El concepto de transparencia se ha ido diluyendo para incluir todo tipo de información. Sarah Ong, gerente de programa de C&A Foundation, se pregunta cómo podemos centrar nuestro enfoque en información incisiva de manera que la transparencia sea accionable en la industria de la confección.
Por: Sarah Ong, gerente de programa de C&A Foundation
Ciudad de México, 6 de mayo (SinEmbargo).– La palabra "transparencia" solía ser una mala palabra, al menos en la industria de la confección. Hace 18 años, tres académicos: Archon Fung, Dara O’Rouke y Chuck Sabel, publicaron un plan visionario para acabar con las malas condiciones laborales en las plantas explotadoras.
La visión describía una industria en la que las cadenas de suministro, las condiciones laborales y la calidad de las auditorías fueran transparentes y se publicaran para estar a la vista de todos. Las fábricas, marcas y compañías auditoras relevantes serían mencionadas de modo que sus directores tuvieran que rendir cuentas públicamente respecto al desempeño de sus compañías. No fue una propuesta muy popular.
Avancemos la película hasta hoy, cinco años después del colapso del edificio Rana Plaza, y la conversación sobre transparencia se escucha en todos lados.
El año pasado, el Economist Intelligence Unit publicó: “Con una base de consumidores cada vez mejor informados y más críticos, las compañías que buscan credibilidad necesitan dejar de poner excusas…deben reconocer que en la era digital no pueden controlar la agenda ni tampoco quién tiene acceso a la información sobre sus cadenas de suministro. La presión en cuanto a transparencia y responsabilidad sólo irá en aumento”.
Aunque es positivo ver cómo la transparencia ha dejado de ser una mala palabra y ha sido adoptada de forma más generalizada, el término "transparencia’" está cada vez más diluido. Lo he escuchado para describir reportes de responsabilidad social corporativa (CSR por sus siglas en inglés), honestidad entre compradores y proveedores y artículos periodísticos.
Este tipo de información no puede erradicar décadas de malas condiciones. Se necesita una cirugía decisiva para poder cambiar las condiciones laborales en las fábricas. Y como cualquier cirugía, se requiere el uso preciso de un bisturí, no se puede con cualquier cuchillo viejo.
Para ser efectiva, la información transparente debe ser:
*Con nombres: La información debe estar ligada a una compañía específica, marca, fábrica, auditor, o los tres.
*Integral: Necesitamos información suficiente para cubrir todo el universo que resulte relevante, o al menos una buena parte. Normalmente esto significa todas o casi todas las fábricas en un país, o todas o casi todas las marcas en un mercado.
*Comparable: La información debe ser estandarizada, para que compañías similares puedan ser comparadas con criterios uniformes (los reportes CSR son particularmente malos en este punto).
*Continua: La información debe actualizarse regularmente para que el lector pueda comparar el desempeño a lo largo del tiempo.
*Granulada: La información debe estar lo suficientemente detallada para que los tomadores de decisiones puedan usarla y cualquier persona pueda cuestionar su exactitud.
Y la información debe ser del dominio público, y no estar resguardada de forma privada.
Este tipo de transparencia, información pública con filo, no es inusual ni imposible. Pensemos en los reportes financieros trimestrales o en el pronóstico del tiempo. Si le quitamos cualquiera de los rasgos mencionados arriba, esa información sería mucho menos útil.
En la industria de la confección hay un pequeño pero cada vez mayor cuerpo de información divulgada públicamente que tiene estos cinco rasgos. Lo que necesitamos ahora es usarla convirtiéndonos en hábiles cirujanos.
Nota: Estas cinco características de la transparencia efectiva están inspiradas en gran medida en Full Disclosure: The Promise and Perils of Transparency, de Archon Fung, Mary Graham y David Weil (2007).