Después del sismo que sacudió a la capital del país el pasado 19 de septiembre, es notable una sociedad más organizada. Pero aun así, la transformación nacional no será definitiva.
Emblemáticos estudiosos de los acontecimientos nacionales, los investigadores de El Colegio de México, Sergio Aguayo y Lorenzo Meyer señalan que los desafíos del país son tantos y tan grandes que no serán solventados en el corto plazo. La corrupción, la violencia y la impunidad son cánceres tan enquistados que requieren aún más batallas.
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Ciudad de México, 6 de octubre (SinEmbargo).– Han transcurrido 17 días desde el sismo de 7.1 grados en la escala de Richter y hay al menos 366 fallecidos –225 sólo en la capital del país–. Mientras tanto, el retorno a la normalidad se muestra lento para una sociedad aún sensible por la catástrofe. La cal se dispersó en el aire y aún flota la pregunta: ¿Qué tipo de cambios sociales y políticos traerá la etapa post-sísmica?
Sergio Aguayo Quezada y Lorenzo Meyer Cossío, investigadores de El Colegio de México (Colmex), respondieron que nuestro país dará un viraje hacia la transformación política con una marcada exigencia de rendición de cuentas; pero el cambio –dadas las múltiples facturas de la sociedad por cobrar– no será definitivo.
La encuesta “La Gobernabilidad en México. Tercer Trimestre de 2017: Sucesión y Terremotos” (GEA-ISA) arrojó que el 67 por ciento de la población encuestada [1 mil 600 ciudadanos] consideró que quienes más hicieron para ayudar a las víctimas de los terremotos fueron “los ciudadanos voluntarios”. Sólo el 1 por ciento contestó que “el Presidente Peña Nieto” y 2 por ciento que “los gobernadores”.
Emblemáticos estudiosos de la política mexicana, Aguayo y Meyer coincidieron en que dado que el sismo la obligó a organizarse, la sociedad mexicana es más fuerte y su exigencia, mayor. Al tiempo, los investigadores observaron que los gobernados están más vulnerables que nunca dada la percepción de que la corrupción, la violencia y la inseguridad han aumentado.
Antes del sismo –plantearon los dos– esta sociedad ya se asomaba a través de la demanda de un Sistema Nacional Anticorrupción con cimientos fuertes y una Fiscalía independiente.
El cambio al que la sociedad aspira no está marcado precisamente por los partidos políticos. Aun cuando los partidos ofrecieron el dinero al que tienen derecho para la campaña de 2018, Sergio Aguayo puso hincapié en que “hay un profundo escepticismo en la opinión publica y en la sociedad organizada frente a los partidos. Hay un convencimiento de que los partidos no pueden ser la vanguardia de cambio. Y esa es una modificación histórica fundamental en relación a lo que sucedía en 68 e incluso en 85”.
Abundó que hace 32 años, para la izquierda, la sociedad era vista como algo que debía de ser organizado para generar un cambio a través de las movilizaciones y no del sufragio. En cambio, la derecha representada por el Partido Acción Nacional, sí consideraba esa última opción. “El 85 confirma la importancia de la movilización y en el 88 es cuando la izquierda, o buena parte de la izquierda social le da la confianza a la urna como método de cambio”, señaló el experto en Derechos Humanos y Democracia.
Lorenzo Meyer, autor de “Distopía Mexicana”, piensa que más allá de que los partidos cumplan con su palabra, “[la donación de sus recursos para las campañas] muestra que la partidocracia está a la defensiva, y que quien está a la ofensiva es la sociedad civil. Y yo pondría eso como una característica esencial. No tienen mucho que ofrecer [los partidos]. Están realmente defendiéndose. Buscan no perder más espacio del que ya han perdido, y eso desde luego tiene que influir en lo que pase el año entrante porque la sociedad mexicana no tiene mucha confianza –ni respeto– en los partidos”.
Para Meyer, cuya materia de estudio ha sido la Historia del siglo XX y el desempeño del Partido Revolucionario Institucional (PRI), “la sociedad mexicana ha evolucionado y ahora tiene mayor conciencia de su capacidad de acción independiente. Esa misma sociedad ya no está dispuesta a que el Estado la limite”.
Ello facilita que en los comicios del siguiente año, de entrada, podamos esperar que la ciudadanía castigue al PRI; a sus “rémoras” -como definió el especialista a los partidos aliados al Tricolor, llámese PVEM o Panal-; o incluso al PAN, que es el responsable de que la transición democrática del año 2000 fuera “infértil”, “corrompida” o “desnaturalizada”.
“No vamos a ir hacia el cambio sustantivo que amerita, que merece, que necesita México; pero probablemente sí haya un cambio en el 2018. Tenemos tantas cuentas pendientes con el grupo en el poder, que sería absurdo, indigno que no usemos el 2018 para saldar algo de estas cuentas”, explicó Lorenzo Meyer.
En esto concordó Sergio Aguayo, quien aseguró que en fenómenos coyunturales como el sismo del pasado 19 de septiembre, no existe la “relación de causalidad que uno quisiera” para generar un cambio de fondo, como por ejemplo, en el Sistema Político o en el Sistema Electoral mexicanos.
Aguayo insistió en que a pesar de que el impacto de este tipo de movilizaciones sociales “tardan tiempo en sentirse, las ideas y este tipo de eventos [el sismo] transforman la percepción de las personas sobre los hechos”.
El problema, según Meyer, radica en que “la sociedad no pude estar organizada por mucho tiempo porque tiene que trabajar, tiene que comer, tiene que vivir. Y esa circunstancia hace que tengamos perdida la batalla frente a las burocracias que están organizadas las 24 horas de los 365 días del año, dedicadas a mantener y ejercer el poder”.
Para el investigador del Colmex, lo anterior explica por qué “una minoría organizada es capaz de imponerse a una mayoría desorganizada. Los sismos o eventos excepcionales llevan al surgimiento de una organización casi espontánea; pero ésta tiene sus límites”.
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LA POTENCIA DEL SISMO
“Es una coyuntura crítica. Se presentaron cosas que no estaban en el horizonte de la normalidad. Ya pasado el momento crítico [y] las variables importantes, no pueden regresar a donde estaban. No pueden volver los duartes; no puede volver esa descarada e increíble forma de robar […]. No porque [los políticos] se vuelvan más honrados sino porque la presión de la sociedad es más evidente. El sismo potencializó toda esta frustración que venía de antes. Le dio una razón de expresarse que no se va ir. Ahora, no podemos tomar Palacio [Nacional] y hacer una Revolución; ya no se usan. Pero ganas no le faltan a muchos”, expresó Lorenzo Meyer.
Hay una aportación de Aguayo para ese planteamiento. El investigador sostuvo que el impulso del cambio “sólo será posible si la sociedad se mantiene organizada, uniéndose en torno a proyectos concretos”. Autor de “1968. Los Archivos de la Violencia” habló de que la viva articulación de voluntarios –que hemos atestiguado recientemente– podría rendir frutos en beneficio de México con una transformación política y social, recargada en la esperanza que representa la generación del sismo.