Rubén Martín
Si nos queremos salvar como civilización, debemos cuestionar esa “nueva normalidad” que nos pretende devolver a la “vieja normalidad” capitalista.
o. Los expertos predicen que otras epidemias llegarán y no pueden encontrar a una población mexicana con sistemas inmunológicos débiles debido a la mala alimentación.
Más allá de las observaciones del organismo fiscalizador, no parece haber duda de que José Miguel Bejos fue uno de los empresarios favoritos en la Presidencia de Peña Nieto. Y hoy, paradójicamente en un Gobierno que prometió separar el poder político del económico, nuevamente se ve favorecido con contratos en uno de los proyectos insignia del Gobierno de la 4T: el Tren Maya.
No habrá, al menos en mucho tiempo, una “normalidad” parecida a antes del coronavirus, lo que tendremos es una nueva “normalidad” pos-COVID-19 que por nuestro bienestar físico y emocional, debemos ir asimilando.
Conseguir los reclamos que se lanzan en los manifiestos de este 1 de mayo será una dura batalla social y política para la clase obrera, pues se avecinan tiempos muy duros para los trabajadores.
La guerra no está en cuarentena, sigue creciendo por todo el país.
Y luego de la pandemia, la catastrófica crisis económica que se está cocinando, hará más evidentes las consecuencias para los distintos grupos sociales.
Por el tono de sus mensajes, pareciera que algunos comentaristas quisieran que se saliera mal de esta crisis sanitaria para poder culpar al Presidente y su Gobierno
Es el momento de eliminar de tajo el financiamiento público a los partidos políticos. Han recibido más de 80 mil millones de pesos en las pasadas tres décadas, son recursos que habrían servido para contratar personal médico y tener hospitales de primer nivel en todas las regiones del país.
Si queremos aspirar a un mundo mejor después de la pandemia por coronavirus, no debemos aspirar a la “normalidad” del capitalismo de desastre que teníamos.
La emergencia sanitaria que ha provocado la expansión de la epidemia parecen justificar las extremas medidas que bordan el autoritarismo.
Una pandemia es ya un flagelo demasiado terrible para que además la convirtamos en una epidemia de odio.
Habrá consecuencias políticas, sin duda, luego de esta larga cadena de errores que López Obrador y su Gobierno han cometido en el tratamiento de las exigencias del movimiento feminista.
En ningún caso debe despreocuparnos el brote de una enfermedad que ya es una epidemia y puede convertirse en pandemia.
El vaciamiento de los partidos tiene qué ver con que los grupos dirigentes y la casta de políticos profesionales se centraron cada vez más en mantener el poder y sus privilegios.
Hasta ahora no se sabe si la Fiscalía General de la República tiene contemplado indagar los vínculos de Emilio Lozoya con OHL.