Lee, no seas tonto. Lee, no te mueras. Lee, sé mejor persona. Desde la ciencia afirman que la lectura aumenta nuestra reserva cognitiva y previene enfermedades degenerativas como el tan temido Alzheimer. ¿Qué esperas?
Ciudad de México, 3 de abril (SinEmbargo).– Si no lees, te mueres. Ese podría ser un slogan un tanto tremendista para una campaña efectiva a favor de la lectura, pero lo cierto es que no está alejado de cierta verdad en lo que concierne a una existencia plena y saludable.
No se trata de una alarma que se quedara sólo en la manifestación de aquellos que aman los libros como a sí mismos y que han hallado en la palabra escrita un modo de explicarse el mundo, sino también de un recurso que ha dado sustancia como ninguna a la especie humana.
Leemos porque podemos leer, porque no existe otra especie animal que pueda hacerlo y porque es la propia ciencia la que en sus investigaciones ha encontrado que la práctica de la lectura tiene enormes beneficios para la salud cerebral y constituye un arma efectiva contra las enfermedades neurológicas como el tan temido Alzheimer.
–La lectura estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales.
–Aumenta la reserva cognitiva del cerebro, factor que se ha demostrado protector ante enfermedades neurodegenerativas.
–Fomentar más la lectura entre la población ayudaría a reducir el previsible incremento de casos de demencia en nuestro país: Leer retrasa y previene la pérdida de la memoria.
–Gracias a la lectura, se ordenan ideas, se interrelacionan conceptos y se ejercita la memoria.
Esos son algunos de los paradigmas difundidos por la Sociedad Española de Neurología (SEN), una de cuyas figuras, el médico Guillermo García Ribas, es conocido por la defensa que hace de la lectura en su largo combate contras las enfermedades degenerativas, además por su gran afición a las novelas policiales.
“Nuestro cerebro, para que goce de una buena salud, necesita que lo mantengamos activo, que lo ejercitemos. Sin embargo, y a pesar de que es uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo, no siempre dedicamos el tiempo suficiente a cuidarlo. En este sentido, la lectura es una de las actividades más beneficiosas para la salud, puesto que se ha demostrado que estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales”, afirma.
Un cerebro activo no sólo realiza mejor sus funciones, sino que incrementa la rapidez de la respuesta. Mientras leemos, obligamos a nuestro cerebro a pensar, a ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a imaginar, lo que permite mejorar nuestra capacidad intelectual estimulando nuestras neuronas.
La lectura también genera temas de conversación, lo que facilita la interacción y las relaciones sociales, otro aspecto clave para mantener nuestro cerebro ejercitado.
En los últimos años, han sido muchos los estudios que han relacionado el nivel de lectura y escritura con un aumento de la reserva cognitiva. “Desde el punto de vista de la neurología, el concepto de reserva cognitiva ha cobrado una gran importancia, no solo porque se ha visto que existe una relación directa entre la misma y el buen funcionamiento cognitivo y ejecutivo de nuestro cerebro cuando envejecemos, sino porque se ha demostrado que es un factor protector ante los síntomas clínicos de las enfermedades neurodegenerativas”, dice García Ribas.
“Se ha comprobado que cuanto mayor reserva cognitiva posee un individuo, mayor capacidad tiene su cerebro para compensar el daño cerebral generado por ciertas patologías”, agrega.
La prédica constante de la ciencia moderna es que debido al envejecimiento progresivo de la población, el número de afectados por las enfermedades neurológicas degenerativas crecerá exponencialmente. Llevar a cabo actividades preventivas, como por ejemplo fomentar la lectura, puesto que se ha comprobado que leer retarda y previene la pérdida de la memoria, permitiría retasar la aparición de estas enfermedades y, por lo tanto, reducir el número de casos.
Para la neurología, leer ficción puede ayudar a reducir el nivel de estrés, que es origen o factor de empeoramiento de muchas dolencias neurológicas como cefaleas, epilepsias o trastornos del sueño. Leer antes de irnos a dormir propicia un buen sueño y, según la ciencia, es en la niñez y en la vejez, cuando la lectura despliega sus grandes y ya nombrados beneficios.
Leer libros a los niños y estimular posteriormente el hábito de lectura y de escritura cobra cada vez más importancia, no solo por la interacción social que produce, sino porque incrementa nuestra reserva cognitiva.
En los mayores, los libros mantienen el cerebro activo en una edad en que la memoria y la vista comienzan a fallar. Sin embargo, este es el momento en que no hay que bajar los brazos ni quitar los ojos de los libros, para prevenir precisamente el deterioro progresivo de la memoria, la orientación y la percepción espacial.
No hay una cantidad de libros determinada, ni un horario especial ni un formato adecuado: si las letras en el papel se te hacen demasiado pequeñas, acude a los formatos electrónicos que permiten ajustar el texto a tus necesidades visuales.
Para la editora de Resistencia, Josefina Larragoiti, esta encuesta “dice muchas tonterías”.
