El triunfo del republicano, que comenzó su campaña en julio del pasado año lanzando un fuerte ataque contra los inmigrantes de origen mexicano, genera interrogantes y temor entre la comunidad inmigrante y latina del país, ante las amenazas de que el republicano llevará a cabo deportaciones y suspenderá programas de protección para más de 700 mil “dreamers”. En México, el pánico ante el triunfo del republicano hundió el valor del peso, debido a las promesas del millonario de hacer deportaciones masivas. Un temor similar recorrió la comunidad musulmana, que fue objeto de los ataques del líder en más de una ocasión, llegando a proponer una moratoria temporal a los inmigrantes de esa religión.
Washington, 9 noviembre (EFE/AP).- El guatemalteco José Cáceres tenía 13 años cuando tuvo que esconderse entre un montón de basura y bajo una manta para no ser detenido y poder completar su viaje a Estados Unidos, un país donde la comunidad hispana trata de recobrar el aliento para enfrentarse a una Presidencia de Donald Trump.
"Mi experiencia me ha enseñado que no hay que rendirse y que por muchos golpes que te pegue la vida hay que seguir adelante", cuenta a Efe Cáceres, de 24 años y que se engloba en el grupo de once millones de inmigrantes indocumentados que Trump ha prometido deportar en cuanto tome posesión como presidente en enero.
Tiene miedo, siente angustia y una gran desesperación, pero dice estar acostumbrado al sabor "agridulce" de la vida.
Cáceres se benefició del plan de Acción Diferida (DACA) que proclamó en 2012 el presidente, Barack Obama, con el fin de frenar la deportación de los jóvenes que llegaron al país de manera irregular cuando eran niños, conocidos como "dreamers" (soñadores) y ante la imposibilidad de aprobar una reforma migratoria.
Esa medida de Obama, de carácter temporal, hizo que miles de jóvenes indocumentados salieran "de las sombras" y se incluyeran de manera voluntaria en una lista. Están identificados por el Gobierno como indocumentados y temen ser los primeros inmigrantes en ser expulsados del país por Trump.
Para Cáceres, eso sería algo "nefasto" porque recuerda muy poco de su Guatemala natal y siente que Estados Unidos es su país: el hogar en el que ha crecido, donde estudia y tiene sus amigos.
En noches difíciles, como esta, se obliga a pensar en el duro camino que él y su hermana pequeña emprendieron a través del desierto y en compañía de unos "coyotes" (traficantes de personas) que en algún momento de la frontera entre México y Guatemala les separaron en dos grupos.
"Me metieron a mí en el grupo de los mayores y a mi hermana, que tenía cinco años, en el de los pequeños", recuerda Cáceres que tardó tres semanas en llegar a las Estados Unidos.
"Fue un viaje traumatizante, recuerdo que en México nos metimos en un tren y tuvimos que escondernos en un vagón. El grupo que íbamos nos metimos entre la basura con una manta de nailon encima para que, si alguien venía, creyera que éramos desechos", narra Cáceres, que ahora vive en el estado de Virginia.
En la capital del país, la mexicana Blanca Gámez de 27 años y residente en Nevada también recuerda su viaje a Estados Unidos para coger aliento frente a lo que se les viene encima.
Ella tenía solo siete meses cuando llegó en brazos de sus tíos a Estados Unidos. A diferencia de sus padres que son indocumentados, sus tíos residían legalmente en territorio estadounidense e hicieron pasar a Blanca como su hija en un momento en el que los controles en las aduanas no eran tan fuertes.
"Siento miedo, tristeza. Mis amigos me han enviado mensajes de texto para disculparse y darme ánimos", cuenta a Efe, que como Cáceres se benefició del programa temporal DACA.
Ella ahora mismo está renovando ese beneficio migratorio, que tiene un límite de dos años, y teme por su situación pero también por la de su madre, que es indocumentada y se habría beneficiado de otras medidas migratorias que proclamó Obama en noviembre de 2014 y que nunca llegaron a entrar en vigor.
