Por una enfermedad, Julia Pastrana fue considerada “la más fea del mundo” en el XIX. Fue exhibida viva y muerta en Europa. Mañana, el gobierno de Noruega entregará sus restos al de México. Acá, será enterrada
Hoy les contaremos la increíble historia de dos mujeres que se entrelazan en el tiempo, a pesar de que las separa más de un siglo. Dos mexicanas, dos artistas internacionales. Destinadas a un encuentro que, tras diez años, está a punto de culminar una primera meta, con un entierro postergado, que es a la vez una amplia invitación para reflexionar en torno a la dignidad humana, los prejuicios, la memoria y la identidad.
Julia Pastrana nace en las estribaciones de la Sierra Madre Occidental, dentro del territorio sinaloense, en los años 30 del XIX, cuando México se afianzaba como nación independiente. Laura Anderson Barbata nace en la segunda mitad del siglo XX en la Ciudad de México. Se traslada a Mazatlán y goza ahí su infancia y adolescencia. Pero no, no serían Sinaloa ni otra región de México los lugares que las reunirían.
Abocada a las artes pláticas de manera multidisciplinaria, Laura es invitada en el 2003, ya entrado el siglo XXI, a diseñar el vestuario para la obra de teatro The True History of the Tragic Life and Triumphant Death of Julia Pastrana, the Ugliest Woman in the World, que la compañía Amphibian Stage Productions presentaría en la Ciudad de Nueva York. Es así que Laura escucha por primera vez el nombre de Julia Pastrana, tiene un atisbo a su historia y asume “que era mi obligación como artista, no sólo sentirme conmovida, sino hacer todo lo posible porque ella fuera retirada de la Colección Schreiner de la Universidad de Oslo y lograr que regresara a su país de origen, donde en ese momento era una desconocida”.
EL HÍBRIDO MARAVILLOSO
Laura fue la primer mexicana que conoció y se interesó por Julia Pastrana, e inició un periplo que implicaría dos lustros, como aquí les contaremos. Pero para adentrarnos en la odisea, sepan que apenas unos años después, y en su propia tierra natal, Sinaloa, el abogado y doctor en Historia Regional, Ricardo Mimiaga, se topó con el libro Seres extraordinarios, anomalías, deformidades y rarezas humanas, (El archivo del misterio de Iker Jiménez), del español Manuel Moros Peña, cuyo segundo capítulo está dedicado a su coterránea, Julia Pastrana, también conocida como “La Mujer Oso” o “El Híbrido Maravilloso, fruto de los amores pecaminosos de un humano y una hembra orangután”.
Datos suficientes para que él indagara en torno a esta mujer que logró amplia fama en Estados Unidos, Canadá y la extensa Europa. Curiosidad que saldría recompensada al leer las memorias de Irineo Paz, político y militar jalisciense, abuelo del escritor mexicano y Premio Nobel, Octavio Paz, en las que narra que Julia Pastrana estuvo viviendo en la casa de Mazatlán del ex gobernador de Sinaloa, Pedro Sánchez, donde, es probable, aprendió a leer y a escribir. Además de trabajar como sirvienta, por su singularidad resultaba un atractivo para los invitados, ya que nació con hipertricosis lagunigosa congénita generalizada y severa hyperplasia gingival; lo que provocaba que su aspecto fuera simiesco”.
Era un tiempo en que la ciencia médica aún no desentrañaba estos males; el primero, conocido también como “síndrome del hombre lobo”, es raro (a la fecha se han detectado poco más de 50 casos desde la Edad Media), y se destaca por un exceso de vello de hasta 25 centímetros de largo en todo el cuerpo, con excepción de las palmas de manos y pies; mientras que el segundo refiere a un crecimiento o inflamación anormal de las encías, padecimiento que hoy es corregido por medio de cirugías.
En la segunda década del siglo XIX la rareza de Julia Pastrana despertó la ambición de Francisco Sepúlveda, quien en ese entonces era Administrador de la Aduana Marítima de Mazatlán, y cosechó fama como “muy corrupto”. El profesor Ricardo Mimiaga cuenta: “Pensando en comercializarla como una cosa, incluso vendió un terreno para poder comprársela a Pedro Sánchez. Tenía la idea de exhibirla en circos, ferias y otras exposiciones en Estados Unidos. Pero como no sabía inglés consiguió los servicios de Theodore Lent como intérprete e intermediario, quien casi enseguida le robó la idea, poco antes de que se desatara la Guerra Civil en Estados Unidos”.
