María Rivera
A mí el ánimo no me alcanza para interesarme mucho en qué estatua pongan en Reforma.
Cuando uno pensaba que no había nada peor que ver al presidente burlándose macabramente de padres preocupados por la vida de sus hijos, cantando los caminos de la vida, sale con que los investigarán.
La gente que pueda llevará a vacunar a sus hijos fuera de este país, porque el gobierno ya decidió sacrificar a niños y adolescentes.
“Ya sabemos que al Presidente López Obrador no le importa la vida de los niños, niñas y adolescentes. A él lo que le importa es “ahorrarse” el dinero de las vacunas que podrían protegerlos de enfermar severamente y morir”.
Es tan grave la enfermedad que padece el gobierno, que ya perdió incluso la capacidad de distinguir entre las mentiras que solito se cuenta.
Solo el gobierno de México no se entera, o no quiere darse por enterado, de la locura criminal que significa no vacunarlos y enviarlos a las escuelas en pleno pico epidémico.
Todos están convencidos de que no pueden contagiarse y si lo hacen, les dará una gripita. Viven en una fantasía delirante, sin duda.
Tal vez, López Obrador crea que no, no nos importa, pero el presidente se equivoca: no permitiremos que siga sacrificando la vida de los mexicanos, impunemente.
Lo único que nos queda, querido lector, es oponernos activamente a la locura por venir.
Anoche mismo pensaba, mientras llovía, qué hubiera pasado si el gobierno de López Obrador hubiese optado por un cambio institucional, como muchos imaginamos.
La exhibición, inolvidable e ignominiosa, es también desoladora porque no deja lugar a dudas de que los intelectuales de este gobierno, como en el pasado, carecen de escrúpulos morales.
Hace diez años, sucedieron en nuestro país algunas de las más grandes atrocidades de la llamada guerra contra el narcotráfico.
Hace quince días, querido lector, le dediqué esta columna a la indebida aplicación de la vacuna de Pfizer en la Alcaldía Cuauhtémoc, para el grupo de personas de 50 a 59 años, llevada a cabo la segunda semana de mayo.
Hace tres años voté por Morena, querido lector. Voté por la izquierda, como he votado desde que empecé a votar a los 18 años. Este año, sin embargo, y por primera vez, no voté por la izquierda partidista.
Mi alegría por haber recibido la primera dosis del biológico de Pfizer, se ha esfumado, sin embargo. En su lugar, no hay sino desasosiego, enojo y sospecha.