En 2012, Enrique Peña Nieto, candidato del PRI y el PVEM a la Presidencia de la República, envió una carta a los miembros del Sistema Nacional de Investigadores. Les ofreció elevar la inversión en Ciencia y Tecnología hasta alcanzar ese 1 por ciento del Producto Interno Bruto nacional que recomienda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Además, ante Notario Público firmó cuatro compromisos para fortalecer este ámbito.
Una vez en el Gobierno, Peña Nieto criticó en 2014 que el gasto en este ámbito sólo fuera de 0.4 por ciento y en efecto, informó que su Gobierno había logrado que creciera a 0.5 por ciento. Pero después ya no hubo nada. A partir de ahí, el dinero para la ciencia y el avance en las tecnologías (incluso las telecomunicaciones) se frenó. Así, ya no hubo recursos para la investigación, ni nuevas plazas en la academia. México se rezagó de los países líderes del mundo que gastan en promedio casi cinco veces más. Y así queda tras los años peñanietistas.
Ciudad de México, 3 de septiembre (SinEmbargo).– La actual administración federal planteó cuatro compromisos concretos para impulsar la ciencia y la tecnología, y sólo cumplió uno. Ya en el Gobierno, el Presidente Enrique Peña Nieto ofreció elevar la inversión en el sector al prometido 1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y colocar al país como un polo de desarrollo e innovación, pero tampoco lo concretó.
De sus compromisos sólo inauguró el Centro Nacional de Investigación y Certificación de Materiales Compuestos para la Industria Aeronáutica en Querétaro. Hasta ahí se quedó. Y entre las promesas que no vieron la luz se encuentran la de establecer una Agenda Digital por un México conectado que permitiera cerrar la brecha digital y democratizar el acceso a las TIC (Tecnologías de la Información), la de crear una red nacional de centros comunitarios de capacitación y educación digital y la de apoyar la creación de una fundación para la innovación, ciencia y tecnología con la participación de la iniciativa privada.
El incremento que año con año se haría el presupuesto a la ciencia, tecnología e innovación hasta llegar en 2018 al 1 por ciento del PIB tampoco llegó. Y no sólo no creció, sino que cayó.
Para Juan Carlos Jáuregui Correa, coordinador del Doctorado en Ingeniería de la Universidad Autónoma de Querétaro, “los resultados no son positivos. El presupuesto asignado, tanto en 2017 como en 2018, se redujo significativamente. Intuimos que el presupuesto se movió a las campañas”.
El año 2017 se inició con recorte presupuestal al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) que impactó en el número de becas y la transferencia de conocimiento al sector productivo.
“Llegar al 1 por ciento del PIB se ha planteando durante años y andamos en el 0.35 por ciento. Esto es desastroso, porque te aleja de tus competidores. El discurso y el gasto público para el desarrollo de tecnología se redujo a cero cuando deciden desmantelar todo el equipamiento y mantenimiento de la industria eléctrica y petrolera del país”, remarca Jáuregui Correa.
Por ejemplo, los llamados países que conforman los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), lograron impulsar la ciencia y la tecnología en poco tiempo gracias a una política integradora con el desarrollo de la industria del conocimiento y los mercados.
El valor agregado es un reto que se ha puesto sobre la mesa desde hace años, sin que haya un avance debido a que México no invierte en sus universidades públicas.
“Falta algún mecanismo que nos permita impulsar la creación de empresas mexicanas y que impulse la competitividad del país en base al conocimiento y no en base a la mano de obra barata. No hay una política integradora entre economía y universidades generadoras de conocimiento y de investigación y la sociedad en su conjunto”, evalúa el investigador.
Ivonne Acuña Murillo, académica del departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana, coincide en que el actual Gobierno le quedó “a deber” a la ciencia y la tecnología .
“No es privativo de él [de Peña Nieto], sino de todos los gobiernos que no han tenido más inversión en ciencia y tecnología. Lo que observamos en este sexenio es que se sigue basando la productividad de las empresas en la explotación del trabajo, no precisamente en invertir en nuevas tecnologías y preparar mejor a la gente, sino en explotarla más y pagarle menos”, explica.
México, recuerda, sigue siendo un país que importa tecnología y conocimiento de países como Estados Unidos y Japón.
Por lo que espera “que este próximo sexenio sí haya esa inversión tan prometida por otros gobernantes, porque eso nos pone en la mira de otros países que apuestan por la ciencia y la tecnología. Estados Unidos, Alemania y Japón son los más invierten en estos rubros. Sobre todo Estados Unidos que pasó de ser un país exportador sólo de manufacturas a ser un país exportador de conocimiento. Vende ese conocimiento e información, y México es uno de sus clientes”.
