María Rivera
"Rara vez la independencia intelectual y crítica, obedece a lealtades con partidos o políticos e incluso con causas porque su sentido no es complacer, justificar una medida, sino iluminar aquellas zonas que le son molestas al poder (o incluso al público) ante las cuales está ciego".
"Hacer pública información personal es un delito y un claro abuso de poder, es también una amenaza para todo aquel que se atreva a publicar algo que al Gobierno le incomode o encuentre indeseable. Es, en realidad, un claro e innegable ataque a la libertad de expresión".
"Los años pasaron, y ni él ni yo, estamos ya en ese barrio donde solíamos encontrarnos con total familiaridad durante décadas. Quedará un inmenso hueco allí donde fatigó todas sus ideas, sus desvelos, sus amistades y sus excesos: esa puerta abierta para todo aquel que se rebelara ante la cultura oficial, fuera quien fuera".
"Ya lo he dicho antes: somos las ratas de laboratorio del virus, un inmenso plato de Petri, por decisión de políticos irresponsables que han incumplido con su tarea fundamental de proteger a la población; tanto de la muerte, como de los efectos a largo plazo en la salud de millones de personas que desarrollarán secuelas graves, cerebrales o cardiacas, entre otras".
"Y no es que no existan, obviamente, mexicanos que gozaban de privilegios indebidos, que han sido afectados por este Gobierno. El problema es que esa denuncia se ha convertido en el caballito de batalla contra cualquier persona que se atreva a disentir".
"La paradoja del asunto, sin embargo, es escalofriante, porque para crear una imagen de aparente benevolencia, requirió deshumanizar a un menor, cosificarlo, en un acto que incluso podría clasificarse como delito".
"En estos días y semanas, muy seguramente usted entrará en contacto con personas contagiadas: este no es el momento de socializar sin mascarilla, ni con sus amigos, ni con su familia. Piense que debido a la altísima transmisión que hay y a la enorme contagiosidad del virus, sus medidas de protección deben de extremarse como nunca".
Mientras se resuelve la incertidumbre, querido lector, y más allá de la vacunación, tenemos que implementar medidas para frenar la transmisión del virus
La pandemia nos ha mostrado qué clase de gobernantes tenemos.
La OMS ha recomendado, incluso, cancelar las fiestas para evitar contagiarse y en países como Estados Unidos o Dinamarca, están viendo una aceleración en el contagio del todo inédita.
La amenaza de Ómicron, que está demostrando transmitirse a una velocidad muy alta, es muy real, sobre todo, si pensamos que la inmunidad que teníamos se ha visto seriamente disminuida por el tiempo.
La Secretaría de Salud desde hace meses activamente se negaba a su aplicación, arguyendo que no había evidencias de su necesidad, como lo hizo con la vacunación de adolescentes y niños, irresponsablemente.
La emergencia de Ómicron no debería sorprender a nadie. Era perfectamente predecible que si el virus se seguía replicando sin control mutaría hasta crear variantes de muy alta preocupación.
Críticos que gritaban en plazas contra la militarización y llamaban al expresidente Calderón “asesino” por los miles de muertos de todo el país, que crearon banderas como “No + Sangre”, hoy no dicen nada ante el agravamiento de la violencia.
Mientras atacaban a la izquierda, el país se les fue descomponiendo a pasos agigantados. De la esperanza de la transición democrática, pasamos, en diez años, a desenterrar muertos o huesos o polvo de huesos de personas desaparecidas o disueltas en ácido, en “cocinas”.
Es irónico que el presidente que abandona a la niñez de su país, ande por el mundo promoviéndose como “humanista” y protector de los pobres.