Martín Moreno-Durán
08/06/2016 - 12:03 am
2018: PAN-PRD, la alianza que viene
El PRI tiene, desde el domingo pasado, un pie fuera de Los Pinos para 2018.
*Derrotados Peña, Manlio, Videgaray, Osorio…
*CDMX: Mancera aniquilado, Morena gobernará
El PRI tiene, desde el domingo pasado, un pie fuera de Los Pinos para 2018.
Asumida la derrota priista como consecuencia de varios factores: el voto de castigo al mal gobierno de Enrique Peña Nieto y a la corrupción e incapacidad que corroen no sólo al entorno presidencial, sino también a gobernadores priistas con su alta dosis de ingobernabilidad (los Duarte, Borge, Torre Cantú y compañía), combinado con el hartazgo ciudadano y un ¡ya basta! expresado en las urnas, nos toca evaluar y revisar, ahora, algunos desprendimientos, lecciones y escenarios que se abren de cara a la próxima elección presidencial.
LOS PRIISTAS
Luis Videgaray pierde la carrera presidencial. El Vice-Garay carga con parte de la responsabilidad en la derrota en Tamaulipas, ya que fue el secretario de Hacienda – día a día devaluándose, como el pesito-, quien impuso a Baltazar Hinojosa como candidato a gobernador, haciendo valer su influencia en Los Pinos, pasando por encima, inclusive, del presidente del PRI que ya le había prometido esa posición a uno de sus más cercanos: Marco Antonio Bernal. En su soberbia, Videgaray contribuyó al fracaso priista en Tamaulipas y la factura que pagará es muy alta: ver terminadas sus ya de sí limitadas aspiraciones presidenciales. A Videgaray le quedaría el Edomex como premio de consolación, pero tiene enfrente otro problema: Alfredo del Mazo junior reclama esa candidatura por derecho de sangre y entonces Peña Nieto tendrá que decidir si favorecer al amigo o al primo.
Manlio Fabio Beltrones se despide del 2018. Conocedor profundo de las reglas políticas del PRI, Beltrones dijo adiós a cualquier posibilidad de ser candidato presidencial. No nos engañemos: cuando hace algún tiempo declaró en un desayuno que no aspiraba a la candidatura en 2018, solamente lo hizo para evitar que a cualquier acto que asistiera, se le preguntara lo mismo una y otra vez: si buscaría la presidencial. Su aparente descarte solo fue parte de su estrategia. Un acto de distracción. “No aspira…mientras sea presidente del partido”, decían sus colaboradores en voz baja, dando a entender que renunciaría a tiempo para buscar la candidatura presidencial. Sin embargo, a Manlio le falló el cálculo: el domingo pasado fue, junto con Peña Nieto, el principal derrotado de las elecciones. Aún más: esa misma noche, ante millones de televidentes en el debate con Ricardo Anaya, Beltrones se mostró soberbio, ofensivo hacia la juventud de su interlocutor a la que tildó de mentirosa y que, seguramente, le cobrará más facturas al PRI en 2018. Alguien no le explicó a Beltrones la importancia del voto de los millennials dentro de dos años. Prueba no superada. Y no extrañe que, ante el regocijo del Grupo Toluca, ya se esté fraguando un cambio en la dirigencia nacional del PRI. Tras el desastre electoral, es obligado el relevo.
Osorio Chong ganó, pero perdió. Sí, el etéreo secretario de Gobernación – cada día es más evidente que ya se cuida para el 2018 bajo la vieja fórmula de “el que se mueve, no sale en la foto”-, si bien ganó el PRI la gubernatura en su estado (Hidalgo), también recibió una derrota tan inesperada como dolorosa: para no variar, el PAN le ganó la capital, Pachuca, que Osorio y su alfil, Omar Fayad, cambiarían por varios municipios hidalguenses. No fue una victoria total para el puntero de los aspirantes priistas. Tuvo un tropezón ya que una cosa es gobernar con “carro completo” y otra, muy diferente, es que la oposición controle la capital del estado. A la larga, ya veremos cómo esto le pesará a Osorio Chong.