Uno de los mejores ejemplos de esta ausencia, dice, puede verse en Petróleos Mexicanos (Pemex), en “cómo se dejó morir al Instituto del Petróleo porque se dejó de invertir y de apostar, habiendo muy buenos ingenieros apostarle a ese ramo. Se apostó a la idea de que está de moda importar, cuando en realidad son cuestiones estratégicas invertir en ciencia y tecnología y no estar comprando a otros países porque estamos globalizados. Esta idea de nación se perdió en este sexenio y se llevó el modelo neoliberal a sus últimas consecuencias”.
INVERSIÓN, ESCASA E INCIERTA
Hace unos días durante la entrega del documento “Hacia la Consolidación y Desarrollo de Políticas Públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación. Objetivo estratégico para una política de Estado 2018-2024” a Andrés Manuel López Obrador, Presidente de la República electo, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Enrique Graue Wiechers aseguró que la inversión en ciencia y tecnología ha sido “escasa e incierta”.
“Éste, señor Presidente electo, el CTI, es un sector que requiere de una visión a mediano y largo plazos, con un apoyo sostenido desde una política pública que le dé certidumbre y fortaleza, para que México pueda enfrentar los cambios vertiginosos del presente y aquellos que nos depara el futuro”, dijo.
El rector explicó las cifras: se invierte un poco menos del 0.5 por ciento del PIB, cuando países como Israel invierten hasta el 4.2 por ciento del PIB, mientras que para países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) el promedio de inversión es de 2.34 por ciento.
“Y aunque no se trata de compararnos con realidades distintas a la nuestra, y sin escatimar los logros conseguidos, el hecho incontrovertible es que la inversión ha sido escasa e incierta. Y mientras así lo sea, el país no podrá aspirar a un mejor desarrollo y competitividad. De ahí que una de las propuestas que se le presentan es que el sector CTI mantenga un apoyo financiero creciente y sostenido”, explicó.
Graue Wiechers lamentó la insuficiencia de recursos para el financiamiento de proyecto, que dijo, aún siendo bien evaluados son rechazados por falta de presupuesto.
“Como también vemos con gran preocupación la incertidumbre anual del número de becas para los posgrados que otorga el Conacyt que limitan y empobrecen el futuro del país. Sin ellas, su ambicioso y entusiasta programa de ampliación de cobertura de la educación superior perdería a sus mejores docentes”, explicó el rector.
LOS RETOS
La propuesta entregada al Presidente electo hace un recuento del gasto en investigación y desarrollo experimental durante el sexenio y explica que en 2012 ascendió a 66 mil 720 millones de pesos, lo que representó 0.43 por ciento del PIB, con una contribución de los empresarios del 24.6 por ciento.
En 2017, indica, la inversión pública apenas alcanzó el 0.5 por ciento del PIB y la participación privada no rebasó el 22 por ciento.
De acuerdo con el documento realizado por expertos de distintas universidades del país, el financiamiento en ciencia y tecnología debería ser, idealmente, un balance de 60 por ciento público y 40 por ciento privado “más sano que lo que sucede actualmente, donde el sector público aporta en la práctica 70 por ciento”.
El documento entregado a López Obrador plantea incrementar desde ya al 1 por ciento del PIB la inversión en el sector para alcanzar en los próximos seis años el promedio de 2.4 por ciento de la OCDE.
“Será necesariamente el sector público el que estimule al privado para aumentar de manera constante y paulatina el porcentaje de su participación”, dice.
Los expertos plantean revisar y actualizar las metas estratégicas en ciencia, tecnología e innovación, buscando atender las áreas con mayor potencial de crecimiento y aquellas en las que el país pueda asumir un papel competitivo global, sin descuidar la inclusión de los sectores de alta sensibilidad,
para canalizar los mecanismos de atención correspondientes.
Así como incrementar el contenido de integración nacional, con especial atención al contenido intelectual nacional “para canalizar las compras gubernamentales y de reservas de mercado, de modo que impulsen el desarrollo tecnológico de los
proveedores con una vocación innovadora en las cadenas productivas, e impulsar
la creación y el fortalecimiento de firmas de diseño e ingeniería nacionales”.
La propuesta plantea que se incorpore el concepto de propiedad intelectual en todos los programas de ciencia y tecnología, y flexibilizar las reglas de propiedad “en los esquemas de esquemas de vinculación academia-industria”.