La incertidumbre cala en los huesos de los inmigrantes indocumentados y refleja un problema crónico fruto de la falta de nuevas leyes migratorias que podrían proteger a quienes salen de sus países de origen en busca del "sueño americano" y huyendo, en muchos casos, de la violencia y la falta de oportunidades.
Debido a la ausencia de una estrategia clara, las políticas migratorias de Estados Unidos se han guiado durante décadas por una serie de memorandos que pueden cambiar según los vientos políticos y que ahora pueden sumergirse en un torbellino bajo un mandato de Donald Trump.
"El miedo está ahí pero lo más importante es despertarse mañana y ver qué se necesita hacer para cambiar esto y seguir luchando", dijo Blanca, que aseguró guardar "esperanza" en un rinconcito de su corazón.
El triunfo del republicano, que comenzó su campaña en julio del pasado año lanzando un fuerte ataque contra los inmigrantes de origen mexicano, genera interrogantes y temor entre la comunidad inmigrante y latina de Estados Unidos, ante las amenazas de que el republicano llevará a cabo deportaciones y suspenderá programas de protección para más de 700 mil “dreamers”.
En México, el pánico ante el triunfo del republicano hundió el valor del peso, ante las amenazas de que Trump no sólo hará deportaciones masivas sino que construirá una pared, confiscando o aumentando tarifas a remesas que envían los trabajadores mexicanos para pagarlas. Un temor similar recorrió la comunidad musulmana, que fue objeto de los ataques del líder en más de una ocasión, llegando a proponer una moratoria temporal a los inmigrantes de esa religión.
EL TEMOR
Los latinos votaron por Hillary Clinton, pero eso no les alcanzó para frenar a quien temen se convierta en su pesadilla: Donald Trump.
Tras saber que el magnate será el nuevo presidente de Estados Unidos, entre los latinos se hizo presente el miedo, la incertidumbre y la preocupación de que convierta en realidad sus amenazas de deportaciones.
"¡Estoy tan triste! No sé qué voy a hacer. Lo que se viene es difícil. No se debajo de qué piedra me voy a esconder", expresó a la AP Bertha Sanles, una inmigrante de 39 años que vive ilegalmente en el país desde que llegó desde Nicaragua a los 22 en busca de un porvenir económico.
"Soy una indocumentada. Siento miedo. Me expuse tanto, confié tanto en que podía tener una oportunidad, y ahora estoy en manos de mi verdugo", expresó la mujer, tras conocer el triunfo de Trump.
Seis de cada 10 electores hispanos en Estados Unidos dieron su voto a Clinton, según encuestas de boca de urna que estimaron la participación latina en 11% del electorado nacional. Trump, sin embargo, triunfó con el apoyo del voto de la población blanca estadounidense, entre otros.
En su campaña para llegar a la presidencia, Trump aseguró que construiría un muro en la frontera con México y formaría un grupo especial para deportar a millones de inmigrantes.
Clinton, por su parte, dijo que avalaba una reforma migratoria integral que regularizara el estatus migratorio de quienes están en el país sin permiso y les allanara el camino a la ciudadanía.
Ramón García, un camarero que nació en México y votó por Clinton por la mañana, no disimuló su malestar el martes por la noche.
"No me gusta nada que Trump gane", dijo el inmigrante naturalizado, quien se acercó al centro de convenciones en Manhattan donde Clinton iba a celebrar su victoria. "Tengo amigos indocumentados. Temo por ellos. Su situación se viene más difícil".
En Estados Unidos viven cerca de 55,3 millones de latinos, de los cuales unos 11 millones permanecen ilegalmente.
Sanles, que limpia casas y cuida niños, confiaba en un triunfo de Clinton.
Con Trump en el poder, teme que ella, su esposo y su hija de 22 años sean deportados. La hija está protegida temporalmente por un programa del presidente Barack Obama que frenó la repatriación de chicos que llegaron de niños, pero Trump ha dicho que terminará con esas acciones ejecutivas del mandatario actual.
