Tomás Calvillo Unna
El sueño extraviado de la infancia, el oscuro cuarto del castigo.
El infinitivo que nos asiste y cuestiona, el vano intento por dominar los ciclos.
El país de la espera, en la espera, para la espera; la banca de la costumbre del parque público, sí, el limbo.
Rendija: en la sociedad hipertecnológica nombrada globalización, continua la disputa por la percepción sometida a la lógica de la propaganda; es el reino de los adjetivos, insertados en su versión electrónica. Una permanente agitación se disemina. El miedo, la incertidumbre, y la confusión son también las armas de todo poder.
¿Cuánto de la infancia resta y nos habita?
En términos cristianos no está mal traer a colación aquella frase idiomática de “tirar la primera piedra”.
Rendija: el desafío mayor en estos tiempos es la violencia que se ha agudizado en los últimos años, y si fracasa su contención y reducción, la irrupción de un profundo desacuerdo político puede detonar una confrontación en el ámbito civil de pronósticos reservados.
Atemorizar a personas y sectores ciudadanos es una pésima señal para un Gobierno que accedió al poder por la vía democrática.
La abstracción nos permite escalar lo celeste y retornar sin mayores raspaduras.
Recuperar la desnudez primigenia, la singular conciencia, su paradoja universal.
La invitación del rosa, su desenfado y callada seducción.
Se puede domar al tiempo, y descifrar la aparición de la realidad.
En este vacío telúrico que nos precede, los antecedentes enseñan que la edificación es permanente: todo retrato es a su manera un desafío.
Saber que en cada sitio el espacio germina los primeros sonidos las primeras palabras.