New York Times).

La diferencia entre la xenofobia racial y la xenofobia cultural radica justamente en que lo que se pregona no es la superioridad de una raza (aunque está implícita) sino prevalencia de una cultura sobre otras y la incompatibilidad de la convivencia entre ellas. La Alt right concibe la nación como un Etno-estado. No son los skinhead que persiguen turcos en el metro de Berlín sino jóvenes millenials educados en grandes universidades y que son capaces de citar a los filósofos de la escuela de Frankfurt para argumentar la identidad cultural y tienen en Samuel Huntington y El choque de las civilizaciones su principal inspiración. Sus batallas no son corporales ni a palazos, sino con discursos sofisticados y gran manejo de la ironía en redes sociales. Las dos grandes corrientes, identificadas por Reguera, están organizadas alrededor de páginas informativas de internet: La corriente Radix encabezada por Richard Spencer, con Radix Journal, y la corriente Breitbart, que toma su nombre de la página del mismo nombre y que lidera nada menos que el asesor de seguridad de Trump, Steve Banon. La gran oferta de Marine Le Pen en Francia, por citar otro ejemplo, ya no es solo bloquear la entrada de inmigrantes, como lo proponía su padre en los años ochenta y noventa, sino rescatar el modo de vida y regresarle su brillo y vigencia a la cultura francesa.

Alt Right y Donald Trump no hablan ya de supremacía blanca, sino de la América Europea. Las políticas de exclusión son contra la cultura latina o contra el islam. La nueva derecha o derecha alternativa es, además, profundamente antifeminista, al grado de haber adoptado conceptos como Manosphere, que no es sino la defensa de los derechos de los varones frente a lo que ellos llaman “la opresión del feminismo” y de “lo políticamente correcto”. Dentro de las dos expresiones de Alt Right hay personajes abiertamente homosexuales, pero francamente antifeministas: hablan de sí mismos como “gays masculinistas”

La nueva extrema derecha es mucho más compleja y extendida de lo que imaginamos. Es momento de parar antenas.

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