En ese entonces, la esclavitud aún era vigente en los estados sureños, mientras en el norte ya estaba prohibida. De modo que para poder viajar con libertad con Julia Pastrana y hacer el esperado negocio, Theodore utilizó una estrategia infalible: se casó con ella. Por ley y por religión, eran tiempos donde la mujer estaba obligada a obediencia total con su esposo, a una posición completamente sumisa; por lo que “Sepúlveda se quedó con un palmo en las narices y Lent podía hacer lo que quisiera con Julia, explotarla, lo que fuera. Se trataba de un tipo sin valores y sin escrúpulos”.
UN SER HUMANO EXHIBIDO
Theodore exhibe a Julia Pastrana en Estados Unidos y en Canadá durante unos dos años, tanto en ferias o circos como en su propia casa. Vende boletos para comer y cenar, y cosecha la admiración de niños y adultos. “Ella bailaba y cantaba en español, francés o inglés. Era una persona culta, en sus escasos ratos libres se entretenía leyendo, era mezzosoprano y al parecer imitaba a una cantante española, Lola Montes. Julia era una artista, si la hubieran promovido sólo como fenómeno –como sucedió con otros casos– no hubiera tenido el éxito que tuvo. Incluso realizaba un acto acrobático sobre un caballo, no era sólo una mujer monstruo, sino una artista”, agrega Mimiaga.
Tras su largo periodo de presentaciones en la Unión Americana y Canadá, viajan a Europa. A partir de 1857, su espectáculo, “La mujer más fea del mundo”, se presenta en Londres, Viena, Polonia, Alemania… Además del público habitual despierta el interés de algunos científicos connotados, como el naturalista y botánico sueco Carlos Linneo, quien la incluye dentro de su propuesta taxonómica; y el inglés Charles Darwin, quien la describiría en su libro The variations of animals and plants under domesticatio”, como: “Una mujer notablemente fina, pero tiene una densa barba masculina y una frente peluda”.
Hacia 1859 Julia se embaraza, sin que ello postergue su exhibición. En Moscú dio a luz en marzo del siguiente año a un niño que hereda su condición genética, y que morirá un par de días después. Lo complicado del parto causará también la muerte de Julia Pastrana, y “Lent venderá boletos para que asistan a sus tres días de agonía. La comercializó al máximo, no tenía moral ni sentimientos”, enfatiza el profesor Ricardo Mimiaga.
Y en ese afán insaciable de beneficiarse de su condición, Theodore Lent, “su esposo”, le vende los cuerpos, de la madre y el niño, a un médico ruso de nombre Sukolov, de la Universidad de Moscú, “quien los diseca, entonces Lent vuelve a ver las posibilidades de negocio y reclama los cuerpos con apoyo de la Embajada de Estados Unidos. Así continúa rentándolos o exhibiéndolos en ferias y otro tipo de exposiciones en Europa, con gran éxito”.
Se sabe que Lent falleció en 1884 y es su segunda esposa quien continuó con el comercio de los cuerpos de Julia Pastrana y su hijo, hasta que los vendió, cuatro años después. Fueron revendidos varias veces, hasta que en 1921 fueron comprados por el noruego Haakon Jaeger Lund, para exhibirlos en Oslo. Su hijo continuará esta terrible tradición. Los lleva de gira por varios países, incluso por Estados Unidos. En 1973 se promulgó en Noruega una ley que prohibía la exhibición de cuerpos humanos, e inclusive el Obispo de Oslo, Reidar Kobro, solicitó que los cuerpos de Julia y su hijo fueran confiscados para ser enterrados con una ceremonia católica. Sin embargo, esto no ocurrió: los almacenaron en una bodega, que en 1976 fue saqueada. Arrojaron el cuerpo del niño a un terreno baldío, donde fue devorado por roedores, mientras que el de Julia perdió un brazo, que llegaron a encontrar unos niños. La policía consignó el hallazgo y el cuerpo de Julia fue a dar, entonces, al sótano del Instituto de Medicina Forense de Oslo.
