Alma Delia Murillo
Doña Paz Villaseñor, a la que le gustaba presentarse como Paz Villa, era admiradora de don Pancho.
En una orilla de sobrevivencia y silencio, las voces de una modesta emisión de radio resonaban: protocolo de seguridad, los responsables deben renunciar
De acuerdo, también podría ser de mezcal o de té, de sangre, de semen agonizante, de chamoy o hasta de restos de café.
Una identidad que se resquebraja trae réplicas del temblor original durante meses.
Ese mundo de elecciones distintas que algunos padres y madres se empeñan en ocultar de sus hijos, no va a desaparecer, al contrario, se hará cada vez más amplio y visible.
El Gesticulador, esa genial obra de Rodolfo Usigli vino a mi cabeza porque en ella un ciudadano se hace pasar por sobreviviente revolucionario para luego ponerse la máscara de político decente y a plantarse a vociferar delante de las masas.
Es verdad que el hambre duele, primero en la boca del estómago, después en la cabeza y luego duele en todo el cuerpo; sé que ese kilo de arroz y frijol pueden aliviarla en lo inmediato, pero aceptarlo del PRI a cambio de un voto es comer de la mano de la muerte.
De pronto, la visibilidad del mundo te apalea. Y te gustaría quedarte en ese mediotono que no altera tu esternón ni tu conciencia. Pero simplemente no puedes y las credenciales de tu país y de todos los países te provocan náuseas.
La negación a veces da unos segundos de esperanza. Tal vez alguien confirme que es un error, que se equivocaron, que lo que se dice es falso.
Escucho la cadencia de las teclas, el retintín del rodillo cuando se desplaza para volver al margen de la hoja, los silencios armónicos; casi me parece que distingo una clara melodía.
Es que no puedo dejar de preguntarme cuáles serán las brillantes carreras del futuro para ir orientando vocacionalmente a la chamaquiza.
¿Será que nos hacemos adictos a lo impostergable? Queremos más y más y cada vez más rápido.
Detrás de cada hombre corrupto, siempre hay una esposa cómplice.
Y hay un aroma más de fondo, un vaporcillo que se hace notar de alguna manera: olor a deseo.
Ver que al arrojar el corazón golpea el cesto y por el suelo da un resbalón —Philip Larkin Esta edad rara es todo un fenómeno de la existencia. Cuando te acercas a los cuarenta no eres ni muy viejo ni muy joven sino una cosa extraña, un vigía fronterizo entre el grupo de los rabiosamente […]
Es desolador pensar que siempre habrá una “autoridad” masculina, una figura legal que podrá decidir sobre el cuerpo de una mujer violada.