Martín Moreno-Durán
06/07/2016 - 12:03 am
Peña Nieto: el dilema de pedir licencia
Desde hace algunos meses, en pláticas públicas que he tenido con asistentes a presentaciones de alguno de mis libros, o bien en entrevistas con medios o en charlas privadas, una de las preguntas más insistentes que me han hecho, es la siguiente: ¿crees que Peña Nieto terminará su sexenio?
* No funciona un Presidente acotado
* Faltan 29 meses de incertidumbre
Desde hace algunos meses, en pláticas públicas que he tenido con asistentes a presentaciones de alguno de mis libros, o bien en entrevistas con medios o en charlas privadas, una de las preguntas más insistentes que me han hecho, es la siguiente: ¿Crees que Peña Nieto terminará su sexenio?
Mi respuesta siempre ha sido invariable:
“Yo creo que terminará su sexenio. Le doy un noventa y cinco por ciento de posibilidades… aunque dejaría un cinco por ciento abierto ante la probabilidad de que pidiera licencia por enfermedad o por algún otro motivo”.
Por supuesto que no me consta que Peña Nieto esté enfermo, aunque es evidente – las imágenes no mienten-, que en ocasiones se ve demacrado físicamente. En Los Pinos niegan, una y otra vez, que el Presidente se encuentre mal de salud.
Pero lo que sí nos consta a todos, es que su gobierno, al cual todavía le faltan 29 meses, sí está enfermo, y vaticina un futuro no sólo nada halagador, sino de alto riesgo para los mexicanos.
Un gobierno encabezado por un Presidente que, semana a semana, mes tras mes, es menos respaldado por los ciudadanos. Las encuestas promedio revelan que solamente tres de cada diez aprueban al gobierno peñista, la cifra más baja en la historia contemporánea.
Un gobierno repudiado por la mayoría de los mexicanos, ante sus evidentes escándalos de corrupción: de la Casa Blanca al Grupo Higa. De la casota de Videgaray a los viajes onerosos de la familia presidencial. Del enriquecimiento de gobernadores priistas al manto de protección que se les tiende desde Los Pinos. Gobernantes millonarios mientras, en este sexenio, hay 2 millones más de mexicanos pobres.
Un gobierno al cual se le perdió toda confianza: de las promesas de no aumentar los precios de gasolinas y luz, al incremento a gasolinas y luz. Tal vez no sean los centavos de más que pagaremos. Lo que tiene enfurecidos a los consumidores es la burla, la promesa de campaña de Peña Nieto incumplida, la mofa hacia los ciudadanos. El engaño. La farsa.
Un gobierno que naufraga entre el morbo del extranjero y el manifiesto rechazo de los mandatarios foráneos: más allá de los memes que generaron los desatinos presidenciales en Canadá, basta ver el innegable desprecio que brindó la actitud y la mirada de Barack Obama hacia Peña Nieto. No se necesita ser adivino para saber que Obama solo trata por protocolo a Peña Nieto. Es obvio: fueron formados bajo diferentes moldes: mientras Barack recibía millonarias ofertas de trabajo de bufetes de abogados tras salir de la Universidad de Harvard y prefirió hacer trabajo comunitario en Chicago, Peña se forjaba bajo el corrupto y antidemocrático priismo mexiquense y al lado de Arturo Montiel, aprendía el lado oscuro de la política. Obama y Peña son extremos. ¿Acaso el presidente mexicano creerá que sus escándalos, excesos y fallas no llegan al escritorio del Salón Oval de la Casa Blanca en Washington?
Un gobierno, el de Peña Nieto, que si se terminara mañana, millones de mexicanos – siete de cada diez según las encuestas-, lo agradecerían profundamente.
*****
Preocupa, el México que nos ofrece Peña Nieto: con nulo crecimiento económico, desestabilizado socialmente, con brotes de guerrilla urbana, con conflictos por todas partes – maestros, empresarios, iglesia católica-, con un desgobierno que hace patente el vacío de autoridad en Los Pinos y el divorcio con la sociedad, donde el Presidente cada vez está más empequeñecido y cuyas áreas estratégicas son ocupadas por leales a Salinas de Gortari. (Ver Salinas releva a Peña. SinEmbargoMX. Martín Moreno. 25/V/2016)
Alarma, lo que pueda suceder en el resto del sexenio con un país en la encrucijada del desgobierno, de la falta de timón, de la ausencia de capitán, del oleaje interno y externo que nos golpea y amenaza con destruir la nave.
Hoy por hoy, la pregunta es obligada:
¿Realmente está gobernando Enrique Peña Nieto?
El costo de gobernar mal es enorme.
El costo de aferrarse al poder y seguir gobernado mal, sería catastrófico.
Si Enrique Peña Nieto ya no sabe qué hacer con el país; si ha perdido el control de decisiones sanas y correctas para México; si ha extraviado el rumbo y cada vez hace mayor daño al país; si su equipo lo ha rebasado en el delirio del poder rumbo al 2018; si cada vez que se sienta en la silla presidencial le cuesta más trabajo treparse en ella, entonces ha llegado el momento de reflexionar y, ante el espejo, preguntarse sin pudor: ¿Es hora de dejar Los Pinos?
A México, de nada le sirve un Presidente de ornato.
A México, de nada le sirve un Presidente que ya no está gobernando.
A México, de nada le sirve un Presidente repudiado dentro y fuera del país.
¿Habrá llegado la circunstancia, ciudadano Peña Nieto, de desocupar la Presidencia en aras de que otro político, otro equipo y otro rumbo, intenten medio componer el desastre de gobierno que nos está heredando?
Es hora de verse al espejo, señor Peña Nieto.
*****
No es casual que aquella pregunta de si creo que Peña Nieto terminará su sexenio, me sea planteada de manera frecuente. Los mexicanos perciben ese vacío de poder, esa ausencia de liderazgo, ese temor de que las cosas en México se salgan de control y empeoren. ¿Cómo? Con otra crisis financiera brutal. Con el resurgimiento de la guerrilla. Con otro 1994-1995.
Si Peña Nieto tomara la decisión de solicitar licencia al Congreso como presidente de la República, bajo el argumento de problemas de salud – reales o ficticios-, y dijera que prefiere hacerse a un lado en lugar de aferrarse a la silla y seguir haciendo daño al país con un Presidente disminuido, en un lance de patriotismo, tal vez – sólo tal vez-, los mexicanos le reconocerían cierta valentía al admitir que ya no puede seguir gobernando y que prefiere delegar el poder ganado o comprado por la vía del voto.
Pero esta hipótesis es, solamente, eso: una suposición de algo tan lejano y tan cercano al mismo tiempo.
Lo real, hoy, es que México tiene un Presidente acotado, disminuido y, por lo tanto, disfuncional.
Ya veremos si Peña Nieto tiene espejo y lo sabe usar.
TW: @_martinmoreno
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