El tiempo pasó, y en 1994 se dio un debate entre la Universidad de Oslo y diversas organizaciones que abogaron por enterrar a Julia Pastrana, pero ganaron los argumentos que expuso en ese momento el Dr. Per Holck, Director de la Colección Schreiner de la propia universidad, y el Ministerio de Salud ordenó que su cuerpo se integrara a la misma.
¿QUIÉN FUE JULIA?
Julia Pastrana realiza una carrera como fenómeno, bailarina y cantante a lo largo de seis años. Su cuerpo y el de su hijo, embalsamados para exhibición, de 1862 a 1973: un total de 111 años. Arrumbados en una bodega 21 años más, y ya sin el cuerpo de su hijo, inventariada en la colección antropológica del Departamento de Anatomía de la Universidad de Oslo, 19 años más. Hace 153 años que falleció, sin que hubiera tenido a la fecha un entierro digno.
Sin embargo, a lo largo de este tiempo permeó en el conocimiento e interés de un gran número de personas de los países que visitó: Estados Unidos, Canadá y casi todos los de Europa.
En 1964, por ejemplo, el director, guionista y actor italiano Marco Ferri, filma “La Donna Scimmia”, inspirado en la historia de Julia Pastrana. Se sabe que incluía escenas en torno a la exhibición de los cuerpos embalsamados de ella y su hijo, mismas que fueron retiradas por intervención del productor Carlo Ponti, “al considerarlas demasiado grotescas”. Para muchos, es una película “de las más tristes”.
La profesora Rose Marie Garland-Thomson, del Departamento de Estudios de la Mujer de la Universidad Emory de Atlanta, ha escrito diversos artículos y libros, como el de Extraordinary Bodies: Figuring Physical Disability in American Culture and Literature, donde refiere, entre otros casos, el de Julia Pastrana, al explorar temas de género y diversidad.
Como mencionábamos en un inicio, la compañía Amphibian Stage Productions preparó una obra sobre la historia de Julia Pastrana, que se estrenó en el 2003 en Nueva York y se repuso el año pasado en Texas. La obra se realiza completamente a oscuras para evitar el morbo sobre la persona de Julia, tal como ellos mismos describen en su página Web: “Es la poderosa historia de una persona que se hizo famosa como “la mujer más fea del mundo”, pero las audiencias son transportadas por medio de sonidos, olores y sensaciones al universo de Julia, trashumante en circos y ferias de fenómenos. Atravesó el océano por su esposo, un empresario, y a donde quiera que fue, ella buscó el amor y la belleza que, confiaba, la vida le reservaba. Es así que la obra Julia Pastrana, basada en una historia real, muestra esa faceta hermosa sin permitir verla como un objeto. Se sabe que en la primera puesta, la directora Kathleen Culebro comenzó a recabar firmas para solicitar el retorno de la sinaloense, con el fin de que pudiera ser enterrada en México, su tierra natal.
Después de Laura Anderson, es el profesor Ricardo Mimiaga quien conoce y ahonda en la historia de Julia por primera vez. Escribe un ensayo que publica en La Voz del Norte, semanario cultural de Sinaloa, a la vez de presentarlo en un congreso de cronistas e historiadores: “Todo mundo se sorprende, no lo creían mis colegas: es una historia increíble. Ahora ya buscas en Internet y hay mucha información, pero es reciente. No hemos encontrado acta de nacimiento o fe de bautismo, pero existe cierta leyenda urbana, de una niña que vivía con su mamá en una casa sin espejos y nunca salía ni jugaba con nadie. Cuando la madre muere la deja a un tío, pero por la situación de pobreza de la familia quizá es donde pasa con el ex gobernador de Sinaloa”.
LAURA Y JULIA
Tras conocer la historia de Julia Pastrana en el 2003, Laura Anderson es invitada a Noruega. Parte de su trabajo como artista plástica está abocado a lo que ella misma denomina “arte social”, y dentro de esta faceta había realizado, en la Amazonia de Venezuela, un proyecto importante con la comunidad Yanomami para que documentaran su propia historia, al tiempo de contar con métodos sustentables para hacerlo en papel. Una de las repercusiones favorables de este trabajo fue esa primer visita al país escandinavo, para conocer tanto instituciones culturales como a curadores, artistas y académicos, muchos de ellos vinculados a la comunidad indígena sami.