Un PRI arrinconado. El viejo partido llega, con todas sus mañas, lastres y desprestigios, revolcado, a golpe de votos, por los ciudadanos hartos de la corrupción presidencial emblematizada con la Casa Blanca y los Grupos HIGA y OHL; por la ineficacia gubernamental; por el dispendio en los viajes de “La Gaviota” y sus comitivas multitudinarias y de oropel en las cuales cargan hasta con el perico; por lo agraviante del nuevo avión presidencial; por la insensibilidad mostrada con Ayotzinapa; por la ceguera de Peña Nieto que no se explica los motivos del “mal humor social”. Bueno, ciudadano Peña Nieto: esperamos que tras la derrota del domingo pasado, referéndum indiscutible hacia su gobierno, le haya quedado claro que el “mal humor social” le cobró facturas a usted, a su gobierno, a su equipo y a los gobernadores que tanto toleran y solapan en Los Pinos.
LA ALIANZA PAN-PRD
Más por el peso del PAN, que por la contribución del PRD –con sus excepciones como en Quintana Roo donde sí hay fuerza electoral amarilla-, las elecciones del 5 de junio fueron, a la vez, la prueba final para lo que desde hace meses se está cocinando entre las dirigencias panista y perredista: la gran alianza presidencial opositora para 2018. ¿El resultado? La alianza azul-amarilla sí funcionó, y funcionó muy bien. Allí está ya el modelo para aplicarlo dentro de dos años y derrotar a un PRI herido, sí, pero a la vez peligroso al verse acorralado. La alianza está diseñada para que el PAN lleve mano con el candidato (a) presidencial aliancista (Margarita Zavala o Ricardo Anaya, o algún candidato externo que unificara a ambos partidos), mientras que para la Ciudad de México se apoyaría a quien designe el PRD (Alejandra Barrales lleva la mano, aunque Los Chuchos insistirían en Carlos Navarrete). Se buscaría entonces integrar la figura del Gobierno de Coalición con la participación mayoritaria de ambos aliancistas y, con menor preponderancia, con los pequeños aliados. Ese sería el “machote” para 2018. Empero, la alianza tendrá dos pruebas de fuego: primero, superar las discordias internas, y segundo, resistir el fuego que seguramente será disparado desde Constituyentes e Insurgentes Norte para reventarlos, sabido que una alianza en 2018, bajo la reconfiguración política que se desprende del domingo pasado, sería veneno para el priismo. La alianza va.
LA CIUDAD DE MÉXICO
Ni es secreto ni será sorpresa: para el 2018, Morena, de Andrés Manuel López Obrador, ganará la Jefatura de Gobierno, ya sea con Ricardo Monreal, Martí Batres o Claudia Sheinbaum como candidatos. Y no es fanatismo ni acto de fe: es analizar con frialdad los números arrojados en las elecciones de 2015 y del domingo pasado, donde Morena, de partido naciente, se convirtió en partido mayoritario en la ciudad de México. Aquí, la alianza PAN-PRD para 2018 enfrenta un gran problema: la CDMX sería arrebatada al PRD por la fuerza lopezobradorista, ante el fracaso absoluto de Miguel Ángel Mancera quien, en unas cuantas horas, quedó también fulminado para cualquier aspiración en 2018. Bien haría Mancera en delegar funciones o al menos dejar de aparecer, de manera patética y surrealista, autoproclamándose como un posible candidato presidencial mientras se hunde en el fango de la derrota que todos ven, menos el propio Mancera, que ha llevado a la capital a un punto de ingobernabilidad. Para el PAN, el escenario no es tan negativo: te apoyamos a ti, PRD, en 2018 con tu candidato capitalino, pero si Morena te derrota, ya no quedó en nosotros. A final de cuentas, lo que al PAN le interesa son Los Pinos, más que la CDMX, bastión ya dominado por Morena.
¿Y López Obrador que papel jugará para 2018? Ese tema se cuece aparte y lo analizaremos el miércoles próximo.
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