Susan Crowley
A partir de las enseñanzas de Duchamp y de su estancia en Oriente, John Cage utilizó los sonidos aislados como nuevo campo de acción. La generación de obras interpretadas con objetos cotidianos y ruidos, además del silencio, permitieron una ampliación sin precedentes. Por cierto, sus piezas suelen ser incomprensibles si no se asume su carga conceptual.
Frieze es una feria que abraza el nuevo concepto de espacios de consumo masivo (a diferencia de las ferias de arte especializadas y orientadas a una comunidad profesional).
Dennis Crowley era artista. Fotógrafo en una época en la que la fotografía solo se concebía como una imagen impresa, antes de la era digital. Lo recuerdo con su cámara Nikon y su mochila llena de lentes, tripies y rollos de película 36 profesionales Agfachrom. Todo al hombro, incansable, salía cada mañana a retratar al mundo. En un baño de la casa adaptó su cuarto de revelado; en un walking closet su estudio donde solían venir chicas guapas, a veces las retrataba sin ropa para escándalo de quien se enteraba. Yo, muy pequeña pasaba horas frente a su cámara posando mientras escuchaba los clicks de su cámara. Por las noches, muy tarde, no era raro sorprenderlo estudiando cómo funcionaba un nuevo equipo. Nunca fue a una escuela ni estudió formalmente, como muchos artistas, era autodidacta. A la gente le gustaban sus fotos, pero también me tocó ver que las rompiera con coraje cuando le trataban de negociar el precio. A todas horas, todos los días, las tardes y hasta por las noches, el tema de mi papá era la fotografía. Cualquiera que lo hubiera conocido en esos años diría que su cámara era una extensión de su cuerpo, una manera de ver y entender al mundo. Mi papá ya no está y esos recuerdos me vienen en trozos, a partir de las fotos, se agolpan y mi memoria. Si observo cualquiera de sus fotos, puedo reconstruir mucho de mi pasado; algo hay de real en cada una y mucho de mi imaginación cargada de emociones y sentimientos.
Una de las obras más fascinantes de la historia del cine es Rashomon, del director japonés Akira Kurosawa. En ella, cuatro personajes son testigos del mismo crimen. Desde la perspectiva de cada uno, hay una verdad, es decir, hay cuatro verdades absolutas. El argumento de la película consiste en reconstruir los diferentes relatos a partir del testimonio de los incriminados. Es una obra maestra. En un blanco y negro lleno de claroscuros y de misterio, utilizando los recursos del teatro japonés, la historia trascurre ilustrando los pasajes y los detalles que fueron importantes para los testigos. Al final, son cuatro películas. El acierto es dejarnos entrar en las tramas, no solo como observadores, si no como una presencia-ausencia que completa el ciclo argumental.
La próxima vez que decidas comprar arte ten en cuenta que, según investigadores internacionales, tal vez el 60% del mercado está invadido por falsificaciones. Invertir tu dinero en esta materia puede ser excelente idea, es también una forma de volverte coleccionista, siempre y cuando te tomes el tiempo y tengas el cuidado de indagar cuál es el origen de las piezas y seas consciente del riesgo que corres al caer en manos de los embaucadores que existen desde que el arte es arte.
Dentro de los temas históricos hay un subgénero que se considera sencillo y comercial, la biografía. O eso es lo que le argumenta su editor a Emmanuel Carrere, quien enfrenta una crisis de impotencia literaria. La idea sería dejar a un lado la complejidad de la ficción y tomar una salida práctica que suele funcionar muy bien en el mercado de lectores. Y en algo no andaba equivocado el editor: las biografías se venden como pan caliente, pues apelan a la misma curiosidad morbosa que lleva a los lectores a comprar ¡Hola! Para muchos la vida de Leonardo o Picasso resulta igualmente apasionante que la de Marilyn o Lady Di, a condición de que revelen secretos íntimos.
Frente a la arrasadora popularidad del Grinch, Ebenezer Scrooge aquel legendario viejo gruñón ha caído en el olvido. Considero mucho más auténtica la amargura del viejo gruñón que las payasadas y extravagancias del muñeco verde fosforescente. Leer Un Cuento de Navidad es una gozada. Para nosotros los fans del entrañable personaje, esta época es uno de los más amargos y poco deseables momentos del año. Desde las galletas de jengibre que saben al rancio perfume de la tía Lelita y nos hacen sospechar que estuvieron guardadas en el cajón de sus lencerías del siglo XIX, acompañadas del suéter de renos rojo y verde del primo Enrique, que es un reverendo imbécil pero que se hace el chistoso después del primer trago de ponche, hasta el pavo gigante relleno de todo lo que quedó en el refrigerador, hay que tener mucho espíritu para soportar esta festividad cargada de gastos, incomodidad y buenos deseos fake.
Las familias mexicanas de clase media de los años setenta nos parecíamos. Éramos numerosas, casi no nos ajustaba el gasto mensual. Eso sí, contábamos con personal de servicio, nanas, jardineros y hasta choferes, aunque el presupuesto no alcanzara.
El día que López Obrador tomó posesión, para mi suerte, estuve a unos cuantos pasos del escenario.
Una de las películas más recordadas de los ochenta es sin duda Scarface, del director Brian de Palma.
Lo femenino ha sido siempre una fuerza misteriosa, oculta, su condición es ser inexplicable. Habita en las entrañas de la tierra, ahí permanece agazapada esperando el momento de volver a surgir; es cíclica, irracional y dionisiaca. No respeta las normas impuestas por la sociedad porque las antecede. En su universo no existen leyes. Ante lo inconmensurable, la sociedad creó una fuerza reguladora: lo masculino. Apolíneo, ordenador, mesurado, su condición es esclarecer y degradar a las potencias originarias. Por un afán de control y dominio, el mundo contemporáneo eligió ser equilibrado, coherente; la cosmovisión masculina ha triunfado como ordenadora y custodio de la moral. Juzga, castiga e incluso ha abolido cualquier intento de liberar a sus antagónicos. Su objetivo: confinar las fuerzas femeninas a un rincón en el que poco a poco se amontonan como si fueran simples clichés.
El pasado 15 de noviembre se registró otro récord dentro de la casa de subastas Christie´s, el artista vivo de mayor precio del mundo: 90 millones de dólares. Su nombre, David Hockney. La obra, Portriat on an Artist.
Uno piensa que al arte le toca hablar de la belleza ideal, de lo sublime exclusivamente. No es así. Los criterios estéticos remiten en última instancia a temas que a todos nos atañen, incluso aparentemente banales: ¿ha llegado el momento de pintarse las canas o levantarse los párpados?
Hilma af Klint nació en Suecia en 1862 dentro de una sociedad protestante y patriarcal en la que el papel de la mujer era casarse, tener hijos y cumplir con las exigencias que imponían su sexo y condición social.
¿Quién adquirió Niña con Globo?, ¿es parte de una broma elaborada por el mismo Banksy?, ¿participa la casa de subastas?, ¿quién y cómo se las ingenió para meter una compresora de papel en un marco?, ¿hay instalaciones ocultas?, ¿qué sigue de esto? El coleccionista, hasta ahora anónimo, adquirió una obra no sólo mutilada, sino escandalosamente mutilada. ¿Ya no es suficiente adquirir pinturas convencionales que decoren amablemente los salones de una casa? Habíamos llegado demasiado lejos al aceptar precios millonarios por animales en formol, ¿también pasó de moda? Si el cliente quiere más, hay que darle lo que pida.