En 2004, y también de forma inesperada, sin mediación de convocatoria alguna, Laura recibe una invitación, “por su trayectoria y su trabajo”, de parte de la Office of Contemporary Art (OCA) de Noruega, para una residencia donde podría trabajar en el proyecto que ella eligiera.
“Al verme volando a Oslo decidí que una de las cosas que podía hacer era empezar a investigar la situación de Julia Pastrana sin el interés de verla, sino para acercarme al tema, para saber cómo es que hoy en día puede existir una persona en una colección, cuyo nombre se conoce, su historia se conoce, e inclusive su condición física –el mal congénito que padecía– ya había sido bien investigado, ya no era una rareza. El hecho de que ella estuviera ahí a mí me parecía como que no tenía mucho caso. Quería que me lo explicaran, y así es como inicié esta conversación con el doctor Per Holck, para preguntarle acerca de ella, acerca de su colección y sobre las consideraciones que podemos tener acerca de las personas; es decir, el individuo, la persona de Julia Pastrana no como fenómeno, sino como ser humano. En las conversaciones iniciales con la universidad me dijeron, pues mira, quién sabe –así y fue bastante fuerte– quién sabe qué tanto de Julia sea Julia, porque está muy restaurada, como para disuadirme”.
Pero el diálogo continuó porque estaba respaldada por la OCA y era una artista que estaba “haciendo preguntas honestas”. Encaminada de lleno en esta odisea, Laura Anderson empezó a asesorarse en Noruega, con sociólogos, filósofos, historiadores, antropólogos samis, activistas intelectuales, entre otros, respecto a la situación de la colección. Encontró gran disposición, e incluso la contactaron con el Norwegian National Research Ethics Committee for the Social Sciences and Humanities/The National Committee for Ethical Evaluation of Research on Human Remains. Un comité de ética que si bien no tiene un peso político, sí tiene la facultad de disponer de lineamientos sobre el tratamiento correcto de las personas para la experimentación y la ciencia.
Desde el 2004 Laura se acercó con sus inquietudes sobre Julia Pastrana a este comité, pero coincidió con el momento en que estaban renovando a los integrantes, que son personas voluntarias que envían solicitudes, por lo que hubo que esperar dos años a que volviera a instalarse. Un periodo que Laura Anderson Barbata aprovechó para sustentar mejor su petición para que el cuerpo de Julia Pastrana retornara a México, con sólidas argumentaciones. Cuando en el 2006 por fin recibieron su carta, “la analizaron y después me la regresaron con varios puntos, por ejemplo, que si yo no era familiar de Julia Pastrana no procedía la petición”.
Surgió entonces la necesidad de investigar más sobre Julia Pastrana en México, pero también se investigó la posible existencia de casos similares. Es donde Laura Anderson dio con la historia de Saartjie Baartmann, mejor conocida como “La Venus Hotentote”, una mujer de Sudáfrica que había sido esclava y que a principios del siglo XIX había sido enviada a Europa para ser exhibida como “una atracción menor” en los circos de la época. Con un periplo muy humillante, terminó muriendo sola y abandonada. Sin embargo, ni siquiera cuando estuvo muerta la dejaron en paz: a menos de 24 horas de su deceso hicieron un molde de yeso con su cuerpo y el anatomista Georges Cuvier se quedó con su esqueleto, cerebro y genitales, los cuales exhibía en frascos en el Museo del Hombre de París, donde estuvieron expuestos por más de 160 años. En 1994 el Presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, efectuó una petición especial para trasladar los restos de Saartjie a su país, solicitud que tardó varios años en formalizarse, pero que logró que, al final, su cuerpo fuera enterrado en Cabo Este, donde nació.
Con esto en mente, Laura comenzó a profundizar en sus conocimientos sobre Julia Pastrana, encontró el artículo publicado por Ricardo Mimiaga y después, lo ubicó. Entonces unieron esfuerzos para traer a la artista sinaloense a su tierra natal. “Nunca pensé que se pudieran repatriar los restos de ella. Es una misión que sólo una artista como Laura se podía plantear”, comenta Mimiaga.