“No creo que los libros digitales aumenten los lectores en nuestro país. No creo en muchos profesores que inculquen o introduzcan a los alumnos a la lectura ni mínimamente un pequeño interés”, afirma en entrevista con SinEmbargo.
“Creo que ese Tovar quiere crear una ilusión sobre los avances que ha tenido el Gobierno federal para impactar en la cultura, con miras a tener un buen puesto ahora que se ha vuelto Secretaría de Cultura el Conaculta. Que los escritores y los editores mexicanos seguirán sumando para mejorar algo la cultura mexicana con su trabajo, pero que difícilmente dirán que uno de sus libros, por ejemplo "Un millón de gusanos" fue mencionado en sus encuestas”, agrega.
“Creo también que desgraciadamente se tendrá que echar mano de apoyos y movidas para poder subsistir en el mundo editorial, pero ahora lidiando con gente que estará pensando en los viajes y los cócteles antes que en la mejora cultural del país. En fin ¿quieres que siga? Ya me enojé”, concluye Larragoiti.
De acuerdo con la Unidad de Datos de este diario digital, comandada por la periodista Linaloe R. Flores, entre las actividades recreativas elegidas por los mexicanos, la televisión, con un 52.9 por ciento, ocupa el primer lugar de la lista, seguido por las prácticas deportivas, con un 26.7 por ciento y siguen:
¿Es desesperanzador el panorama de la lectura en nuestro país? Para el escritor y gran promotor de la lectura Benito Taibo, “se lee mucho más de lo que se desprende de la encuesta. Encuesta que hasta ahora engloba a TODOS los mexicanos, incluyendo a los que no saben leer, a los que no tienen capacidad para comprar libros (y ni siquiera comida), a los que no tienen acceso a ellos. Ese es un universo tramposo (y sin duda injusto) para hacer encuestas de lectura. No voy a tirar aquí, como en un mitin, un rollo sobre la justicia social, a pesar de que valdría la pena, pero ya será en otro foro”, afirma el autor en entrevista con SinEmbargo.
“El caso es que la cantidad de librerías que se abren, la proliferación de ferias del libro, la apertura de bodegas con saldos, el préstamo, el internet, han hecho que se lea cada vez más, pero seguimos queriendo parecernos a Finlandia (y comparándonos con ellos) y a emular sus índices de lectura inútilmente. Nuestras condicionantes son otras y a ellas debemos enfocar nuestros esfuerzos”, precisa.
“La lectura por obligación es un antídoto para lograr la lectura por placer; nuestras instancias educativas han errado en el enfoque. Tener maestros que no leen, o leen poco, obligando a muchachitos a leer, es una receta para el desastre”, agrega.
“Si no se lee es porque los libros no llegan dónde deben llegar (verdad de Perogrullo, pero verdad al fin). Deberíamos tener una ley que incentive fiscalmente a los editores, otra que apoye a los distribuidores, otra que ayude a los libreros y la más importante, una que proteja a los lectores tomando en cuenta que la lectura y el acceso a ella son un derecho. Se lee. Se debería leer más, pero sobre todo, se debería acceder más fácilmente al libro, para leer mejor, en un país más justo”, concluye Benito.
¿Lecturas obligatorias, un antídoto contra la lectura, como dice Benito?
“Digámoslo desde el principio: el término 'lectura obligatoria' no existe, sino como un medio de coacción que el profesor de la materia más tediosa de la secundaria tiene para hacerse notar en un alumnado con intereses más orientados hacia lo biológico o lo físico-matemático. Para muestra, baste con revisar las preguntas de cualquier examen de un libro que un muchacho leyó 'obligatoriamente': '¿Qué oficio desempeñaba el marido de la madre del personaje que llega a Comala a buscar a su padre?'; '¿De qué color eran las mariposas que seguían a Mauricio Babilonia?'; '¿Cómo se llamaba el maestro que castigaba a Tom Sawyer?', escribe el escritor y docente universitario Felipe Ríos Baeza, en un extenso informe sobre la lectura publicado en el suplementos Puntos y Comas con el título “El discreto encanto de leer”.
“Así nos enseñaron a leer: a palos. Todavía pienso que los profesores no querían entusiasmarnos sino disuadirnos, alejarnos para siempre de los libros. Como en el poema de Nicanor Parra, los profesores nos volvían locos con sus preguntas que no iban al caso; mientras más secundario fuera el personaje era mayor la posibilidad de que nos preguntaran por él, así que memorizábamos los nombres con resignación”, cuenta el joven narrador chileno Alejandro Zambra en el artículo de Ríos.
Tremenda paradoja: si no lees te mueres, pero no leas por obligación. A ver cómo resuelves el dilema.
¿ES LA LECTURA UN REFUGIO MORAL?
Si no lees, te haces malo. Es lo primero que uno puede pensar al ver los rostros bobalicones de los mirreyes violadores denunciados recientemente por Anonymous. No es exagerado pensar que así como nuestros músculos se debilitan por la falta de alimento y ejercicio, también el alma, el corazón, languidecen frente a la falta de estímulo espiritual.
