Susan Crowley
Para ti que eres fan del futbol y asumes que Rusia figura en el mundo por sus bellas mujeres (de exportación, ¡ja!), por los internacionales berrinches de Putin y por la nutrida lista de los hombres más ricos del mundo; te va un puñado de historias que surgen del poder de sus artistas. Son momentos en los que ya sea como Rusia o la Unión Soviética y ahora como un desarticulado mosaico de naciones, ha tenido en cada uno de sus creadores un valor trascendente para la historia del arte.
¿Qué puede ocurrirle a alguien que de un momento a otro cambia por completo su idea del mundo?, y más aún ¿cómo explicar que, al cambiarla, transforma también al mundo? Eso es justo lo que sucedió con Herald Szeemann, un hombre que modificó la manera en que tú y yo vivimos el arte, aunque no lo sepamos.
Demandó a Stanley Kubrick por utilizar sin autorización su Requiem en la famosa Odisea del Espacio (curiosamente la película popularizaría su hasta entonces desconocida música). La compensación que exigió fue de sólo 5 dólares, así sentó un precedente de respeto a los derechos de autor.
Canalla, mentiroso, viejo, enfermo, farsante, mafioso, corrupto; ha sido el lenguaje los candidatos durante la campaña para presidente de México. La opinión pública no se queda atrás: lo odio, qué coraje, me da rabia, siento impotencia, bola de ladrones, ignorantes, etcétera. Una triste reducción del lenguaje a adjetivos negativos que se convierten en balazos verbales, parte seminal de un discurso para descalificar al oponente y que logran, con un mínimo de imaginación y en un tiempo reducido, encarnar las emociones y sensaciones de muchos.
Esta semana el tema relevante para la cultura fue el diálogo por los proyectos culturales de los equipos aspirantes a la presidencia; ocurrió el lunes por la mañana. Un encuentro entre las distintas propuestas y posturas culturales como no se había dado antes. Raúl Padilla representando a Ricardo Anaya, Beatriz Paredes a José Antonio Meade, Consuelo Sáizar a Margarita Zavala (antes de defenestrarse) y Alejandra Frausto por Andrés Manuel López Obrador. Para ser sinceros fue un debate entre las visiones de la cultura entre Padilla y Frausto; las otras dos representantes, Sáizar y Paredes, sabedoras de no tener posibilidad alguna de triunfo, tuvieron un papel meramente testimonial. Este debate, comparado con el de candidatos presidenciales, ganó por mucho al establecer de entrada que no se trataba de atacar al otro, sino de exponer y dialogar sobre cada una de las políticas que tendrá el próximo secretario de Cultura.
Me voy a permitir citar dos películas; la primera, romántica y hoy anacrónica, Love Story. “Amor es nunca tener que pedir perdón” dice la protagonista antes de morir. El mayo francés de 1968 se vivió meses después en México, fue el 2 de octubre y se recuerda como la más cruda represión de la historia […]
Recientemente una de las obras del artista alemán Joseph Beuys (1921-1986), Das Kapital Raum (creada para la Bienal de Venecia de 1970), se vendió en la increíble cifra de 20 millones de dólares. Si la pudiéramos observar a simple vista, sería difícil imaginar que un montón de pizarrones negros con fórmulas y códigos ininteligibles borroneados y escritos a gran velocidad, al lado de un piano, además de una tinaja de grasa y un micrófono, pudieran alcanzar ese precio en el mercado. Pero el valor de estos objetos que Beuys solía llamar en su conjunto “instalación”, no resulta tan exorbitante comparado con cualquiera de las últimas escandalosas ventas de arte: Salvatore Mundi de Leonardo 450 millones; Femme assise, robe bleue, de Picasso 415 millones; Untitled de Basquiat 335 millones; son un ejemplo del ascenso de los mercados del arte moderno y contemporáneo. Es cierto que los nombres Leonardo Da Vinci, Pablo Picasso y Jean-Michel Basquiat, son un cheque al portador. Nadie duda que los precios de sus obras escalen cifras nunca antes imaginadas. El caso de Joseph Beuys es distinto. Su cuerpo de obra consiste en apenas “residuos”: grasa, miel, pedazos de felpas en un tono gris, una liebre muerta, linternas, un coyote salvaje dentro de una galería, pizarrones llenos de discursos escritos elaborados durante días enteros en los que pasaba dialogando con sus alumnos y seguidores.