Sin encontrar un familiar o documentación histórica sobre Julia Pastrana, Laura Anderson Barbata reconoció que la vía moral es la más factible. “Julia Pastrana era de Sinaloa, un estado al que le tengo un afecto muy especial porque crecí en Mazatlán, entonces sentía que este tema le concernía no sólo a México sino a Sinaloa, que debía participar, y que era un estado que podía beneficiarse en una reflexión que tiene como objetivo recobrar la dignidad de los muertos, para recobrar y hacer un recuento de la memoria, y así también dignificar a los vivos. Se trata de un ejercicio colectivo y ciudadano de dignidad y de respeto hacia todos. Es cuando decidí que yo iba a conocer al gobernador de Sinaloa para contarle la historia y lograr que se uniera. No es una tarea fácil llegar ahí, hay muchas trabas, pero sentí que también era una gran oportunidad, encontrar en esta acción un enfoque colectivo para cambiar ciertas visiones, y ver cómo puede un individuo pasar de víctima a ser representante y un actor importante en la composición de la identidad de México”.
En 2012, a Laura la recibió Gustavo Zavala, el secretario particular del gobernador Mario López Valdez, en una reunión donde conoció con más detalle de Julia Pastrana, así como del caso de Saartjie Baartmann. “Es sorprendente cómo en un día se abrieron las puertas. El secretario le habló a Rocío Labastida Ochoa, titular del Centro de Ciencias de Sinaloa, y a María Luisa Miranda, del Instituto Sinaloense de Cultura, para apoyar el proceso y lograr que una sinaloense destacada en el arte, en Estados Unidos y Europa, regresara, gracias a la propuesta de Laura Anderson”, comenta Ricardo Mimiaga. Además, el periódico regional El Debate, cubrió la visita de Laura y todos los detalles en torno a Julia Pastrana.
Para entonces, también se habían publicado algunas notas sobre el tema en el periódico Reforma, en el 2011, gracias al interés de la periodista Silvia Gámez. Al respecto, Laura rememora: “Todo esto lo había mantenido con máxima discreción y casi no lo hablaba con nadie, porque si no está bien manejado despierta mucho morbo, así como energías y cuestiones que yo siento que no ayudan. Pero cuando Silvia Gámez se entera de la historia de Julia Pastrana ve que yo estoy ligada desde hace mucho tiempo a ella y me empieza a buscar. Era bastante renuente a hablar, pero vi que había un interés genuino. Publicó una nota que llamó mucho la atención, luego otra y luego otra. A mí me ayudó tanto para fortalecer mi caso ante Noruega, como con el gobernador. Ante el Comité de Ética, yo decía, bueno, no tenemos un acta de nacimiento, pero puedo comprobar que a México le importa, porque la opinión pública es ésta, y funcionó a favor del caso. También ayudó mucho con el gobernador, al ir conociendo todos los detalles: toda la gente a su alrededor se sintió muy conmovida por la historia y también por hacer una labor de reparación”.
Con un expediente armado con sumo cuidado, una argumentación sólida y un interés manifiesto, sólo faltaba el apoyo institucional: “Alguien como él que dijera sí me importa, y le importa al estado de Sinaloa, su tierra natal, y entonces pues así fue y dijo que sí, y se unió ya en la última petición. Fue muy, pero muy importante su participación”, expresa Laura Anderson.
En junio de 2012, el Norwegian National Committee for the Evaluation of Research on Human Remains resolvió a favor del regreso del cuerpo de Julia Pastrana a México, con la salvedad de que le tomarían una muestra de ADN para futuros estudios médicos.
Mañana, 7 de febrero, en una ceremonia que se realizará en la Capilla Rikshospitalet del Hospital Universitario de Oslo, representantes del Instituto de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de la capital noruega transferirán la custodia de los restos de Julia Pastrana a las autoridades mexicanas, representadas por Laura Anderson Barbata y el Doctor Nicholas Márquez-Grant, forense, antropólogo y arqueólogo de la Universidad de Oxford, con el cuerpo de la sinaloense dentro de su ataúd.
