Simone de Beauvoir y la existencia humana misma: “No se nace mujer. Se llega a serlo”

09/01/2013 - 12:00 am
EFE

Ciudad de México, 9 de ene (SinEmbargo).- No se puede pensar el feminismo, entendido como movimiento que reclama la igualdad a todos los efectos del hombre y la mujer, sin Simone de Beauvoir, una filósofa de primer nivel, cuyos trabajos escritos no sólo se centran en la cuestión de lo femenino, sino que abarcan un gran número de temas en torno a la existencia humana misma: la libertad, responsabilidad, el dolor, el yo o la vejez.

El segundo sexo, ensayo filosófico de enorme relevancia en el siglo XX, ha sido tratada a profundidad de diversas maneras haciéndose siempre hincapié en una de sus afirmaciones constituyentes: “No se nace mujer. Se llega a serlo”. 

La construcción cultural del rol y figura de la fémina (y del hombre), tomados tradicionalmente como naturales, es el hilo reflexivo que se sigue en la mayoría de los análisis. Repensar este problema es obligado en cada momento de la historia de nuestra sociedad y, por tanto, Beauvoir es siempre un punto de partida determinante.

Simone de Beauvoir nació en París, un día como hoy, pero de 1908, y murió el 14 de abril de 1986; fue principalmente reconocida como novelista y filósofa; autora de novelas, ensayos, biografías y textos monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos.

La escritora enmarcó su pensamiento dentro del existencialismo, al mismo tiempo de ser autora de obras fundacionales del feminismo como El segundo sexo, donde ofrece una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo,además de un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la construcción del rol y la figura de la mujer.

Gran parte del origen de su pensamiento es contado en sus memorias, en donde relata la fuerte impresión que le provocó descubrir el ocaso de la religión, lo que la llevó en su juventud a dejar de creer en Dios y asumirse plenamente responsable de sus propias elecciones.

De Beauvoir fue profesora de Filosofía hasta 1943 en escuelas de diferentes lugares de Francia, como Ruán y Marsella. Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana de París vivió en la ciudad tomada escribiendo su primera novela, La invitada (1943), donde explora los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual.

Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una serie de obras autobiográficas, cuatro en total, entre las que destacan Memorias de una joven de buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final de cuentas (1972).

De igual forma también son ampliamente conocidos su escritos La vejez (1970) y La ceremonia del adiós (1981); la primera centrada en la situación de la ancianidad en el mundo occidental, y la segunda donde evoca la figura de Jean Paul Sartre, su pareja y compañero de vida.

–Con información de Culturamas.es

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