Sandra Lorenzano
La matria sería entonces una manera distinta de hacer política.
Hoy que lo leo morosamente dejando que sus frases se me tatúen en la memoria del alma, estoy en la piel de un chico vietnamita de aspecto frágil, de una madre nacida entre nubes de napalm, de una abuela cuyo último deseo es volver a saborear el arroz del pueblo del cual salió 30 años atrás.
Lo comunitario aparece como una de las pocas alternativas posibles –quizás la única- a la destrucción que estamos viviendo.
Los más conmovedores poemas que he leído en este tiempo, me llegan desde una guerra que me fue ajena. ¿Dónde estaba yo cuando Sarajlić lloraba la muerte de sus hermanas?
“Había una vez” escribí al comienzo, así que ahora lo único que me queda por decir es: “Y colorín colorado, este cuento se ha terminado”.
Mapas antiguos y rasgados, mapas que creí haber perdido.
Podemos actuar como si no tuviéramos delante de las narices una realidad racista, clasista, misógina, homofóbica, que estigmatiza la discapacidad.
El año de filmación de “El sacrificio” es el año de Chernóbil, 1986.
Esa máquina que consiste en unos rodillos, una suerte de caja acolchada donde cabe una persona acostada, y un sistema neumático que ejerce una presión controlada sobre el cuerpo, se usa hoy con éxito en tratamientos del autismo o de estrés agudo.
Lo he escrito otras veces: en México caminamos sobre muertos. Ahora se suman los de la pandemia.
Como sobrevivientes elegiremos siempre el abrazo, la empatía, la sonrisa aunque estemos tristes, aunque estemos solos, aunque aún nos duelan las heridas.
¿Hay alguien entre ustedes que no haya pensado, en estos días de coronavirus, siquiera por un instante, que lo fundamental está “en otra parte” y no en esta enloquecida vida en la que estábamos sumergidos hasta antes de la pandemia.
Las noticias nos llegan por todas partes: por la radio, por la televisión, por los medios serios, por los menos serios, por los nada serios, por los vecinos, por las redes sociales, por los chats familiares, por los amigos, por los enemigos, por radio “bemba”, por las autoridades…
“Sal de Ítaca, Penélope. El mar también es tuyo”. Esta frase de la escritora española Carmen Losa cumplió con aquella máxima de “la poesía es de quien la usa”.
A las marchas de mujeres, a los paros, a los desplegados, urge que sumemos espacios de encuentro, de intercambio de ideas, de creación colectiva