Acto con el que concluirá una campaña iniciada hace 10 años por la artista plástica, y en la que han intervenido como apoyos fundamentales la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), la Embajada de México en Dinamarca (que le da servicio a Noruega), y un gran número de instituciones del Gobierno de Sinaloa.
Laura rememora el día que conoció el fallo, y comparte: “Uy, sentí que era ya el camino para que Julia recobrara la entereza de su historia y de su persona, y que se le permitiera ocuparlo como ser humano y como artista… A nivel emocional estaba, y sigo, muy conmovida, muy contenta por este logro. También empecé a sentir una cosa muy extraña, como que las cadenas de las estructuras construidas por la sociedad, las que han frenado y discriminado a tanta gente, estaban quedando atrás”.
AL FINAL, LA ÉTICA
La intervención de Nicholas Márquez-Grant, oriundo de España y residente de Londres desde hace ya varios años, se debe a reflexiones profundas sobre cuestiones legislativas y éticas en torno al manejo de restos humanos para la ciencia, gran parte de las cuales se condensan en su libro The Routledge Handbook of Archaeological Human Remains and Legislation.
Desde Londres, Nicholas Márquez-Grant comenta que, su participación “en parte, fue un dilema, como científico, porque muchos científicos quieren que los restos humanos no se entierren, quieren tenerlos en laboratorios y en museos, para estudiarlos. Entonces se tiene que hacer un balance y ver lo positivo y lo negativo, los pros y los contras. En este caso yo justifiqué y apoyé el retorno de los restos de Julia Pastrana. Yo había leído algo sobre ella por ahí por el año 2000, abrí un libro de principios del siglo XX, bastante antiguo, de Antropología, y salió una foto de ella. Ya la conocía”.
Sobre los elementos que le llevaron a considerar como positivo el regreso de Julia a México, comenta: “Fueron varias cosas. En principio tiene que haber siempre una persona o un pueblo que pida los restos humanos de manera legítima, es decir, debe estar relacionado de forma genética, geográfica o cultural. Entonces, cuando hay un requisito de una población, de una ciudad, de una nación, hay que considerarlo. En lo que se refiere a restos humanos prehistóricos, diría que no hay que enterrarlos, lo digo porque restos prehistóricos hay muy pocos, sólo en Europa, de hace dos mil años, y no sabemos mucho acerca de la época. En el caso de Julia Pastrana hay varias cosas. Primero, en este caso ya conocemos la Historia de México y el estudio y conservación del cuerpo no va a aportar nada para conocer nuestro pasado; segundo, está en una universidad, en el sótano, donde no estaba accesible a científicos, estaba en un sitio donde no debería estar; y tercero, los restos humanos nos ayudan a entender un poco la evolución de enfermedades y preverlas, así como mejorar las condiciones de vida –por ejemplo infecciones, sífilis, lepras… – para la evolución de la medicina; pero en el caso de Julia Pastrana, aunque sí tiene una condición genética, hay casos modernos, ya se conoce la enfermedad, entonces decidí que lo más importante es el respeto. Tienes esqueletos que se entierran en la época romana, medieval, y con las construcciones de carreteras o edificios, salen; pero Julia Pastrana nunca fue enterrada”.
Nicholas continúa, muy emotivo: “Hubiera sido muy bonito tener una carta de Julia Pastrana diciendo, echo de menos México”.
Luego, agrega: “Hay que decir que una preocupación que surge con este tipo de casos es que se piense que por repatriar un cuerpo debieran repatriarse todos los esqueletos, pero el caso de Julia Pastrana es muy claro. Y está la Universidad de Oslo, que tiene un comité que también ha visto la lógica en responder a la petición de Laura Anderson y del Gobierno de Sinaloa. Otro punto importante es tomar en cuenta las tradiciones o las religiones de las personas, respetar los deseos por un entierro acorde”.
ARTE Y AFECTO PARA JULIA
Laura Anderson tiene una relación estrecha con Oaxaca, justo ahora, en el bello Museo del Textil impulsado por la Fundación Alfredo Harp, está en exhibición Trascomunalidad, intervenciones y colaboraciones con comunidades de zanqueros (de diciembre 2012 a abril 2013), donde se muestra el trabajo que ha realizado los pasados 10 años con zanqueros tradicionales de las Antillas y de México, donde fusiona algunas de sus dinámicas con arte contemporáneo. Este vínculo la llevó a conocer, hace ya un tiempo, a Remigio Mestas, gran promotor del textil en el estado, tanto por sus conocimientos como por el impulso que le da a la actividad desde diferentes frentes.
