Ciudad de México, 8 de enero (SinEmbargo).– Experimentar sentimientos de culpa extrema durante la niñez puede ser una señal de alerta del desarrollo de desórdenes mentales como la depresión, ansiedad y el trastorno bipolar en la vida adulta, de acuerdo con investigadores de la Universidad de Washington, en St. Louis.
Romper una pieza preciada en casa, golpear a algún familiar o perder un objeto costoso, podrían convertirse en episodios traumáticos de la niñez que no se superan a lo largo de los años, o por los que las personas se atormentan a lo largo de su primera etapa de vida, recordando constantemente los regaños de los que fueron víctimas, todo ello provocado por sentimientos de culpa extremos.
Mediante un estudio realizado a lo largo de 12 años, la psiquiatra Joan Luby y el resto de sus colaboradores, observaron una parte del cerebro llamada ínsula anterior, la cual regula la percepción, la conciencia de uno mismo y la emoción.
Ahí encontraron que las ínsulas de menor tamaño se relaciona con trastornos de ansiedad, depresión, esquizofrenia y otras alteraciones del estado de ánimo.
Mientras que a lo largo del tiempo la investigación científica ha ligado los sentimientos de culpa con las enfermedades psicológicas, tal como los relaciona el manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales con la depresión. El hallazgo del nuevo estudio indica que la culpa en los niños podría estar vinculada con esta parte del cerebro conectada al control de varios desórdenes.
Llegaron a esto luego de escanear los cerebros de 145 niños en edad escolar, además de preguntar a sus cuidadores cuál de ellos había demostrado algún síntoma de culpa excesiva, como disculparse constantemente por un pequeño acto de mala conducta, o sentirse mal por situaciones que pasaron hace mucho tiempo.
Luby dijo a The Atlantic que “en los niños que tenían mayores niveles de culpabilidad, aún cuando no estaban deprimidos, tenían menor volumen de ínsula interior, y ese volumen más bajo es una predicción de la aparición posterior de depresión. Esta investigación sugiere que las experiencias de la primera infancia influyen en la forma se desarrolla el cerebro”.
Y a pesar de que se han hecho muchos estudios de comportamiento en niños, la doctora dice que el publicado recientemente en la revista JAMA Psychiatry es significativo pues es uno de los primeros que analiza la relación entre los sentimientos de culpa extrema en infantes y las diferencias físicas en el cerebro, un terreno en el que hay muy pocos datos.
Por su parte, la psicóloga y profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, Michelle New destacó en The Atlantic que estos avances servirán para identificar de manera física a los niños que podrían desarrollar desórdenes mentales en su vida adulta, para así no ignorar la sintomatología temprana y tanto padres de familia como los profesionistas pueden intervenir a tiempo.
Además, confirma lo que investigaciones anteriores comenzaron a sospechar. Como la realizada en 2013 por científicos de la Universidad de Jyväskylä, en Finlandia, quienes encontraron que las técnicas de crianza que crean sentimientos de culpa en los niños les provocan también un mayor estado de angustia y enojo por varios días después de la reprimenda.
Asimismo, otro estudio de 2003 hecho por psicólogos de las universidades de Vermont y Vanderbilt, en Estados Unidos, concluyeron que los hijos de padres que usan tácticas de inducción de culpa, tendían en mayor medida a internalizar sus problemas. En la adultez, la ansiedad y la depresión se identifican como los clásicos trastornos de internalización.
Y aunque todavía queda la duda de si la culpa causa los trastornos mentales posteriores, o si es una predisposición biológica a estos desórdenes la que provoca los síntomas tempranos de culpabilidad excesiva. Para la experta New, es irrelevante, pues lo importancia está en que los especialistas puedan intervenir y prevenir a tiempo.
Mientras tanto, los autores del primer estudio, en la Universidad de Washington están implementando ya técnicas para ayudar a los pequeños a manejar la culpa, en caso de que eso ayude a mitigar los riesgos de que padezcan una enfermedad psicológica más tarde.