Óscar de la Borbolla
Así, no tiene nada de extraordinario que podamos imaginar, pues de hecho, estamos imaginando siempre, es nuestro estado.
«(…) si ‘lo que es’ no es más que una idea, un sueño relativamente colectivo, ¿por qué no recombinar su elementos y pegar una mitad de mujer con un pez o a un caballo ponerle alas? La imaginación podría explicarse como la sospecha de que el mundo es un sueño».
«(…) para los seres humanos no hay propiamente sensaciones, primeros encuentros, sino experiencias verbalizadas, que los objetos del mundo se presentan siempre a nuestra experiencia con el añadido de una palabra y, por lo tanto, en el universo sintáctico».
He pensado cortarme la cabeza para estar al ras de mis semejantes.
Los laberintos y la vida solo existen para nosotros, y se nos presentan porque somos libres.
«Hoy estoy convencido de que La fórmula para vivir no existe, y no porque no se hallan descubierto verdades valiosísimas, sino porque la vida, la vida humana, no es una, sino múltiple, diversa, cambiante y cada persona está rodeada por un contexto absolutamente singular (…)».
Creer en uno mismo hasta que no se demuestre lo contrario es, a mi gusto, la forma ecuánime de tomarnos la llamada profecía autocumplida.
Así es el mundo, decimos, y si pertenecemos al grupo de los desafortunados, entonces, completamos la frase añadiendo: así es el mundo de injusto.
Los individuos de la especie homo sapiens, es sabido, comparten con los chimpancés aproximadamente el 99 por ciento del ADN.
Por primera vez en mi vida, lo confieso, no entiendo nada, y me quedo viendo pasar los contingentes de uno y otro y otro bando convencidos cada cual de su verdad
En mitad de todo esto es tan sencillo que nazca y crezca la posverdad.
La posverdad —instalada hoy a sus anchas en el planeta— no es tan nueva como se supone: tiene la misma estructura que siempre han tenido las verdades a medias, esas medias verdades que se apoyan en un solo hecho y del que se extraen infinidad de conjeturas.
El lenguaje convierte a las cosas concretas del mundo en agrupaciones disfrazadas con distintos trajes. Al hablar estamos en una fiesta de disfraces: las palabras visten los objetos, vedan mi afán de acercarme a su singularidad.
La imagen con la que podría representarse este modelo, donde todo gravita en torno del yo, es el egocentrismo.