“Siempre que voy a verlo le digo, enséñame el cofre, donde guarda sólo maravillas. Me enseña un huipil tradicional y entonces le empiezo a contar la historia de Julia Pastrana. Remigio se conmovió muchísimo y entonces le pregunté, ¿crees que podamos hacerle un huipil ceremonial? No sólo me dijo que sí, sino que empezó a enlistar los elementos que tendrían que emplearse, para poder hacer una prenda muy simbólica. El coyuchi, por ejemplo, porque es un color sagrado y tiene que ver con el alma”.
Ahí se acordó que el huipil lo hiciera Francisca Palafox, una de las mejores tejedoras de Oaxaca, ya que además de usar hilo de seda emplearía cabello –de Laura Anderson y de otras mujeres mexicanas– y se convierte en un material muy difícil de usar. “La idea de utilizar cabello es simbólica, por Julia. Al principio yo decía no, en cualquier cosa que tenga que ver con ella no tiene que ir el cabello; luego pensé no, era parte de su identidad, no lo escondía. Julia sabía manejarlo y era algo que también era especial de ella, entonces creo que el cabello tiene que estar presente”. Como los huipiles rituales que narran la historia de la vida de quien los porta, el que tejió Francisca Palafox lleva inscritos datos relacionados con la artista sinaloense, como las fechas de nacimiento y muerte, entre otros. Y a iniciativa de Remigio Mestas, también se le hizo un enredo.
Laura Anderson aún no sabe si van a ponerle el huipil a Julia Pastrana. Lo más probable es que la prenda llegue a utilizarse en alguna exposición referente a ella: “No quiero invadir su espacio, no quiero hacer nada que sea invasivo. Ya suficientes invasiones ha tenido ella”. Pero en este tiempo, Laura sí ha realizado algunas obras en papel en alusión a Pastrana, algunas con cabello y en otras no, “con la idea de recordar a Julia, pero como la artista que era y no como espectáculo por su rareza o su singularidad”.
EL ENTIERRO Y UNA LLUVIA DE FLORES
El profesor Ricardo Mimiaga considera que Julia Pastrana es la sinaloense más famosa en el mundo, “mucho más que Lola Beltrán o Pedro Infante”, aunque siente que aún la mayoría de sus coterráneos desconoce quién fue y lo que significa su regreso a México. Laura aún se asombra del protocolo complejo y detallado de la SRE. También muestra asombro al comentar que los está apoyando en esta última fase del proceso la empresa Albin International Repatriation, con sede en Londres (“no sabía que hubiera una empresa dedicada a eso”), porque nunca es fácil llevar de regreso un cuerpo a su país natal, y mucho menos cuando se trata de restos históricos, donde no existe acta de defunción: “Están haciendo una labor extraordinaria para facilitarlo, junto con las autoridades de Noruega. Han sido increíbles porque nos han ayudado, a todos los que no sabemos lo que estamos haciendo. Han sido un gran apoyo, que ha ido más allá de un servicio comercial típico”.
Aunque los gastos de la repatriación y el sepelio los va a absorber el Gobierno de Sinaloa, se han conseguido costos bajos en todo. El cuerpo de Julia Pastrana llegará a su tierra natal, y de ahí se trasladará a Sinaloa de Leyva, donde el presidente municipal, Saúl Rubio Valenzuela, y el gobernador Mario López Valdez, le darán unas palabras de bienvenida. El 12 de febrero se ofrecerá una misa de cuerpo presente en la Iglesia de los Apóstoles Felipe y Santiago. Después, será enterrada en el Panteón Histórico Municipal. En todo este proceso nadie verá el cuerpo de Julia Pastrana, “son instrucciones que todos hemos dado, porque se trata de retribuir dignidad y no de volver a provocar el morbo”.
Laura Anderson, quien mañana se unirá en forma simbólica con Julia Pastrana, considera: “Este tipo de reflexiones podrían ofrecernos, también, a todos, una mirada crítica acerca de la Historia y de cómo construir un futuro”.