Claro, Hitler también leía mucho y no faltan los asesinos seriales que son también lectores voraces, apuntarán algunos, pero lo cierto es que leer nos da más armas sensibles frente a la percepción del prójimo y esto ya es mucho decir.
“Los libros me dieron el boleto de salida de donde estaba. Entre los libros y Los Beatles supe que había algo más en la vida”, admitía el escritor y periodista Miyagi en una entrevista reciente.
“Leer brinda mundos alternativos y cada palabra es una herramienta al mundo. Cuántas veces estamos frente a una mujer que nos gusta y en lugar de decirle: –te quiero besar, le decimos: –qué bien juega el Atlante”, dice el famoso escritor y guionista Guillermo Arriaga.
“Leer claro que trae la atención de muchas chicas. Leer de ninguna manera te hace 'nerd”, esa es una gran confusión. El libro es un objeto perfecto, que aguanta muchas más cosas que un iPad y, por lo pronto, va a tu ritmo, creando un mundo interior que te ayuda a tomar decisiones. Se sabe que a las mujeres le gustan los hombres decididos: ya está”, explica el creador de Amores perros, quien aprendió a leer en las enciclopedias.
“Claro, también complementé mi formación infantil con Memín Pinguín, Archie, Tarzán” y Sandokán, apunta.
Para Arriaga, “un buen lector es alguien que tiene avidez por la vida, alguien que quiere conocer secretos”.
¿Y si lo único que lees son las historias de Crepúsculo, los cuentos de vampiros, las pulsiones eróticas de 50 sombras de Grey?
“A esos muchachitos a quienes los guardaespaldas de su padre lo dejaron varado y por eso tuvieron que tomar el transporte público los he visto con novelas de dragones, hombres-lobo lampiños y varitas mágicas en las manos, lo que me da muchas esperanzas, porque esos lectores evolucionarán y terminarán en Bradbury, estoy seguro”, afirma Paco Ignacio Taibo II.
Convengamos, de todos modos, que leer a los clásicos tampoco está mal, como afirma el notable novelista español Rafael Reig, autor de la premiada Todo está perdonado.
Reig sólo lee a los escritores modernos “cuando son mis amigos” y porque no hay que quedar mal en las fiestas. Más que clásica, su afición es decimonónica: un paquete de tabaco, una botella de whisky y una novela de 1500 páginas, preferentemente de Benito Pérez Galdós. “Son novelas como tanques, a las que les cuesta mucho ponerse en movimiento, pero luego, cuando comienzan a andar, se lo llevan todo por delante”, dice. Cuando está en un bar, a veces lo asaltan las urgencias de volver con Fortunata y Jacinta, con Juanito Santa Cruz y con todos los otros personajes del mundo de Galdós. “Y en ese sentido, estoy averiado pa’siempre. Hombre, puedo leer a Thomas Pynchon, pero no es lo mismo”, asegura.
“La lectura y la muerte son las únicas cosas que no cambiarán. Han pasado varios siglos que la sustentan como una herramienta indispensable. De qué otra forma nos comunicaríamos”, se pregunta la cuentista Claudia Guillén.
Frente a la obligación de leer, se opone el placer de posar los ojos sobre las páginas de un libro. Para la joven novelista Laia Jufresa, las razones por las que no se lee en México, obedecen precisamente a esa máxima cansina de que “hay que leer”.
Se lee poco en México “por muchas razones, supongo, pero una no menor es que existe esta angustia, este discurso de que "hay que leer", y es justo esa visión, tan alejada del placer, la que impide a los niños (y también a los adultos, claro, pero –como cualquier hábito– la lectura arraiga mejor cuando empieza temprano) descubrir los libros como espacio habitable, como refugio, como un lugar agradable al que uno elige entrar y al cual se puede volver, como a la casa propia (pero distinta siempre, por lo general más interesante, y con infinitas variantes.)”, dice a SinEmbargo la autora de Umami.
La maestra de periodismo y probablemente una de las mejores reporteras en la historia de este oficio en México, Alma Guillermoprieto, es una mujer de fe con respecto a la lectura en nuestro país.
“Veo que la gente lee en Internet, lee libros electrónicos, que Amazon está vendiendo más libros que nunca y eso también refuerza la fe en la lectura”, afirma.
“¡Para qué tener libros en casa si ya existe Internet! Es una certeza simple y hasta parece revestida de inocencia. Al vuelo, revira alguien: ¡para qué quiero Internet si tengo libros en casa! La trampa, en tal caso, está en el carácter excluyente de ambas sentencias, y del pensamiento que viene detrás, como si una cosa tuviera que sustituir necesariamente a la otra, como si el plástico hubiera reemplazado a la tela, la pluma al lápiz, la televisión a la radio y aquella al cine, etcétera.”, dice el investigador y escritor Alejandro Toledo.
Hubo un tiempo no muy lejano, cuando el descubrimiento de la escritura cambió la historia de la humanidad, en que leer era como respirar. Leías sobre todo porque jamás debías preguntarte por qué lo hacías.
Por eso: lee, no seas tonto.