El esposo de Sanles también está ilegalmente en el país, y su hija menor, de 11 años, es ciudadana estadounidense. La familia contempla ahora regresar a Nicaragua, al considerar que "es lo más seguro", dijo la mujer.
Más de 27,3 millones de hispanos estaban en condiciones de votar, pero la organización de funcionarios latinos electos NALEO preveía que solo unos 13,1 millones acudirían a las urnas, un aumento del 17% con respecto a los 11,2 millones de hispanos que sufragaron en comicios presidenciales del 2012.
"Ni en mis peores pesadillas pensé que podría pasar esto. Siento bastante preocupación, miedo, incertidumbre, frustración", expresó Adrian Escarate, un chileno de 28 años que llegó a Estados Unidos cuando tenía tres años, junto a sus padres y un hermano mayor. Ahora él está amparado temporalmente por la acción ejecutiva de Obama, pero teme que Trump la elimine. Su hermano se naturalizó estadounidense tras casarse con una ciudadana, y luego reclamó a sus padres como residentes permanentes.
"No sé qué pasará conmigo porque su campaña (la de Trump) era muy antiinmigrante, crear un muro, deportar a 11 millones de personas, quitar todo lo que dio Obama", dijo Escarate, que trabaja como profesor de tenis y por la acción ejecutiva de Obama consiguió una licencia de conducir y permiso de trabajo.
Aunque los hispanos han visto a Trump como la mayor amenaza para su comunidad, los demócratas han tenido también políticas duras: Obama impuso un récord con la expulsión de 409.000 inmigrantes en 2012, aunque en los últimos años redujo el ritmo de las deportaciones (en el año fiscal 2015 fueron repatriadas 235.000 personas).
Pese al apoyo mayoritario de los latinos a Clinton, hay quienes votaron por Trump y festejaban su triunfo
Robert Herrera, un ecuatoriano de 31 años que ahora es ciudadano estadounidense, se plantó frente al hotel Hilton donde Trump se encontraba el martes por la noche. Junto a otros partidarios del magnate, izó una bandera azul con el nombre de "Trump" y lució una gorra roja con el lema de la campaña del republicano: Make America Great Again ("Haz que América sea grande de nuevo").
"Es injusto que los ilegales vengan aquí y que les sirvan todo gratis", dijo a la AP. "Nosotros trabajamos muy duro y pagamos impuestos".
Herrera llegó a Estados Unidos en 1990 de forma legal, dijo, debido a un pariente puertorriqueño que pudo solicitar papeles para su familia.
"Trump habla de los ilegales que hacen maldades. Él no va a sacar a todo el mundo, eso es imposible", dijo Herrera, quien trabaja como camarero de hotel. "Trump habla de los que roban y matan. México no coge a esa gente para atrás y eso no es justo".
Herrera dijo también que Trump mejorará la economía y "traerá trabajo para todo el mundo".
Daniel Palacios, de 19 años, también se unió al grupo de partidarios de Trump para mostrar su apoyo al candidato en la Sexta Avenida.
Palacios dijo que su madre es una mexicana sin autorización para vivir en el país y que su padre es israelí. Palacios, que nació en Estados Unidos, estudia finanzas en Nueva York.
Cuando se le preguntó si no teme que Trump deporte a su madre, quien llego al país en 1995, Palacios respondió que eso no ocurrirá.
"Trump se refiere a los violentos y a los que no hacen nada. No se refiere a los trabajadores", dijo. "Ella paga impuestos y ama este país".
Cientos de organizaciones de latinos de todo el país organizaron fiestas para esperar juntos el resultado de los comicios.
En la Florida, uno de los estados claves en la contienda electoral, la comunidad puertorriqueña del centro del estado y otros grupos de hispanos se reunieron en Orlando con el lema "Unidos ganamos", mientras otras organizaciones de latinos hicieron lo propio en Miami. En Nueva York se habían organizado fiestas con piñatas con la imagen de Trump.