Loveless parece un retrato del enojo con el otrora sistema soviético
Esto es México. Un país donde en una sola tarde podemos vivir el cielo y el infierno. Y más cuando se trata de ópera, en esta ocasión, la Gala Rossini en la que uno de los mejores tenores del mundo, Javier Camarena, mostró su excelsa y única voz y emitió sobreagudos con una fuerza, intensidad y perfección únicas. Al mismo tiempo, pudimos confirmar la inconsistencia de los valores locales que lo acompañaron pese a su empeño. Una inconsistencia que se advertía también entre el público mismo: asistentes apasionados y habitués de Bellas Artes, flanqueados por villamelones atraídos por la celebridad de la estrella.
Debido a que la semana pasada estuve muy densa e intensa y los tres o cuatro lectores que suelo tener y que valoro y agradezco profundamente lo habrán sentido, decidí que esta semana iba a tratar algún tema con más ligereza. Creo que no se me da, pero voy a intentarlo.
El cuerpo, nuestro cuerpo es el centro del arte. Si lo pensamos por un momento, todas las fuentes artísticas han recurrido a él para expresar. Eje de la escultura, equilibrio en el espacio entre la masa y el aire; en la danza punto de equilibrio siempre en movimiento. En la arquitectura espacio que envuelve la totalidad de una edificación y le da sentido a la forma en proporción con él. En la poesía flujo de la palabra que deviene un cuerpo.
Cada vez que escuchamos que la obra de un artista alcanza precios absurdos, lo primero que viene a nuestra mente es una mezcla de admiración y envidia, ¡quién fuera ellos!. No podemos dejar de pensar que sus vidas son glamour y exceso. Exhibiciones en las que son tratados como rock stars, mujeres y hombres que los asedian; autos de lujo, viajes, subastas millonarias; la devoción de todos sus seguidores. En fin, la imagen que tenemos de los exitosos artistas de hoy, contrasta con lo que sentimos cuando nos adentramos a sus vidas en las que como consecuencia de su enorme talento y pasión, descubrimos escenas por demás dramáticas, casi de terror. Por eso ahora toca hablar de los creadores que vivieron esos mundos para nosotros desconocidos, a veces oscuros, muchos otros terribles y llenos de dolor.
Honestamente ver un #metoo en las redes sociales me hace percibir un tufo de frivolidad. No sé a qué se debe pero cuando me topo a todas esas mujeres (ya son muchas), listas para contar sus historias personales, (con pelos y señales, a veces demasiado explícitas), me da la impresión de exhibicionismo puro. Lo mismo que cuando una mujer tiene la oportunidad de tomar un micrófono, me molesta que en lugar de pronunciarse como un ser inteligente, ostente su indefensión y se muestre como víctima.
Ya sé que no va a ser popular mi columna y que en estos momentos como mexicanos debemos brindar en el Ángel en lugar de tratar de encontrarle chichis a las culebras. Desde luego me siento muy feliz de escuchar que nuestros talentos mexicanos brillan en el mundo. Pero hay algo que supera mi alegría, […]
Sean Scully (Irlanda, 1945). ZonaMaco 2018, precio por cada una de sus obras: 1.3 millones de dólares. Vendidas. Artista nominado al Premio Turner (1989 y 1993). Ha expuesto en el Metropolitan Museum, en MoMa, en Guggenheim, entre muchos otros. En grandes formatos, sus murales cubren las paredes del Monasterio de Santa Cecilia, cerca de Barcelona. […]
Pero quizá una primera explicación es que nunca hemos entendido el valor de lo efímero y suponemos que las cosas nimias exhibidas no tienen importancia. Entonces, para entender el cambio, tal vez vale la pena pensar qué había ocurrido previamente y cómo se dio esa transformación. Aunque es difícil de creer, hay muchas razones para que esto ocurriera.