María Rivera
La muerte es dulce, dulce, y si lo pensamos bien, devorarla es la única manera que tendremos de sobrevivirla. Mientras estamos vivos, su calavera se disuelve en nuestra boca.
¿Cómo entendemos entonces que haya sido el propio Presidente de la República quien, lejos de aprovechar su viaje a Guerrero para desalentar esta práctica criminal expuesta en los medios, recriminándola, mandara exactamente el mensaje opuesto?
¿A quién se le podía ocurrir que AMLO era un peligro para niños y adolescentes mexicanos, sobre todo, pobres?
Desde el 24 de junio, cuando la Cofepris autorizó la vacuna de Pfizer para la población adolescente, han fallecido en México, por COVID confirmado, al menos 107 adolescentes.
La presencia de las fuerzas armadas se ha expandido a todos los campos posibles de lo que otrora era la vida civil.
El problema, y muy grave, es que cuando los juicios sobre las personas provienen del poder presidencial, se convierten en llanas injusticias.
A mí el ánimo no me alcanza para interesarme mucho en qué estatua pongan en Reforma.
Cuando uno pensaba que no había nada peor que ver al presidente burlándose macabramente de padres preocupados por la vida de sus hijos, cantando los caminos de la vida, sale con que los investigarán.
La gente que pueda llevará a vacunar a sus hijos fuera de este país, porque el gobierno ya decidió sacrificar a niños y adolescentes.
"Ya sabemos que al Presidente López Obrador no le importa la vida de los niños, niñas y adolescentes. A él lo que le importa es “ahorrarse” el dinero de las vacunas que podrían protegerlos de enfermar severamente y morir".
Es tan grave la enfermedad que padece el gobierno, que ya perdió incluso la capacidad de distinguir entre las mentiras que solito se cuenta.
Solo el gobierno de México no se entera, o no quiere darse por enterado, de la locura criminal que significa no vacunarlos y enviarlos a las escuelas en pleno pico epidémico.
Todos están convencidos de que no pueden contagiarse y si lo hacen, les dará una gripita. Viven en una fantasía delirante, sin duda.
Tal vez, López Obrador crea que no, no nos importa, pero el presidente se equivoca: no permitiremos que siga sacrificando la vida de los mexicanos, impunemente.
Lo único que nos queda, querido lector, es oponernos activamente a la locura por venir.